
Uigures trabajando en el taller de una fábrica emplazada en la provincia de Hubei (tomado de Internet).
Durante años ha estado en la mira de los organismos de derechos humanos la situación de los Uigures, quienes son perseguidos en China por el Partido Comunista Chino, por supuestas intenciones separatistas de este pueblo.
Los Uigures son una etnia musulmana de origen turco, que se encuentra asentada principalmente en la región de Xinjiang, en el noroeste de China. Por décadas, desde cuando el ejército de Mao Zedong anexó su territorio a la República Popular China, han sido reprimidos en un intento de doblegarlos, mediante la destrucción de su cultura, creencias religiosas y costumbres sociales.
Para lograr este objetivo, el PCCh ha empleado diversos métodos, como poner el control político y administrativo de la región en manos de individuos de la etnia Han, dominante en China, y que ahora se ha convertido en mayoría dentro de la provincia de Xinjiang, por supuesto con una muy superior calidad de vida, respecto a los Uigures.
Así mismo, el arma más poderosa para oprimir son los “centros de entrenamiento”, que en realidad son campos de concentración para lavado de cerebro. Allí se les reeduca, obligándolos a dejar su religión y sus costumbres, a rasurarse la barba, etc,; al final se les fuerza a escribir notas de arrepentimiento.
Al respecto, el régimen chino dice que a dichos campos solo van los acusados de terrorismo y extremismo religioso, pero lo cierto es que, según la ONU, hay más de un millón de uigures detenidos en estos centros.
De todos modos, se sabe que los campos de lavado de cerebro y trabajos forzados existen por todo el territorio chino, y allí envían a los disidentes y objetores de conciencia, como es el caso de los practicantes de la disciplina espiritual Falun Gong, quienes aparte del lavado de cerebro, son sometidos a la extracción de sus órganos estando vivos, para comercializarlos en el mercado de trasplantes.
Además, según un informe del ASPI (Instituto Australiano de Política Estratégica), los Uigures supuestamente “graduados” en esos campos, son enviados por miles a fábricas y talleres en el interior del país, a distancias enormes de sus hogares, debido a que, en la actualidad, las cuotas de producción manufacturera fijadas por el régimen comunista, son muy altas.
En esos sitios de reclusión, los uigures son sometidos a intensas jornadas de trabajo, y permanecen confinados bajo vigilancia. Después del trabajo, deben asistir a clases de ideología y de mandarín, además de que se les prohíbe practicar su religión. Cada grupo de 50 es vigilado por un supervisor. Para demostrar que son oportunidades de trabajo, el PCCh les paga un salario ínfimo, muy inferior al de los otros trabajadores.
Siguiendo con su informe, el ASPI señala que hay por lo menos 83 empresas occidentales que se benefician del trabajo forzado de los Uigures en dichas factorías, aunque todas niegan tener conocimiento de esta práctica, o simplemente no contestan. Dentro de estas marcas están Adidas, Nike, Apple, H&M, VMW, entre las más reconocidas.
Aunque el informe aclara que muchos de tales Uigures se trasladan voluntariamente, existen muchas pruebas contundentes de que un crecido número de ellos es llevado contra su voluntad, especialmente desde 2017, y no se les permite volver a sus casas.
Finalmente, es evidente que el tema de los derechos humanos en China, desde cuando se implantó el régimen comunista hace 60 años, no solo no ha mejorado, sino que continúa desbocado, y son millones los chinos que padecen la persecución por no alinearse estrictamente a los dictámenes del gobierno.
Pero lo que realmente preocupa es la complacencia de los gobiernos y empresarios occidentales, los cuales, por una ganancia inmediata, muestran una actitud indiferente ante este genocidio a plena luz del día. Y mientras tanto, el régimen chino extiende sus tentáculos por todo el mundo, bajo la mirada ciega de sus socios de occidente.
Redacción: Carlos Morales para Vivir con Sabiduría.uno con información de Bitterwinter.org, Infobae y BBC.