8 minutos. El idioma español, con cerca de 500 millones de hablantes, enfrenta retos como las redes sociales y el lenguaje inclusivo. La RAE lucha por preservar su pureza mientras se adapta a los tiempos actuales.
El español, una lengua que evoluciona
El idioma español, que actualmente hablan más de 500 millones de personas, comenzó a tomar forma hacia el siglo III a.C., con la invasión del imperio romano a la península ibérica. Siendo impuesto por los romanos como idioma oficial, el latín vulgar tomó elementos de las lenguas existentes en la península e inició su formación como una nueva lengua.
A partir del siglo VIII, la influencia del idioma árabe, traído por los musulmanes que ocuparon el país por varios siglos, permeó el idioma con más de 4.000 palabras. Pero fue el rey Alfonso X, llamado El Sabio, quien hacia el año 1200, tras consolidar a Toledo como base de la monarquía, impuso el castellano como lengua oficial del reino.
Este hecho desplazó definitivamente al latín, y significó la expansión del castellano por casi toda la península. Posteriormente, con el descubrimiento de América, el idioma se propagó, imponiéndose en los territorios conquistados por España. En América se introdujeron muchas palabras de las lenguas nativas, con lo que se enriqueció y diversificó.
Un idioma rico, con grandes escritores
A pesar de todos los giros que ha tenido el idioma, ninguna de las naciones que lo hablan se ha apartado de la raíz original. Gracias a esto, la América hispana conserva estrechos lazos con España. Este país no solo es nuestra puerta de entrada a Europa, sino el destino de muchos inmigrantes latinoamericanos.
Pero esos lazos se reflejan en los grandes genios de la literatura que, a ambos lados del Atlántico, han ayudado a exaltar la lengua española. Durante siglos, América se nutrió de las letras de Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, Bécquer y tantos otros que enseñaron el buen escribir.
Pero rápidamente, América surtió el mundo del idioma con autores memorables como Gabriela Mistral, Neruda, García Márquez, Vargas Llosa, Borges, Cortázar y Octavio Paz. Además, muchos otros ayudaron a jalonar el idioma hacia nuevas formas de hablarlo.
El idioma tiene un guardián
La Real Academia Española (RAE), nació en 1713 por iniciativa del octavo marqués de Villena, en Madrid. Bajo el lema de “Limpia, fija y da esplendor”, desde entonces ha estado velando por la conservación de la pureza del idioma español. Paralelo a esto, se adapta a la evolución que se produce a través del tiempo y las influencias que llegan constantemente.
Con la publicación del primer diccionario en 1726, se inició su actualización periódica. En cada nuevo ejemplar se incluyen nuevas palabras, cuando se considera que su uso ya las convierte en parte del lenguaje popular.
Por otra parte, la RAE se ha encargado de mantener la unidad del idioma. Para ello, cuida que no se diversifique en las diferentes naciones que lo hablan, al punto que se formen nuevas lenguas.
Esto ha permitido que la lengua se mantenga fiel a sus orígenes, sin dejar de reconocer los cambios que el uso cotidiano ha ido introduciendo.
Pero constantemente debe enfrentar desafíos, como la aparición de nuevas variedades del idioma. Es claro ejemplo el fenómeno que ocurre en EEUU, con el llamado “espanglish”. Esta especie de dialecto apareció entre la comunidad migrante de latinoamericanos en EEUU, que terminaron fusionando el inglés y el español, pero siendo cercano a este último.
Con la introducción de los vocablos de espanglish en el diccionario de 2014, se reconoció la existencia de este fenómeno como una variante del español. Este tipo de manifestaciones no son fáciles de aceptar para todos, pero siempre termina imponiéndose la voluntad de los hablantes.
Tiempos difíciles
Se dice que cada tiempo trae su desafío y el actual es especialmente difícil. He aquí algunas situaciones que están modificando el idioma.
- En primer lugar, la tecnología aporta constantemente nuevos términos, casi siempre provenientes de otras lenguas. Estos vocablos se imponen tan rápido, que los académicos de la lengua apenas se dan tiempo para incluirlos al léxico aceptado por la RAE.
- Por otro lado, las redes sociales simplifican el vocabulario e imponen nuevas formas de comunicación que son verdaderos retos para los puristas del lenguaje. Si a esto se suma que cada vez los jóvenes leen menos, es como si gran parte de la lengua estuviera cediendo el paso a nuevas jergas solo comprendidas por pequeños grupos.
- El mayor desafío ha llegado con la ideología de la equidad de género y el llamado lenguaje inclusivo. Este lenguaje está siendo impuesto por los abanderados del progresismo, que igualmente tratan de cambiar la historia con la teoría crítica de la raza y otras similares.
En el caso del lenguaje inclusivo, se ha canalizado a través de los movimientos feminista extremo y LGBTQ+. Con el argumento de que se debe desmontar el patriarcado que ha invisibilizado a las mujeres, así como el machismo que discrimina a quienes se identifican como no binarios, se pretende cambiar el idioma, supuestamente para garantizar que todos tengamos igualdad de derechos.
Sin embargo, ya la RAE se ha pronunciado una y otra vez. A través de su cuenta de X, le preguntaron si consideraba que decir “chiques” o “todes” en vez de chicos o todas sería un idiotismo. La RAE contestó: “El uso de la letra ‘e’ como supuesta marca de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario, pues el masculino gramatical (’chicos’) ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género”.
Pero desafortunadamente este lenguaje se está imponiendo desde arriba hacia abajo, por iniciativa de entidades como la ONU, el BID, ACNUR, la Unión Europea, así como medios de comunicación y universidades de todo el mundo. El argumento, como se dice atrás, es “eliminar y evitar construcciones sociales sexistas”.
Pero estos movimientos, que no tienen nada que ver con la evolución natural del idioma, hacen creer que la verdadera discriminación se puede superar simplemente introduciendo la letra “e” como marca de género. Ese argumento simplista es acogido por esos movimientos que se consideran revolucionarios, pero son manipulados por entidades poderosas que actúan guiadas por una agenda.
El resultado final es que se está destruyendo el idioma, imponiendo nuevas formas de expresión que, lejos de enriquecerlo, lo conducen simplemente a ser herramienta de ideologías minoritarias.
Aún podemos salvar nuestro idioma
A pesar del aparente avance del lenguaje inclusivo, impulsado por medios poderosos, el idioma tiene sus salvaguardas que pueden evitar la destrucción del buen hablar.
El idioma debe estar libre de ideologías, pues su transformación solo se puede dar por un impulso colectivo, no impuesto por gobiernos ni organizaciones globales.
A quienes ingenuamente se dejan llevar por la creencia de que ese lenguaje puede eliminar la discriminación, se les debe hacer entender que hay problemas de mucho más fondo.
Son muchos los académicos que entienden las inquietudes de las minorías, pero también entienden que el problema no se encuentra en una gramática que se ha hecho ver como culpable de una situación histórica.
En una reciente entrevista, el catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, y miembro de la (RAE), Pedro Álvarez de Miranda, afirmó que “el lenguaje inclusivo es una cuestión política y no gramatical”. Y ese es el meollo de esta situación. Se está llevando al idioma hacia una discusión que es política y mediática.
Pero el idioma no pertenece a grupos, ni se puede prestar para imponer agendas. Tampoco se puede utilizar como arma en confrontaciones ideológicas. El idioma es, simplemente el medio por el cual nos comunicamos, y a través del cual cada quien puede expresar sus opiniones, ya sean políticas o ideológicas. Pero estas no pueden mancharlo, porque el idioma pertenece, a fin de cuentas, a todos quienes lo hablamos.
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
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