5 minutos. La tortuga y el aro nos muestra cuánto vale nuestra vida, lo afortunados que somos por poseerla y por qué debemos respetarla. Puedes escuchar o leer este cuento a continuación.
La tortuga y el aro
En un remoto pueblo, cerca de una montaña, habitaba un sabio anciano, respetado por toda la comunidad. Desde hacía muchos años había trascendido los apegos a la ambición humana y a las cosas materiales. Habiéndole perdido, incluso, el temor a la muerte, ésta no se molestaba en venir a buscarlo, a pesar de su avanzada edad.
Cierto día se encontraba sentado bajo un enorme árbol, con la vista puesta en el lejano horizonte y la mente tranquila como un lago en el verano. Entonces, observó cómo un joven llegaba hasta un árbol vecino con una cuerda, la cual echó sobre una gruesa rama. Sin cambiar de postura, pudo ver que tal joven comenzaba a atar uno de los extremos de la cuerda alrededor de su cuello.
Teniendo claro cuáles eran las intenciones del muchacho, se acercó hasta donde maniobraba con la cuerda. Con una voz reposada, le preguntó por qué estaba dispuesto a tomar una acción tan terrible contra sí mismo.
-Esta vida no tiene ningún valor – contestó el joven -. Si tanto te molesta lo que ves, más vale que te alejes. Todo lo que emprendo fracasa, no tiene sentido seguir respirando este aire que me ahoga.
El anciano lo miró compasivo, y pudo ver su rostro desencajado y unos ojos que casi no irradiaban luz.
-Solo escúchame unos minutos, antes de que termines tu tarea. Sentémonos unos instantes bajo ese árbol. – le dijo.
Un poco a regañadientes, pero pensando que, si no lo escuchaba, seguiría importunándolo, el muchacho accedió exigiendo, eso sí, que no trataría de interferir en su decisión. Estando de acuerdo, se sentaron recostados contra el tronco del árbol.
-Ahora quiero que cierres por un momento los ojos – dijo el anciano -. Imagina, entonces, un océano inmenso, al cual no se le pueden ver los límites. En este océano existe una tortuga, la cual nada bajo el agua. Cada millón de años, saca la cabeza a la superficie. Igualmente, sobre ese océano flota un pequeño aro, llevado constantemente por el oleaje.
-Bien, ya puedo ver todo. ¿qué tiene eso que ver conmigo? – Dijo, impaciente, el joven.
-Pues bien, querido amigo – Replicó el anciano – ¿Qué tantas posibilidades crees que hay de que la tortuga introduzca la cabeza en el aro?
El otro, sin vacilar le respondió:
-Por supuesto que son casi inexistentes.
-Exacto – agregó el anciano. – Pero, aun así, es mucho más posible eso, que obtener un cuerpo y un alma humanos como los que tú posees. De modo, pues, que sabiendo esto, ya puedes proceder como te parezca más conveniente.
Aun se cuenta hoy día en aquel remoto pueblo, que el joven tuvo una vida próspera, y con el tiempo llegó, también, a una edad muy avanzada, adquiriendo gran sabiduría.
Cuento anónimo indio adaptado para VCSradio.net
Portada: Carlos Morales G.
Narración: Javier Hernández
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