El Rábano es un mágico cuento que puedes escuchar o leer a continuación:
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EL RÁBANO
Hubo una vez dos hermanos que habían cumplido su servicio como soldados. El primero llegó a ser rico y poderoso, mientras que el segundo quedó más pobre que las ratas; tuvo que convertirse en labrador, limpió su terreno, lo cavó y sembró semillas de rábano.
Pronto una semilla germinó y emergió del suelo un rábano, que fue desarrollándose hasta alcanzar un tamaño descomunal. Una vez extraído, era tan enorme que él solo llenaba una carreta, y se necesitaron dos bueyes para poder tirar de ella.
El emproblemado hombre no sabía qué hacer con el rábano y pensó:
–¡Qué voy a hacer con este rabanote!. Si lo vendo no me pagarán gran cosa por él y si me lo como tendrá el mismo sabor que cualquier rábano corriente. Bah! Mejor voy a llevárselo al rey como regalo.-
Puso el gigantesco rábano en una carreta tirada por cuatro bueyes y emprendió el camino hacia el palacio real. El rey lo recibió muy amablemente y quedó asombrado al ver un rábano tan grande.
–¡Confieso que jamás en mi vida he visto nada parecido! ¿De qué especie de semilla has obtenido esto? ¿O acaso eres un mago?-
–¡Oh, no Majestad, no!. Soy un pobre soldado que por no tener medios para vivir, he tenido que dejar el uniforme y me he metido a agricultor. Tengo un hermano que es rico y bien conocido de vuestra majestad; pero yo, como no poseo nada, he sido olvidado.-
El rey miraba al labrador y luego al rábano gigante repetidas veces, con algo de admiración e intriga, hasta que se decidió a hablar de nuevo.
–¡Da por terminada tu pobreza desde hoy!. Te daré tantas riquezas que no tendrás que envidiar nada a tu rico hermano.-
Y dicho y hecho, hizo entregar al soldado-labrador tierras, caballos, bueyes, herramientas de labranza, rebaños de ovejas y un cofre que contenía monedas de oro.
Cuando el hermano rico se enteró de la inesperada fortuna de su pobre pariente, le invadió una terrible envidia, sobre todo al saber que aquélla se debía a un miserable pero enorme rábano que le había obsequiado al rey. Creyendo capaz de hacerlo mejor, reunió sus mejores caballos y los mejores bueyes de su establo y además, las más preciosas joyas de sus cofres. Esa misma tarde, se presentó ante el rey para entregarle semejantes regalos.
–Su majestad, le ruego acepte estos presentes que he traído para su deleite.-
El rey se quedó reflexionando un momento, hasta que exclamó:
–Agradezco sus consideraciones. Ante tan exuberantes obsequios, no tengo más remedio que corresponder su generosidad y se me ocurre que la mejor manera de hacerlo es… con este rábano gigante que he obtenido, pues su rareza lo hace invaluable.-
Y así, el rico se vio obligado a cargar el rábano en su carroza y a llevárselo a su palacio. Cuando llegó, subió a su cuarto y dio rienda suelta a su rabia. Determinado a vengarse de su hermano, reunió a unos malhechores y les ofreció una fortuna por acompañarlo a casa de su pariente.
Una vez allí, el labrador abrió la puerta y su hermano millonario le dijo:
–¡Mira, hermano: acabo de enterarme del lugar donde se encuentra enterrado un tesoro! Si vienes conmigo, nos lo repartiremos. –
El buen hermano lo creyó sinceramente y siguió al perverso. No habían caminado cien pasos, cuando los malhechores cayeron sobre él y se dispusieron a colgarlo de un árbol. Más cuando iban a realizar su criminal intento, se oyeron voces procedentes de la lejanía. Los malandrines metieron apresuradamente al pobre hombre dentro de un costal, colgaron a éste de una rama y lo dejaron allí abandonado.
El soldado empezó a revolverse dentro del costal, hasta que logró hacer un agujero por el cual sacó la cabeza. Vio entonces que se acercaba un estudiante.
–¿Cómo estás, estudiante?-
El estudiante miró hacia arriba y quedó asombrado al ver moverse el costal y la cabeza humana que emergía. Entonces preguntó:
–¿ Cómo es que estás ahí?-
–Porque he querido ser sabio. ¡Éste es el saco de la sabiduría! No llevo más que unos minutos metido en él y ya sé todo lo que se puede saber. ¡Este saco hace inútiles las escuelas y los profesores!¡Dentro de cinco minutos bajaré e impresionaré a mis semejantes con mi inagotable sabiduría! Si tú deseas ocupar mi lugar unos minutos te darás cuenta de la bondad de mi costal.-
El estudiante emocionadorespondió:
-¡Bendita sea la hora en que te he encontrado! ¿Me permitirás que me meta un ratito en tu costal maravilloso?.-
–¡Bájame y te daré gusto!.-
El estudiante bajó el costal, lo abrió y sacó al soldado.
Luego se metió dentro del costal y le dijo:
-¡Súbeme ahora!-
El labrador lo subió hasta dejarlo colgando en la rama y mientras se marchaba, le decía:
–¿Cómo te encuentras ahí arriba? ¿Has aprendido ya que la sabiduría es fruto de la experiencia? ¡Quédate ahí hasta que aprendas a ser prudente!.-
Y luego se alejó silbando. Al cabo de una hora, un joven enviado por el soldado labrador, puso en libertad al ingenuo estudiante, que efectivamente había aprendido muchas cosas, entre ellas, que siempre debe primar el sentido común.
Después fue de visita nuevamente al palacio del rey para contarle lo sucedido y este inmediatamente mandó a sus guardias a apresar al envidioso hermano y enviarlo a un calabozo.
El labrador se fue detrás de la caballería real y en el momento en que se llevaban preso a su hermano, le gritó desde el camino:
–Ay hermanito, espero que hayas disfrutado de una buena sopa de rábano esta noche, pues no creo que haya buena comida a donde te llevan.-
Adaptación del cuento El Nabo, tomado de cuentosinfantiles.net
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