5:20 minutos. Un hombre extraviado en el desierto clama por agua. Pero quienes desean ayudarlo parecen no tener claro la diferencia entre lo urgente y lo trivial. Veamos por qué.
Un comerciante se había aventurado solo con su camello, por las ardientes arenas del desierto. Pero una mañana, al despertar descubrió que el animal había huido con todas las provisiones. Desesperado, con un largo camino por delante, inició su penoso recorrido, sabiendo que no podría sobrevivir sin alimentos ni agua.
Después de tres días, ya sin fuerzas para seguir, vio que su última hora había llegado. Se dejó caer y se dispuso a morir, encomendando su alma a Dios, esperando ir al paraíso en solo unas pocas horas.
Sin embargo, de repente escuchó voces y al incorporarse vio una caravana que se dirigía hacia donde él se encontraba. Con su último aliento, les llamó la atención. Ellos pudieron verlo y se apresuraron para prestarle auxilio.
Tan pronto estuvieron cerca, con un hilo de voz de sus resecos labios, el desventurado viajero apenas pudo susurrar:
-Por favor, aguaaa.
El jefe de la caravana desmontó rápidamente y ordenó:
-Este pobre hombre pide agua. ¡Rápido, traigan un recipiente!
-¿Un recipiente? –exclamó uno de ellos-. ¿cómo podría beber desde un recipiente? No parece tener fuerzas para eso. Debemos darle el agua en un vaso para que pueda beber con más comodidad.
Otro lo interrumpió:
-¿Cómo se le ocurre entregarle un vaso de vidrio? Con el ansia que lo tomaría seguro lo va a romper y puede hacerse daño. Yo debo tener un cuenco de madera, voy a buscarlo.
Mientras tanto, el moribundo los miraba con los ojos desorbitados, sin entender del todo la absurda conversación. En su cerebro solo había un deseo:
-Agua, denme agua….
Pero, sin escuchar, otro de los viajeros continuó la charla:
-Creo que ustedes se están comportando como unos perfectos egoístas. Traemos varios barriles del mejor vino, pero solo hablan de agua. Nada lo podría reconfortar mejor que un buen vino, y nosotros tenemos de sobra.
Ya con los ojos nublados, el sediento insistió, en un susurro casi imperceptible:
-Agua… agua…
-Parece que a ti también te está afectando el sol –dijo otro de los comerciantes, señalando al hombre-. Por su vestimenta parece que es musulmán. ¿Quieres obligarlo a cometer el pecado de beber alcohol? Al menos debíamos preguntarle si desea tomar vino.
Finalmente, otro más caritativo interrumpió:
-¿No creen que pecado es, más bien, tenerlo aquí tendido en el sol, antes de darle de beber? Pongámoslo primero en la sombra, pues debe estar ardiendo por la fiebre.
Inmediatamente, entendiendo que esto debía haber sido lo primero que hicieran, trataron de levantarlo. Pero cuando el primero se acercó al sediento, le vio los ojos fijos en el cielo que ya no veía. Lentamente se retiró, mientras miraba a sus compañeros con tristeza.
-Es demasiado tarde. Ya está muerto –les dijo.
Reflexión: si nos enfocamos en las pequeñeces ante un asunto vital, se nos escaparán las cosas verdaderamente importantes, llevándonos al fracaso.
Cuento tradicional de oriente adaptado para VCSradio.net
Tema musical: Dark Arabic Oriental – Envato
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