El “wokismo” y el islamismo radical están fracturando a Occidente. Mientras uno impone una censura cultural despiadada, el otro avanza con una agenda ideológica que desafía los valores occidentales tradicionales.
En las últimas décadas, la sociedad occidental ha sido testigo de la creciente influencia del «wokismo», un movimiento que se autodefine como defensor de la justicia social, pero que ha dado lugar a una ideología que impone un fuerte control cultural y censura. Este fenómeno no admite la coexistencia con visiones alternativas, creando un ambiente restrictivo y divisivo. Al mismo tiempo, el islamismo radical ha encontrado espacio para avanzar, aprovechando este vacío espiritual y la fragmentación social que el «wokismo» genera.
Wokismo: Entre la Censura y la Fragmentación
El «wokismo» ha llegado a ser una fuerza cultural que rechaza activamente los valores tradicionales de Occidente, particularmente los asociados con la civilización cristiana. Su enfoque no solo se limita a cuestionar el pasado colonial o las injusticias históricas, sino que, en muchos casos, busca reescribir la cultura misma, imponiendo normas sociales rígidas y altamente moralistas. Bajo su influencia, lo que solía ser un debate sobre justicia social se ha convertido en una narrativa monolítica que no admite disenso.
El ataque a los valores cristianos en esta lucha ideológica ha sido especialmente agudo. La civilización occidental, que ha estado profundamente marcada por el cristianismo, es vista como un legado a derrocar. Este antagonismo se manifiesta en la constante deconstrucción de símbolos y tradiciones que históricamente han sido pilares en la construcción de la identidad europea y americana.
El Islamismo y su Avance en Europa
Paralelamente, el islamismo radical ha encontrado un terreno fértil para expandirse, aprovechando la confusión y la desorientación cultural en Occidente. En Europa, en particular, donde los movimientos identitarios se han debilitado, el islamismo ha llenado un vacío espiritual. Este fenómeno no es nuevo: ya desde los años 60, el exotismo de lo «extranjero» empezó a ser visto con simpatía, sin un análisis crítico sobre las verdaderas implicaciones de la expansión de una ideología que, en sus formas más extremas, es contraria a los valores democráticos y de libertad.
La alianza tácita entre el «wokismo» y el islamismo radical no se basa en principios compartidos, sino en un enemigo común: el cristianismo y la civilización occidental. Como señala el historiador Francisco Núñez del Arco, Occidente, y en particular la hispanidad, ha sido una síntesis de valores cristianos que dieron origen a una civilización que se extendió a lo largo del Atlántico. Esta historia es ignorada o denigrada por el «wokismo», mientras el islamismo se presenta con un aire de tolerancia y exotismo que oculta sus verdaderas intenciones de poder.
La Dictadura Cultural del Wokismo
El «wokismo» no solo tiene un impacto político, sino que afecta también lo cotidiano: la manera de vestir, de comer, el humor, y la música son regulados por su filtro ideológico. Esta nueva moralidad impuesta genera una presión constante, y quienes se atreven a disentir son inmediatamente marginados o silenciados. El sociólogo argentino Agustín Laje y el escritor Nicolás Márquez advierten que este fenómeno es parte de una «nueva izquierda» que, paradójicamente, es funcional también para sectores de la derecha que buscan un control total sobre el discurso público.
Un Llamado a la Realidad
La realidad es que tanto el «wokismo» como el islamismo radical están erosionando los cimientos de las sociedades occidentales. Mientras uno impone una censura cultural despiadada, el otro avanza con una agenda política-religiosa que, en su forma más extrema, es incompatible con los valores de libertad y pluralidad que Occidente ha defendido durante siglos. Ante este escenario, es crucial que las sociedades occidentales reconozcan la amenaza real y trabajen de manera conjunta para preservar los valores fundamentales de su civilización.
En definitiva, la batalla ideológica que enfrenta Occidente no es solo política, sino cultural y espiritual. El «wokismo» y el islamismo radical representan desafíos que no pueden ser ignorados, y que, si no se abordan adecuadamente, podrían llevar a la disolución de los valores y principios que han sostenido a la civilización occidental. Ahora más que nunca, es necesario defender lo bueno y lo verdadero, no solo en el ámbito político, sino también en el cultural y espiritual.
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