Los votos siempre se tomaron en serio en las culturas tradicionales, tanto en Oriente como en Occidente. Una vez que se hace un voto, uno está obligado a cumplirlo, si no vendrían consecuencias.
En la antigua cultura China, la gente tenía mucho cuidado al hacer promesas, si no estaban seguros de cumplirlas, mejor callaban. Ellos hablaban de tener palabra de honor.
Hacer un juramento o una promesa siempre se consideró como un asunto muy solemne y sagrado. Por ejemplo, cuando una pareja se casaba, se inclinaba ante el Cielo y la Tierra y juraban lealtad hasta la muerte. Consideraban que esta promesa no era hecha solo ante la pareja y los invitados, sino que ponían a Dios como testigo.
Los amigos también hacían promesas y votos de convertirse en hermanos quemando incienso ante Dios; se arrodillaban y hacían el juramento de quererse y ayudarse fraternalmente por siempre.
Al realizar estos rituales sagrados, los partícipes pedían a la divinidad del Cielo y de la Tierra que les permitieran cumplir sus palabras, si no, que fueran castigados.
Así mismo, dentro del pueblo existían refranes que reforzaban el ‘tener palabra’ como una virtud.
“La palabra de verdad, debe ser cumplida.” “Nunca empeñes tu palabra en lo que no puedas dar ni hacer.”
“Una promesa vale mil bultos de oro”
“Uno es tan bueno como su palabra”.
A continuación, les contaremos la historia de Pang Juan rompiendo su juramento y sus consiguientes consecuencias.
Sun Bin y Pang Juan eran dos jóvenes amigos quienes, durante el periodo de los Estados Combatientes en China, estudiaron juntos estrategia militar guiados por el ermitaño Guiguzi. A pesar de que Sun era mejor en el arte de la estrategia, fue Pang Juan quien fue reclutado por el estado de Wei.
Antes de partir, los dos amigos se abrazaron y juraron volver a encontrarse. Pang juró: “Si alcanzo el éxito, te enviaré a buscar para que compartas mi gloria. Si no cumpliera esta promesa, moriré con flechas en el corazón”.
Los logros militares de Pang fueron, en efecto, muy buenos, y el rey Hui del estado de Wei le honró con el título de general. Sin embargo, Pang no quiso invitar a Sun a compartir su gloria como lo había prometido, porque tenía miedo que el talento de Sun opacara sus logros.
Tiempo después, el rey Hui supo del talento de Sun y ordenó a Pang que lo invitara al estado de Wei. Pang tuvo que invitarle contra su voluntad.
Pang utilizó varios medios para impedir que Sun llegara a Wei. Conspiró para matarlo y como no lo logró, lo acusó falsamente de traición. Sun fue condenado a ser cortadas sus rótulas y le tatuaron una marca de criminal en el rostro.
A pesar de estas lesiones, Sun logró escapar al estado de Qi, donde fue nombrado en el cargo de estratega militar para ayudar al general Tian Ji, con gran éxito.
Más tarde, durante una batalla entre el estado de Qi -donde estaba Sun- y el estado de Wei -donde servía Pang- en una emboscada cayó Pang y luego murió al ser atravesado con flechas en su corazón. Se había cumplido la palabra que le dio a Sun años antes.
Casos como este son numerosos en los distintos documentos históricos de China. Todas las personas, incluyendo emperadores, generales, altos funcionarios de las cortes, héroes y todo el mundo en general, se mide con la misma ley. “Cada pensamiento y palabra que se emiten son conocidos por los seres divinos pues hay dioses un metro por encima de la cabeza”, o sea que son infinitos y cuidan la rectitud en Cielo y Tierra.
La mayoría de la gente de hoy día no comprende la seriedad e implicaciones de hacer promesas a la ligera, basados en un interés egoísta. Con el tiempo se convierten en personas falsas en quienes no se puede confiar ya que fácilmente pueden llegar a hacer estafas y engaños. Sin embargo siempre hay una ley cósmica que nos hace pagar, la ley del karma.
Relato adaptado para https://vcsradio.net/
Narración, César Múnera
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