El Tíbet vive una crisis de derechos humanos. Protestas contra la construcción de una represa son reprimidas con violencia por las autoridades chinas.
En las últimas semanas, la región del Tíbet ha sido testigo de disturbios que han desencadenado una respuesta draconiana por parte de las autoridades chinas. Se han empleado cañones de agua, spray de pimienta y pistolas eléctricas contra manifestantes, resultando en lesiones que requirieron hospitalización, según el informe de Bitter Winter.
El informe también revela que las autoridades chinas impusieron un bloqueo de Internet en la región y confiscaron por la fuerza los teléfonos móviles de los residentes tibetanos que intentaban documentar las protestas. A pesar de estas medidas, algunas imágenes borrosas de las manifestaciones lograron filtrarse en las redes sociales.
Preocupación Internacional y Respuesta del Departamento de Estado de EE. UU.
Las detenciones masivas y el uso de la fuerza no pasaron desapercibidos a nivel internacional, suscitando la “profunda preocupación” del Departamento de Estado de EE. UU. Uzra Zeya, subsecretaria de Estado para la Seguridad Civil, Democracia y Derechos Humanos, hizo hincapié en la necesidad de que China respete los derechos humanos y la libertad de expresión, además de incluir a los tibetanos en las políticas de gestión del agua y la tierra.
Líderes como Benedict Rogers, vicepresidente de la Comisión de Derechos Humanos del Partido Conservador del Reino Unido, calificaron la represión como “espantosa y escandalosa”. Esta situación reavivó debates sobre la autonomía del Tíbet y el trato de China hacia las minorías étnicas. El presidente de la Administración Central Tibetana, Sikyong Penpa Tsering, destacó la falta de respeto de China hacia los derechos de los tibetanos, calificándola de “inaceptable bajo cualquier medida”.
En medio de protestas y arrestos, Tsering hizo un llamado al régimen chino para liberar a todos los detenidos y respetar los derechos y aspiraciones del pueblo tibetano. Este llamado subraya la necesidad de que el mundo escuche las voces de los tibetanos y enfrente la realidad del mal gobierno chino en la región.
Las manifestaciones no solo han destacado la amenaza inmediata que representa la construcción de la represa para la cultura y el patrimonio tibetanos, sino que también han expuesto cuestiones más amplias de abusos contra los derechos humanos, limpieza étnica y supresión de la disidencia dentro de China.
La situación en Tíbet se entrelaza con la opresión a los uigures musulmanes en Xinjiang, donde más de un millón enfrenta detención en campos de concentración y reeducación. Las denuncias, que incluyen trabajo forzoso, limpieza étnica y abuso sexual, subrayan preocupaciones globales sobre los derechos humanos.
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