
5:20 minutos. El asceta y la prostituta es un ameno cuento que nos enseña cómo la verdadera virtud se encuentra en el corazón. A continuación, lo puedes escuchar o leer.
En un pueblo de la India, cerca del Himalaya, vivían, frente a frente, un asceta y una prostituta. El asceta llevaba una vida de penitencia y rigor, apenas comiendo y durmiendo en una mísera choza, de acuerdo a los preceptos para una vida de contemplación. La mujer, por su parte, recibía permanentemente la visita de hombres, a quienes atendía solícitamente. Un día, molesto por ese espectáculo inmoral, el asceta increpó a la prostituta:
-Mujer perversa, ¿Qué clase de vida es esa que llevas? estás corrompida y corrompes a los demás. Con tu comportamiento insultas a Dios.
Ante estas duras palabras, ella se sintió muy abatida. Realmente deseaba llevar otra forma de vida, pero por sus condiciones, era muy difícil. Sinceramente se sentía muy triste por tener que recurrir a la prostitución. Cada vez que un hombre la tomaba, dirigía su mente hacia el Divino y pedía perdón.
Por su parte, el asceta vio con enorme desagrado que la mujer continuaba con su clase de vida. Desde su choza, siempre observaba cómo entraban y salían toda clase de individuos en la vivienda de ella. Decidió coleccionar un guijarro por cada hombre que la visitaba. Al cabo de un tiempo, tenía un buen montón de guijarros. Llamó a la prostituta y la recriminó nuevamente:
-Mujer, eres terrible. ¿Ves estos guijarros? Cada uno de ellos suma uno de tus abominables pecados.
La mujer sintió gran tribulación.
Sabiendo que llevaba una vida reprobable, deseó profundamente que Dios la apartase de ese modo de vida. Después, ella se sumió en un estado de gran melancolía y a las pocas semanas, fue llevada por la muerte.
Entonces, el destino que es inexorable, permitió que el asceta muriera, el mismo día de la muerte de ella.
Pero, contario a lo que un observador desprevenido hubiera pensado, la mujer fue conducida a las regiones de la luz sublime, mientras el asceta era llevado hacia el mundo de las densas tinieblas. Al observar dónde lo llevaban, el asceta protestó enérgica y furiosamente por la injusticia que Dios cometía con él. Argumentó que debía haber alguna confusión, y comenzó a relatar el contraste de vidas que cada uno de los dos había llevado.
Ante esto, un mensajero del Divino se acercó e indicándole que callara, le explicó:
-Te quejas de ser conducido a las regiones inferiores a pesar de haber gastado tu vida en austeridades y penitencias, y de que, en cambio, la mujer haya sido llevada a las regiones de la luz. Pero, ¿no comprendes, acaso, que somos aquello que cosechamos? Mira por un instante hacia la tierra. Ahí puedes ver tu cuerpo, rociado de perfume y cubierto de pétalos de rosa, honrado por todos, cortejado por músicos y plañideras, presto para ser incinerado con todos los honores. En cambio, mira el cuerpo de la prostituta, abandonado a los buitres y chacales, ignorado por todos y por todos despreciado. Sin embargo, ella cultivó pureza y elevados ideales para su corazón, pensando en Dios constantemente. Pero tú, de tanto mirar el pecado, teñiste tu alma de impurezas. ¿Comprendes, pues, por qué cada uno de ustedes va a una región tan diferente?
Reflexión: Si buscamos la perfección, y nos consideramos puros por nuestras prácticas austeras y de penitencia, pero guardamos en nuestro corazón el resentimiento y la intolerancia, estaremos tomando el camino de la oscuridad. No siempre aquello que parece bueno a los ojos de todos, es bueno a los ojos de Dios.
Cuento anónimo indio adaptado para VCSradio.net
Portada: Carlos Morales G.
Narración: Javier Hernández
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