6 minutos de lectura. Actualmente se observa cómo, cada vez más, los jóvenes de alejan de la religión. Pero, ¿cuáles son realmente las causas?
Recientemente leí un artículo de El Espectador de Cristian Camilo Perico Mariño, titulado “¿Por qué los jóvenes se están alejando de las prácticas religiosas?, el cual me lleva a reflexionar un poco sobre sus planteamientos.
El periodista basa su investigación en un sondeo a 45 jóvenes lo cual, valga la verdad, no cuenta mucho como una encuesta representativa rigurosa. Igualmente, entrevista a un activista de la corporación Bogotá atea, cuyo solo nombre ya nos orienta sobre la objetividad de su opinión.
El escritor concluye que la razón por la cual los jóvenes están cada vez más ajenos a la religión, es porque “no se sienten identificados con las posturas cerradas en materia de feminismo y participación de las mujeres, homosexualidad, aborto, facultades morales e incluso restricciones en ámbitos como el goce de la vida sexual”.
Aunque este tipo de opiniones pueden escucharse en algunos casos, son demasiado simplistas, superficiales y sesgadas. Es evidente que muestran el pensamiento de algún grupo minoritario de jóvenes, entre los cuales seguramente se encuentra el autor.
En términos generales, se expresa que la Iglesia tiene posturas demasiado rígidas y excluyentes, y que, en vez de adaptarse a las inquietudes de las nuevas generaciones, espera que estas se amolden a ella.
Seguramente, el escritor vea admirable al movimiento llamado “Iglesia Antigua de las Américas (IADLA)”. Esta se declara “a favor de la eutanasia, la interrupción voluntaria del embarazo (IVE), la muerte médica asistida y la no discriminación a la homosexualidad y los tránsitos de género”. Su obispa Rita Fidelia Gómez, y justifica estas posiciones, asegurando que “cambian la forma de ver la relación directa con Dios”. Y esto es una gran verdad.
Sin embargo, hay que recordar que las iglesias o religiones son instituciones humanas que enseñan y guían a sus feligreses sobre unos principios dejados por Jesús. Como son principios divinos, son inmutables. No importa lo que la gente cambie, estos principios nunca cambian.
El papel de la Iglesia no se puede basar en satisfacer los deseos inmediatos y cambiantes de las personas. Es absurdo esperar que Dios se “moldee” de acuerdo al vaivén social, que ante todo suele ser manipulado por personajes que simplemente buscan obtener ganancias imponiendo nuevas ideologías, más políticas que cualquier otra cosa.
Es muy claro el hecho de que los gobiernos pueden legalizar conductas tan criminales como el aborto. Pero ninguna ley divina las acepta. Jamás tendrán el poder para inducir a Dios a cambiar sus leyes, contradiciendo los principios más elementales de la espiritualidad.
Un joven formado dentro de los principios espirituales, nunca dejaría la Iglesia por motivos como la eutanasia o el aborto. Si se aleja, seguramente que existirán razones inherentes más al manejo de la Iglesia que a los dogmas religiosos.
Hacer un análisis a profundidad sobre la crisis religiosa actual, no es algo que se pueda lograr en un corto artículo periodístico. No se exploran situaciones más profundas generadas por la influencia de los medios de comunicación y las redes sociales, entre otras.
La misma Iglesia tiene dificultad para entender lo que ocurre entre la juventud al respecto. Algunos analistas dicen que el abandono de la Iglesia durante la juventud siempre ha existido y es algo normal.
Hay que admitir que los escándalos generados por los casos de pedofilia entre los sacerdotes, han influido en la desconfianza entre los jóvenes. Y la actitud de ocultamiento y complicidad de la misma Iglesia ha sido un gran error. Sin embargo, estas son fallas de los humanos, no de la doctrina divina que está por encima de los hechos humanos.
También existe como promotor del alejamiento de la iglesia, la tendencia hacia la educación laica impuesta desde hace ya varios años. Esto ha permitido el surgimiento de nuevas generaciones que no conocen ni comprenden los principios espirituales.
A lo anterior se suman maestros de tendencia progresista, quienes siembran dudas en las mentes de los niños y jóvenes sobre la Divinidad, contraponiéndola a los principios científicos que son incapaces de explicar la naturaleza de Dios.
Por otro lado, la imposición de ideologías extremas, promovidas intensamente por organismos internacionales y divulgadas por medios de comunicación entregados a la causa progresista, han logrado que se vea a la Iglesia como una entidad obsoleta, patriarcal y ajena a las expectativas juveniles, expectativas que han sido impuestas como verdades incontrovertibles.
Finalmente, el marcado debilitamiento del núcleo familiar ha generado jóvenes desorientados, sin una guía interior opuesta a la que enseñan las redes sociales o el adoctrinamiento de las escuelas.
También los padres, indiferentes o, en otros casos, impotentes, ven cómo sus hijos toman caminos totalmente ajenos a los principios éticos y morales tradicionales, por considerarlos viejos y ridículos.
A los jóvenes actuales se les ha convencido de que la religión los ata, esclaviza, y no les permite hacer lo que realmente desean. Ellos buscan la libertad total, y el “disfrutar la sexualidad” y “seguir aquello que realmente nos atrae”. Y, para todo esto, los principios espirituales son un estorbo.
¿Será posible que a nuestra juventud actual nada le importa? Yo creo que no. El ser humano, por naturaleza, busca una explicación al sentido de la vida. Y muchos jóvenes buscan afanosamente caminos espirituales que les den una respuesta. Pero se les ha despojado del camino que condujo a sus abuelos hacia esa anhelada respuesta.
Al mismo tiempo, también tenemos una naturaleza que busca la satisfacción inmediata de sus deseos. Pero ese deseo siempre ha existido, y es la espiritualidad la única vía para alejarnos de algo que al final nos hará daño y nos llevará a dañar a otros.
Por lo tanto, debemos entender que no es siguiendo a los falsos sacerdotes, que predican la maldad en el nombre de Dios, como podremos recuperar la espiritualidad. Tampoco es negando la existencia de Dios, así tal negación provenga desde las esferas de los gobiernos.
Porque, no se puede olvidar que, las leyes pueden permitir y legalizar todo lo que les convenga. Pero esto no necesariamente es aceptado por nuestro Dios.
Escrito por Carlos Morales G.
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