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La próxima vez que quiera regañar a alguien por su situación de desempleo prolongado, piénselo dos veces antes de hacerlo.
Existen estudios que indican un nivel importante de acumulación de estrés, pensamientos suicidas, amargura y depresión en quienes, después de tener un empleo estable, pasan a formar parte de las largas filas de desempleados.
Existe un cambio de rutina, donde a veces no se sabe qué tipo de actividades llenarán el vacío de tiempo debido a la nueva situación, en que ya no debe salir hacia su lugar de trabajo. Además, las cuentas continúan: pensiones de los hijos, alimentación, pago de cuotas, bien sea por el auto, la casa, arriendo o sencillamente por salir de vacaciones.
Probablemente todos conozcamos en nuestro entorno al menos un caso de alguien cercano en situación de desempleo. Sin embargo, la persona que no ha padecido esto, quizá no alcance a comprender la sensación de incertidumbre, afán y en algunos casos de desesperación con que vive un desempleado. A menudo, en las consultas de psiquiatría, se presentan personas que están agobiadas, más que por su desempleo, por la fuerte presión social y familiar. Por ejemplo, frases humillantes de familiares como: “yo a Ud. no le vuelvo a dirigir la palabra hasta que consiga un empleo” o “eso pasa por haber sido tan consentido de pequeño”, o “y qué está haciendo este personaje, no tiene en qué caerse muerto y anda sin oficio ni beneficio poniendo pereque”. Puede llegar a ser hasta difícil respirar.
El economista Abraham Aparicio Cabrera en su artículo “efectos psicosociales del desempleo”, publicado por UNAM en su revista de investigación social, dijo que, “independientemente del criterio para definir quién es un desempleado, hay acuerdo general en que el desempleo es un fenómeno que tiene efectos perturbadores sobre el individuo y la sociedad” y agregó que “otros estudios elaborados en distintos países y en diferentes momentos (Clark y Oswald, 1994) también concluyen que la experiencia personal del desempleo hace a la gente muy infeliz, e incluso deteriora el bienestar más que cualquier otro acontecimiento en particular, incluyendo eventos tan negativos como el divorcio y la separación”.
Hay casos de desempleo de cinco años o más que según estudios, alteran la percepción que se tiene sobre sí mismos. En ocasiones origina divorcios, cambio de estrato social y bajo nivel de vida familiar, etc. A menudo se encuentran por ejemplo médicos vendiendo seguros, profesores bilingües atendiendo call center, periodistas ganando mucho menos de lo que corresponde a sus conocimientos, empleados como meseros u otros oficios y así muchos ejemplos. Pero algo que también es importante resaltar es que el estar en la “informalidad”, también es considerado por estudiosos del tema, como desempleado, ya que por lo general un empleo “de rebusque”, a duras penas da para alimentarse; sin contar con que las deudas aumentan, y lo que se recibe no alcanza a cubrir los gastos. Esto es una carga muy difícil de llevar a cuestas.
Algunos países de Europa, protegen la salud física y mental de la persona que ha perdido su empleo, por ejemplo, en Suecia se ofrecen la posibilidad de actualizarse mejor en ese tiempo de receso, por medio de un servicio de asistencia social privado, donde las empresas pagan a consejos de seguridad laboral y entonces aquellos empleados que han sido despedidos, regresan al mercado laboral en menos de un año.
Desafortunadamente esta no es la situación de nuestros países latinoamericanos.
En América Latina se evidencia un deficiente diseño de políticas públicas que den soluciones al problema del desempleo lo cual continuará creando mayores brechas sociales y un estancamiento de profesionales muy valiosos, que terminan haciendo trabajos no acordes con su saber y preparación, además de traer no sólo a sus vidas, sino a la de sus parientes y amigos cercanos, implicaciones psicosociales, que según expresa la Revista de investigación RIS, de la UNAM, “los efectos psicosociales del desempleo son la incidencia del mismo sobre el bienestar subjetivo, el suicidio, la mortalidad, la violencia, la emigración y el capital humano”.
En Colombia es aún más difícil conseguir empleo, ya que el desempleo es el problema económico más urgente por resolver, sin contar el de la informalidad. En el último año el índice de desempleo superó el 10 %. Esto ha causado desasosiego en la población y un riesgo alto para la salud mental.
Por todo lo anterior, la próxima vez que quiera reprender a alguien por su situación prolongada de desempleo o presionarlo para que traiga recursos a casa, mejor trate de ayudarle a encontrar una fuente de ingresos, permítale tener paz al menos en su compañía, pues Ud. quizá ni imagine la carga cotidiana que lleva consigo; quizá esta persona haya pasado más de 500 hojas de vida porque es totalmente consiente de que debe encontrar un empleo. Es bueno que tenga en cuenta esta frase popular “nadie sabe con la sed que otro bebe”.
Redacción: periodista Lucía Fernández Buitrago – Vivir con Sabiduría. Uno