Los eruditos de la antigüedad entendían que el aprendizaje solo se produce con esfuerzo, constancia y diligencia. Estaban en contra de ser intermitentes, en donde se estudia fuerte un día y se descansa durante ocho días. Recomendaban ser conscientemente estricto consigo mismo. Por esto hay un refrán que dice “lee un libro cien veces, y naturalmente, comprenderás su significado.”
Las siguientes son dos historias que ilustran las claves para convertirse en un estudioso con logros importantes.
Durante la Dinastía Dong Jin, el renombrado erudito y poeta Tao Yuanming formaba a los jóvenes en el camino del aprendizaje. Un día, uno de sus jóvenes estudiantes le preguntó:
– “Yo admiro sus conocimientos. Cuénteme, ¿cuál es la mejor manera de aprender?”
Tao Yuanming dijo: “Si trabajas duro, progresarás rápido. Y si aflojas, te quedarás atrás”.
Luego, le mostró el brote de un árbol y le preguntó:
– “Mira atentamente, ¿puedes notar cómo crece?”. El joven miró largamente el brote y dijo avergonzado: “No lo veo crecer”.
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Entonces Tao Yuanming dijo: “No lo ves, pero, de hecho, está creciendo minuto a minuto. Sin embargo, no podemos verlo con nuestros ojos. Así mismo, nuestro conocimiento se acumula poco a poco. A veces ni siquiera lo sientes. Pero si lo haces constantemente, harás un gran progreso”.
En seguida, Tao Yuanming le mostró una piedra de afilar cuchillos y le preguntó:
– ¿Sabes por qué esta piedra está cóncava y desgastada como una silla de montar?”
El joven respondió: “Es porque la gente la usa para afilar cuchillos”.
– “Exacto. Pero, ¿sabes en qué día exactamente la volvieron cóncava?” – preguntó el maestro.
El joven no contestó. Entonces Tao Yuanming afirmó:
“Se volvió cóncava porque los obreros la utilizaron día tras día. El aprendizaje es lo mismo. Si no estudias constantemente, no elevarás tu nivel de conocimientos e irás hacia atrás”.
El joven entonces comprendió. Al final Tao escribió en sus memorias:
“Aprender con diligencia es como un brote en primavera. Crece, aunque no lo podamos ver a diario. Aflojar y ser intermitente en el estudio es como no afilar el cuchillo diariamente en la piedra”.
Existe otra historia de un reconocido historiador llamado Gu Ye Wang, de la dinastía Nan. Una vez, el hijo de un amigo le preguntó,
“Usted ha leído muchos libros. Quiero preguntarle si hay algún atajo en el estudio”.
Después de pensar por un momento, Gu le mostró un árbol y le preguntó qué podía observar.
El joven miró el árbol detenidamente pero no encontró nada especial.
Entonces Gu dijo:
“Con su sistema de raíces, el árbol puede crecer alto y fuerte. Con su espeso y firme tronco, el árbol puede tener hojas gruesas. Sólo con un objetivo noble y una firme creencia puede tener un futuro brillante. Toma el árbol a modo de ejemplo. El árbol crece progresivamente, un anillo cada año. Uno tiene que ser diligente. Da un paso adelante cada vez. Esta es la clave”.
Desde entonces, el joven comenzó a estudiar y aprendió rápidamente. Hablando con sus amigos les enseñó también:
– “No hay atajos en el estudio. Uno tiene que dar un paso cada vez. Todavía no he descubierto muchos de los principios y profundos significados de estos libros. Por lo tanto, necesito releerlos para aprender algo nuevo cada vez.”
La mayor parte de los grandes hombres de la antigüedad creía que el aprendizaje, aparte de requerir constancia, precisaba la mejora de la moralidad. Así se profundizaba en el plano del intelecto y al mismo tiempo en el del espíritu.
Relato adaptado para https://vcsradio.net/
Narración, César Múnera
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