4:30 minutos. En este relato, podemos apreciar cómo, nuestra actitud en las relaciones con los demás, puede ser la que nos lleve, bien sea al cielo o al infierno.
El Cielo y el Infierno
En una cierta montaña retirada del bullicio de la ciudad, vivía un ermitaño, quien se había aislado para cultivarse espiritualmente. Habitaba en una gruta donde pasaba los días en profunda meditación, y ocasionalmente recibía las visitas de quienes deseaban acceder a alguno de sus sabios consejos.
Fue así como dos amigos, deseosos de conocer la verdadera diferencia entre el bien y el mal, acordaron subir hasta la cueva del solitario maestro. Llegando hasta allí, pudieron verlo sentado en posición de loto, mirándolos con benevolencia. Le hicieron una reverencia y, después de saludarlo respetuosamente, le hicieron la pregunta que los inquietaba:
-Venerable maestro, ¿podría decirnos cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?
El ermitaño, con una leve sonrisa les contestó:
-Primero que todo, imaginen una gran mesa, en la cual se encuentran diversos platos con exquisitas viandas. Su agradable olor se esparce por el aire y alrededor de la mesa se encuentran muchos hombres y mujeres, quienes parecen tener mucha hambre. Pero los cubiertos que desean utilizar, atados a sus manos, son más largos que sus brazos. De este modo, toman el alimento ansiosamente, pero no pueden llevarlo a sus bocas. Por lo tanto, a medida que pasa el tiempo se encuentran cada vez más frustrados y la ansiedad les provoca una agonía infinita.
Calló por unos momentos, para permitir que los jóvenes curiosos visualizaran la escena en sus mentes. Ellos podían percibir cómo la desesperación atrapaba el ánimo de los infortunados comensales; sus desesperadas miradas reflejaban el suplicio que a cada momento se hacía más intenso. Entonces, el ermitaño continuó con su relato:
-Ahora, imaginen la misma escena: de los ricos alimentos sale un humo que lleva el delicioso aroma a otro grupo de personas igualmente hambrientas. Al igual que las anteriores, sus largos cubiertos están atados a sus manos. Pero ellos ríen y conversan alegre y animadamente. Mientras hacen esto, se dan de comer unos a otros y ninguno se abstiene de probar algún bocado.
Los dos amigos miraron en silencio al sabio ermitaño, y agradeciéndole por la lección que les había dado, se retiraron con un brillo de alegría en la mirada.
Reflexión: Es el egoísmo el que nos condena a vivir en el infierno del sufrimiento, pues no nos permite entender que tanto como demos, tanto recibiremos a cambio.
Cuento anónimo adaptado para VCSradio.net
Tema musical: Fugue 6 J.S. Bach BWV 851
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