El síndrome de Peter Pan hace referencia a una expresión de la personalidad, mediante la cual algunos adultos se resisten a madurar emocionalmente, manteniendo comportamientos infantiles o adolescentes. Hoy día, más que nunca, encontramos personas con estos comportamientos.
Origen del término ‘síndrome de Peter Pan’
El psiquiatra suizo Carl Jung se refirió por primera vez a esta característica de personalidad, a la cual llamó con el término latín “Puer Aeternus”, que significa “Niño eterno”.
Para Jung, la madre debía desempeñar el papel de cercanía emocional al hijo y ser reconfortante y protectora. El padre, por su parte, debía proveerle los recursos materiales y emocionales para que alcanzara la independencia, y enseñarle que, hay que luchar para adquirir cosas valiosas deseadas.
Pero cuando el padre está ausente o no cumple su papel, es la madre quien debe además cumplir el papel paterno. Esto podría llevarla a convertirse en una “madre devoradora” que, por medio de la sobreprotección, impide el desarrollo del niño hacia su independencia.
Ya en 1983, el Dr. Dan Kiley publicó el libro “El síndrome de Peter Pan: los hombres que nunca crecieron”. El título no es casual pues tal síndrome afecta, especialmente, a los hombres.
El éxito de este libro popularizó el término, y puso los ojos de la sociedad en un problema que todos conocían, pero no estaba identificado.
En Psiquiatría, el síndrome de Peter Pan no se reconoce como una patología, y en el DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) no aparece referenciado. Por lo anterior, se considera más como unos rasgos de carácter, pero no puede negarse que se trata de un fenómeno limitante.
Características del síndrome de Peter Pan
Sus manifestaciones se refieren a la resistencia a afrontar la edad adulta, permaneciendo en un estado de dependencia e irresponsabilidad ante los retos propios del crecimiento.
La mayoría de los Peter Pan suelen continuar viviendo en la casa de sus padres, dependiendo de ellos no solo económicamente, sino en las decisiones del día a día. Incluso si logran tener un trabajo, no aportan a sus hogares, ni asumen ningún gasto.
Emocionalmente se comportan como niños pequeños, siendo incapaces de lidiar con la frustración y la automejora. Están centrados solo en sí mismos, por lo cual su conducta es narcisista, exigiendo atención continua e ignorando los sentimientos o necesidades de los demás. Poseen mentes inflexibles y resistentes al cambio.
En el síndrome de Peter Pan, debido a su narcicismo, la persona exige que se le dé todo, frustrándose si no recibe lo que consideran merecido. Son incapaces de compartir.
Así mismo, ellos pregonan su libertad, por lo cual evitan todo compromiso sentimental y evitan las relaciones serias o duraderas. Si tienen alguna relación, esta es breve y tormentosa, llegando indefectiblemente al fracaso.
La mayoría reusa dejar la casa paterna, retrasan su matrimonio o compromiso de pareja, se vuelven estudiantes eternos, con comportamientos sociales adolescentes. Siempre están insatisfechos con todo tipo de actividad laboral, pues todas son indignas de su nivel, y sus fracasos laborales y académicos son constantes. Los padres son sus proveedores, aunque vivan en otra casa.
Al final, como resultado de todos sus fracasos afectivos y laborales, se vuelven depresivos y ansiosos, creen que sus vidas no tienen sentido. Llegan a sentirse en un callejón sin salida, pues no encajan ni en la sociedad ni en la familia, pero se niegan a aceptar que la solución está en asumir que ya no son niños.
¿Quién es culpable del síndrome de Peter Pan?
Normalmente se responsabiliza a los padres como los culpables. Se cree que la crianza permisiva en exceso, sin normas de conducta ni exigencias de responsabilidades, produce hijos incapaces de enfrentar el mundo. Esta crianza castradora produce un desequilibrio entre la edad cronológica y la madurez psíquica. En tal caso sería conveniente una ayuda profesional especializada en salud mental que ayude a restablecer el equilibrio mental.
Sin embargo, viéndolo desde otro ángulo, debido al creciente número de casos de este síndrome en los últimos años, podemos pensar que, existe una corriente social que promueve este tipo de rasgo de conducta.
Dentro de los ‘valores’ modernos están el rechazo a toda forma de autoridad o jerarquía y la relativización de la verdad. La falta de compromiso y el exceso de cambios son considerados como virtudes, y se sobrevalora todo lo mutable y cambiante. Todos estos nuevos paradigmas desvirtúan el esfuerzo por los logros y la estabilidad laboral y afectiva, pues estos son cambiantes.
Además, los mismos gobiernos de las últimas décadas, han ido desmontando los roles de los padres en la familia para dárselos a los educadores y las autoridades. A los padres se les ha ido retirando la función de formar a sus hijos según la tradición, es el estado mismo el que ha asumido esa tarea. Los padres son simples proveedores, pero sin la autoridad para corregir y encaminar a los hijos hacia su adultez.
Las leyes son demasiado permisivas con la libertad de los ciudadanos, y los incesantes subsidios para toda clase de necesidades que anteriormente debía cubrir el individuo, generan la idea en las personas de que alguien debe proveerlos.
Es posible que al final, los culpables sean ambas premisas combinadas: unos padres ineptos y una sociedad antivalores.
Entonces, ¿Qué pueden hacer los padres para proteger a sus hijos del síndrome de Peter Pan?
- Primero que todo, los padres deben asumir conscientemente su función formadora en la educación de sus hijos. Esta es la única forma de, primero, formar hijos responsables y, luego, protegerlos contra las tendencias sociales que minan la autonomía de los niños.
- Hay que recuperar la familia tradicional que no incluía a los gobiernos, y los maestros o tutores en la educación de valores. El estado solo impartía el conocimiento de las letras o la ciencia, para el crecimiento intelectual. La educación más importante para los hijos solo la puede brindar la familia.
- Crear en los niños un espíritu crítico para que sepan qué aceptar de lo que enseña la sociedad y qué rechazar tajantemente.
- Enseñar a los hijos, desde muy pequeños, a proyectarse en la vida, como adultos responsables, con una familia y como creador de sociedad.
- Es importante que, desde muy pequeños, los padres enseñen a los niños a buscar soluciones a problemas, afrontar retos y aceptar frustraciones. Deben dedicar más tiempo a compartir con los hijos, prestando atención a sus inquietudes, escucharlos y ayudarlos a sortear sus primeros problemas en la sociedad.
- En el hogar, desde pequeño, cada hijo debe tener responsabilidades, comenzando por las más sencillas de su arreglo personal y el orden en sus habitaciones. Deben colaborar en los quehaceres domésticos, de modo que entiendan que no solo tienen privilegios, sino que estos se ganan cumpliendo con sus tareas.
- Se les debe limitar el tiempo de ocio, y aún este debe en lo posible, enfocarse en juegos o actividades que a la vez que distraen, puedan enseñarles. Los antiguos juegos infantiles cumplían este papel, posicionando a los niños en el rol de futuros padres o profesionales en diversas actividades.
- Controlar en los niños toda influencia externa indeseable que provenga de internet, las redes y los juegos en línea. Aunque no se puedan eliminar totalmente estos medios, sí se puede limitar su intromisión en la educación infantil.
- Una vez que un joven alcanza la edad madura y continúa presentando conductas infantiles en sus interacciones sociales o familiares, debe ser tratado por profesionales que puedan encaminarlo de nuevo a una vida emocionalmente madura.
Finalmente, como padres, no deben olvidar que, cuando asumieron la responsabilidad de tener hijos, se convirtieron en artífices de sus vidas, con la función formadora y protectora para hacer de cada uno, una persona feliz, realizada y dirigida a la construcción de un nuevo y bello mundo.
Artículo escrito por Carlos Morales para VCSradio.net