7 minutos de lectura. La ONU se creo como una grandiosa idea para promover la paz y erradicar la pobreza y las desigualdades. Pero el rumbo que ha tomado está muy lejos de lo esperado.
Puede escuchar o leer este artículo a continuación:
La idea de crear la Organización de las Naciones Unidas, ONU, surgió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando en 1942, el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt sugirió crear un organismo que aglutinara todos los países.
Esto con el fin de reemplazar a la ‘Sociedad de Naciones’, creada en 1919 a raíz de la Primera Guerra Mundial, con el objetivo de evitar nuevos conflictos. Desafortunadamente fue evidente su fracaso, cuando no pudo evitar la guerra devastadora que Alemania inició en 1939.
La primera sesión de la ONU se llevó a cabo en 1946, en Londres, con 51 miembros, de los cuales China, Francia, EEUU, Reino Unido y la Unión Soviética eran fundadores y miembros permanentes del consejo de seguridad, como lo siguen siendo en la actualidad.
El objetivo fundamental de la ONU era mantener la paz y la seguridad internacionales, fomentando la amistad y cooperación entre las naciones.
Sin embargo, hoy día, después de más de 75 años, esos objetivos no se han cumplido. Conflictos entre diferentes naciones han surgido y han terminado sin que la ONU fuera determinante. Tal es el caso del conflicto Rusia–Ucrania que no ha podido evitarse a pesar de que Rusia es uno de los miembros del consejo de seguridad de la ONU.
Aunque no cumple sus objetivos iniciales, la ONU está cada vez más robusta, y se ha venido convirtiendo en una especie de gobierno mundial. Ahora traza lineamientos para las políticas internas de los países miembros, que son todos.
Es evidente que no ha logrado la paz mundial, ni la cooperación internacional, ni la protección de los derechos humanos; tampoco ha erradicado la pobreza. Pero, aún así, continúa usando todos estos términos para crear alrededor de ellos comisiones, oficinas, comités y demás entes burocráticos que adelantan estudios e iniciativas.
La ONU está muy ocupada con otras prioridades tales como el “enfoque de género” (una forma de llamar a la ideología de género). O la promoción del ambientalismo y la lucha contra el calentamiento global, que culpa al ser humano como el causante de un posible apocalipsis. También lucha a favor del feminismo en su aspecto del derecho a la vida, que no es otra cosa que el derecho al aborto.
Por supuesto, también está la defensa de las minorías raciales y étnicas, lo cual realmente promueve el odio entre negros, blancos o indígenas, según donde nos encontremos.
Mientras todo esto sucede, permite que Irán presida la Comisión de Derechos de la Mujer de la ONU. Permite a Venezuela formar parte del Consejo de Derechos Humanos desde 2019. Todo esto lo logra gracias al apoyo de China y Rusia y otros miembros de este Consejo.
Todo esto es como entregar el cuerpo de bomberos a los pirómanos. Pero en la ONU actual no solo es posible, sino que se ve como algo aceptable por gran parte de sus miembros.
Desafortunadamente las misiones altruistas que debían regir a este organismo multilateral que aglutina a todas las naciones, ya no existen. Para la ONU es más importante el cumplimiento de la agenda globalista, que el derecho de las mujeres iraníes o los ciudadanos venezolanos que huyen a pie del régimen opresor de Maduro.
Así mismo, los Uigures, los tibetanos o los creyentes religiosos deben seguir aceptando las persecuciones y genocidios en China, porque el régimen comunista que gobierna ese país es de gran utilidad para los fines de la ONU.
La prioridad actual de esta entidad es el cumplimiento de la agenda 2030. Esta se encuentra llena de frases positivas y alentadoras para la humanidad. Se trata de 17 puntos que “constituyen un llamamiento universal a la acción para ‘poner fin a la pobreza’, ‘proteger el planeta’ y ‘mejorar las vidas y las perspectivas de las personas en todo el mundo’”.
Por supuesto, estos 17 puntos hablan de acciones que llenan de esperanza, tales como erradicación del hambre y la pobreza, salud para todos, promoción de la educación, energía no contaminante, reducción de la desigualdad, igualdad de género, etc.
Todo esto es algo deseable y nadie debería oponerse a tan nobles fines. Pero el problema radica en cómo se enfrentan todos estos retos y qué tanto respeto hay hacia quienes no estén de acuerdo con esto último.
Por ejemplo, cuando se habla de la salud y el bienestar, se menciona que se debe “garantizar el acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva, incluidos los de planificación familiar”. En otras palabras, el fomento del aborto, el cambio de sexo y la eutanasia.
Al igual que este postulado, se van desgranando uno a uno todos los puntos hacia donde piensa dirigirnos esa poderosa organización. El ser humano es visto como un virus que está destruyendo el planeta y las otras especies, cuya supervivencia es más importante que la nuestra.
En el término de pocos años debemos abandonar la explotación de petróleo y gas, y promover las energías limpias, sin considerar el impacto que tendrá esto en la economía y el desarrollo globales.
A los niños se les debe enseñar que la identidad sexual es una mera percepción y por lo tanto, la fluidez de género no solo es aceptable sino hasta deseable.
Todo esto es en nombre de los derechos humanos y la aceptación de la diversidad. Pero la diversidad religiosa, la objeción de conciencia, la preservación de la familia como pilar de la sociedad, no entran en esas categorías.
Por otro lado, siendo la ONU un organismo que ha adquirido un poder desmesurado, puede decirse que sus directrices son de obligatorio cumplimiento. Durante la crisis de la pandemia del covid 19, pudimos ver cómo nos confinaron a todos, haciendo ver a los disidentes casi como delincuentes.
En 2021 la ONU publicó un documento dirigido a todas las ONG y grupos de derechos humanos, pidiéndoles que informaran, con nombres propios, qué gobiernos, organismos o personas ejercían algún tipo de discriminación u opinión negativa contra la ideología de género. Ni más ni menos que una “lista negra”, al mejor estilo de los gobiernos totalitarios. Definitivamente marcha muy saludable la agenda globalista de la ONU.
Así mismo, podemos ver cómo las sesiones que se celebran en su sede de Nueva York con presencia de todos los líderes mundiales han perdido su solemnidad y ya parecen más un circo que una reunión de lo mejor de cada país.
En la última sesión el pasado 19 de septiembre, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, leyó un discurso ambientalista en el que explicó cómo ‘la cocaína es menos dañina que el petróleo’. En otra época, esto hubiera causado risa a algunos miembros e indignación a otros.
Pero, por el contrario, esas extrañas palabras fueron bien recibidas, pues se encuentran alineadas al discurso de la ONU.
Después de reflexionar sobre todo esto, cabe preguntarnos: ¿Tiene algún sentido seguir viendo a la ONU como un organismo que nos representa a todos? Parece que la respuesta no admite muchas ambigüedades.
Sin embargo, no será fácil promover el desmonte de un ente que nos está llevando por un camino incierto. Al final, los únicos derechos humanos serán los de las élites que nos gobiernen desde sus butacas en la sede de la ONU. Los demás sólo tendremos la opción de apegarnos a los lineamientos de esos burócratas, invisibles para nosotros.
Porque, si no seguimos calladamente la nueva religión de la diversidad sexual y el falso ambientalismo, correremos el peligro de entrar en alguna lista negra.
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
Foto: Sede de la ONU en Nueva York – Envato
Artículos similares:
- ¿Destruirá el Globalismo el Sentido de Nación?
- Superpotencias se Disputan la Supremacía Mundial
- Cómo el Progresismo Destruye la Fe en Dios