Desde finales del siglo XX, Estados Unidos, Rusia y China han avanzado en el desarrollo de tecnologías neurotecnológicas capaces de manipular el comportamiento humano. Estas armas, que utilizan energía dirigida y radiofrecuencia, se encuentran en el centro de preocupaciones éticas y políticas, ya que tienen el potencial de vulnerar los derechos humanos y, en última instancia, amenazar la democracia.
El auge de las armas de energía dirigida
El uso de armas de energía dirigida para influir en la actividad cerebral humana se remonta a la Guerra Fría, cuando tanto Estados Unidos como la Unión Soviética comenzaron a investigar su capacidad para controlar el comportamiento de individuos y multitudes. El proyecto HAARP, desarrollado en los años 90 por Estados Unidos, fue un avance crucial en este campo, con la capacidad potencial de influir en grandes áreas del planeta mediante señales de radiofrecuencia. Según críticos, como los autores Nick Begich y Jeanne Maning, esta tecnología podría usarse para manipular la mente humana a gran escala.
En 1999, el Parlamento Europeo solicitó la prohibición global de estas tecnologías tras recibir testimonios sobre el posible uso de estas armas para el control mental. A pesar de esta advertencia, la investigación y el desarrollo en este campo continuaron, con países como Rusia y China uniéndose a la carrera por dominar estas innovaciones.
El comandante Cornelis van der Klaauw, oficial de la Marina Real de los Países Bajos y reconocido experto en el Centro de Guerra Conjunta de la OTAN para Operaciones de Información y Comunicaciones Estratégicas, explicó en un artículo publicado en 2023 cómo las nuevas tácticas de guerra cognitiva pueden evadir la conciencia humana y atacar directamente el subconsciente, aprovechando las emociones y las decisiones irracionales que surgen en ese nivel.
“La razón por la que los ataques cognitivos pasan desapercibidos para sus objetivos es que las actividades cognitivas pasan por alto la mente consciente y apuntan directamente al subconsciente de una persona… la mayoría de nuestras decisiones las toma nuestro subconsciente… Los ataques cognitivos tienen como objetivo explotar las emociones arraigadas en nuestro subconsciente, pasando por alto nuestra mente consciente racional”. Guerra cognitiva, Comandante Cornelis van der Klaauw, 2023
El impacto sobre los derechos humanos y la democracia
Mojmir Babacek, experto en neurotecnologías, advierte sobre el peligro que representan estas armas para los derechos humanos fundamentales, incluida la libertad de pensamiento. Según Babacek, aunque los Estados democráticos promueven la defensa de los derechos humanos, el secretismo que rodea a estas tecnologías sugiere que podrían ser utilizadas para controlar el comportamiento de las personas sin su consentimiento, socavando los pilares de la democracia.
En 2023, el Parlamento Europeo anunció nuevas regulaciones sobre la inteligencia artificial (IA) con el objetivo de proteger a los ciudadanos europeos. Sin embargo, hasta ahora no ha habido una prohibición explícita del uso de armas de energía dirigida o tecnologías de control mental. La preocupación sobre el impacto de estas tecnologías en las libertades civiles continúa creciendo.
La competencia entre superpotencias
La competencia entre Estados Unidos, Rusia y China por el desarrollo de estas tecnologías sigue intensificándose. Un informe de 2023 reveló que el Ejército Popular de Liberación de China está trabajando en armas cognitivas diseñadas para alterar el funcionamiento cerebral de líderes gubernamentales o poblaciones enteras. Estas armas pueden afectar las decisiones de las personas, explotando sus emociones a través del subconsciente y omitiendo la intervención consciente de la mente.
En el contexto geopolítico actual, estas tecnologías plantean un desafío estratégico. La posibilidad de que un gobierno o grupo militar manipule el comportamiento de poblaciones enteras plantea serias interrogantes sobre la estabilidad política global y los derechos democráticos.
Un futuro incierto
A medida que avanza la neurotecnología, las democracias modernas enfrentan el desafío de equilibrar la innovación con la protección de los derechos humanos. La manipulación de la actividad cerebral mediante armas de energía dirigida y la posibilidad de control mental masivo son temas que requieren una atención urgente de los gobiernos y organismos internacionales.
Es fundamental que la comunidad internacional establezca normas claras para el uso de estas tecnologías y asegure que no sean utilizadas para socavar la libertad de pensamiento y otros derechos fundamentales. Solo así se podrá garantizar que la democracia siga siendo el sistema político dominante y protector de las libertades individuales en todo el mundo.
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