7:50 minutos de lectura. La mitología griega está llena de historias que profundizan el alma humana. Y el mito de Procusto nos acerca a uno de nuestros lados más oscuros. Veamos de qué trata.
Procusto: el mito griego convertido en síndrome
La historia de Procusto, como todas aquellas de la mitología griega, logra ahondar en el alma humana, mostrándonos esos comportamientos que revelan aspectos de nuestra naturaleza, no siempre edificantes o dignos de imitar.
El mito de Procusto
Damastes, verdadero nombre de Procusto, era uno de los hijos de Poseidón. En las colinas del Ática, cerca de Atenas, tenía una posada donde albergaba a los viajeros solitarios que pedían su hospitalidad. Él los atendía muy gentilmente, y después de ofrecerles alimento, los conducía a la habitación que previamente les había preparado.
Pero en realidad, disponía de dos camas de hierro, una muy grande y la otra pequeña. Si el huésped era muy alto, le ofrecía esta última. Si era de baja estatura, lo acomodaba en la grande.
Una vez el viajero se dormía, procedía a atarlo a la cama, aprovechando que él mismo era muy corpulento. Entonces, si el huésped resultaba ser más grande que la cama, le cortaba la parte sobrante, ya fueran los pies o la cabeza. Si el lecho era más pequeño, lo estiraba hasta descoyuntarlo, para que se ajustara al tamaño de este. En ambos casos, sobra decir que el viajero perdía la vida.
De esta forma de actuar proviene el nombre de ‘Procusto’, que significa literalmente, ‘el estirador’, o ‘el que estira’.
Cuenta el mito que, finalmente, después de mucho tiempo de ejecutar su perversa actividad, el héroe Teseo tomó cartas en el asunto. Llegando a la posada, y enterado de cómo acostumbraba acabar con sus huéspedes, lo retó a medirse en la infame cama. Una vez Procusto se acostó, Teseo le aplicó la misma medicina, atándolo y cortándole lo que le sobraba, las piernas y la cabeza, hasta emparejarlo con la cama. Aquí termina la historia.
Procusto ante la psicología
En psicología existe un trastorno llamado Síndrome de Procusto, que se refiere a las personas con baja tolerancia a la frustración, tercas y temerosas de los cambios, de lo diferente o desconocido. Odian todo aquello que consideran superior a ellos.
Cuando descubren personas a quienes consideran mejores que ellos, se sienten amenazados y humillados, desarrollando una envidia patológica tan fuerte que quieren desaparecerlos u obligarlos a cambiar. Reaccionan con desprecio, realizan boicots o limitan (3:24) con cualquier medio a las personas sobresalientes.
Así mismo, existe la situación opuesta, o sea cuando el ‘Procusto’ encuentra una persona que comete un error o una equivocación, o que tiene alguna limitación; entonces cae sobre él, humillándolo, para hacerlo sentir inferior, poco inteligente e inadecuado. Vive una gran satisfacción y su autoestima sube.
Otras características de las personas con síndrome de Procusto son un estado de constante frustración, se sienten tratados injustamente, permanentemente se comparan con los demás y poseen una marcada inestabilidad emocional.
De entrada, la primera impresión que ofrecen estas personas es que son empáticas, amables y generosas (al igual que Procusto al recibir a sus huéspedes), pero luego no soportan ser aventajadas.
La persona con este síndrome siempre estará buscando homogenizar los pensamientos y capacidades de quienes lo rodean.
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La sociedad de hoy y el mito de Procusto
Las personas con este síndrome abundan a nuestro rededor. Están en el ámbito laboral, empresarial, político, deportivo, social, familiar, etc.
Las redes sociales son la mejor herramienta para el Procusto, pues le permiten cortar el pensamiento que sobra. Se deben seguir las corrientes de opinión.
Hemos visto miles de veces cómo, quien se aparta de aquellos criterios que se convierten en tendencia, rápidamente es enjuiciado por el enorme Procusto de mil cabezas que impera allí. De esta forma, todos deben ser cuidadosos al expresarse, para no ser vetados o, en muchos casos, excluidos permanentemente de la comunidad.
Los “Procustos” sociales encaminan al mundo hacia un pensamiento uniforme, donde todos tengamos la misma estatura mental. Por supuesto, la medida para esto no será la más alta y, a todo aquel que desee sobresalir, se le empareja. Y, si aún sobra algo, tal vez sea la cabeza la que deba sacrificarse.
¿Necesitamos de nuevo a Teseo?
La tendencia de igualarnos a todos en la misma línea de pensamiento, al final no llevará a nada bueno. La humanidad ha progresado gracias a que siempre, desde los albores de la historia, hubo quienes se atrevieron a pensar diferente. Eso llevó a los inventos, a la creación de nuevas sociedades y, en definitiva, a un mundo donde se vive en mejores condiciones que hace doscientos, quinientos o dos mil años.
Seguramente muchos pondrán en duda esto, pero basta conocer un poco la historia para entenderlo. Solamente las condiciones sanitarias o de salud de un rey de la Edad Media eran muy inferiores a las que posee cualquiera de nosotros hoy en día.
No necesitamos que le corten los pies a quienes sobresalen. Porque son ellos, y no los mediocres, quienes podrán llevarnos hacia un mundo cada vez mejor.
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
Locución: Javier Hernández
Música de fondo: Shadows – Envato
Portada: Wikimedia Commons
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