Una amistad de cuatro patas es un divertido cuento que puedes escuchar o leer a continuación:
Una Amistad de Cuatro Patas
Cierto día, Manchas una perra dálmata, sale a dar su acostumbrado paseo por el parque en compañía de su dueña Carmela. Manchas es admirada por su belleza y porte al caminar, le gusta captar la mirada de los perros de la cuadra, pero en especial de Motas, la mascota de Ramón el vigilante del sector.
Manchas se acerca sigilosamente a Motas parpadeando sus largas pestañas… Cuando de pronto siente un fuerte tirón, que proviene del collar que lleva por el cuello, haciéndola retroceder; sus ojos se brotan y emite un gruñido grrrrr. Se aferra al piso con sus garras, pero la fuerza de su dueña es mayor; se va muy afligida, pues no pudo conversar con su amigo Motas, quien se queda disgustado al no poder saludar a su querida Manchas.
Manchas, muy enojada, emite un ladrido de disgusto “¡Guau guau!” y sigue a su dueña de camino a casa. Motas observa mientras manchas se aleja y se pierde en la distancia, mientras él se va caminando libremente meneando su cola junto a su dueño Ramón para hacer la ronda de vigilancia.
En la tarde cuando Carmela regresa del trabajo a casa… Manchas, la espera alegremente tras la puerta. Carmela muy entusiasmada la levanta y dice “¡mi bebé, te traje un hermoso regalo!” Y de una bolsa saca una falda de color blanco con pepas rojas y muchas arandelas: ¡Mira lo que te compre! Manchas se sorprende ¡Oh no! ¿Qué es eso?… estropeara mi hermoso pelaje…corre por entre los muebles de la sala por detrás de las cortinas ¡guau, guau, guau! Pero es atrapada por su dueña, quien la mira muy emocionada y se lo coloca. La mascota se siente un poco enojada pues está acalorada, muy incómoda y preocupada porque sus amigos podrían reírse de ella, además no está acostumbrada a “vestirse”, así que emite un gruñido de inconformidad “Grrrr”.
Carmela la lleva a dar su paseo, pero Manchas sale con la cabeza baja; está muy triste, no quiere ir, pero ni modos hay que salir. Al llegar al parque, Motas asoma su cabeza abriendo sus ojos con gran sorpresa “¿mmm? ¿qué te han puesto?” La ve muy chistosa, “los perros no necesitamos ponernos ropa…” y se fueron acercando más mascotas en torno a Manchas: unos ladraban “Gua, guau, guau”, otros aullaban “Auuu, auuu, auuu” y otros gruñian “Grrrr, grrr, grrr” pues desaprobaban su apariencia. En la noche Manchas toma la decisión de quitarse el incómodo traje. Con ayuda de sus patas y fuertes colmillos logra liberarse de la ropa “Uff” y se acuesta a descansar.
A la mañana siguiente, siente los pasos de Carmela (tac, tac, tac-); es hora de salir al parque. Haber bebé, ven te coloco el collar, -dice su dueña- ¿Qué hiciste con tu traje? La mascota con sus patas lo desliza lentamente manifestando su rechazo y descontento. Su cabeza y sus orejas caen (Ploo), se siente muy abrumada.
Los rumores corrieron por el sector y en el parque se reunieron todas las mascotas caninas y formaron un gran círculo entorno a Manchas, y cada uno dio su opinión, pues algo semejante les estaba ocurriendo. “¡Si! a mí me compraron unas enormes gafas” dice Caramelo; Luky agrega, “a mí me están poniendo un enorme morral, ¡uy! cómo pesa”; Bruno comenta, “a mí me tejieron un saco y me pica mucho”, “Y yo tengo que dormir en su cama” añadió Luna.
Una gran preocupación los invade, pues sus dueños los estaban humanizando; y pronto un mensaje redactaron, pues con sus costumbres estaban acabando.
“Queridos dueños:
Queremos lucir nuestros hermosos pelajes que la naturaleza nos ha dado, saltar en los charcos, hacer volteretas y recoger el rocío del pasto. Estirar las patas y las manos; y escuchar el crujir de la hierba (crash, crash, crash) cuando la pisamos. Alejar el peligro cuando se está acercando; vigilar su sueño cuando están descansando. Celebrar cuando a casa están llegando; ser fieles amigos por siempre sin nuestra esencia dejar de lado; llevaremos nuestros collares y correas, con sus números de contacto, para tener la seguridad de no extraviarnos.
Gracias por sus cuidados. Pero queremos seguir siendo los seres como hemos sido creados.”
Manchas y Motas organizaron el mensaje, todos los firmaron con sus hermosas huellas. En las mañanas, Motas cuando salía a dar la ronda con su Ramón, llevaba en su hocico un mensaje y lo iba dejando en los buzones de las casas de sus dueños.
Y así fueron desapareciendo los accesorios que tanto les incomodaba; las mascotas celebraban al disfrutar el poder mostrar su pelaje con libertad y caminar felices junto a sus dueños, quienes los aprendieron a amar con su naturaleza real.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
Escrito por:
Consuelo Blanco Mejía.