5 minutos de lectura. En un mundo cada vez más alejado de las tradiciones, la Reina Isabel II de Inglaterra dejará por siempre su huella de lo que, en sus mejores momentos, representó una verdadera monarquía.
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El pasado 8 de septiembre se conoció la noticia de la muerte de la reina de Inglaterra, Isabel II, a los 96 años de edad.
Después de reinar por 70 años, se convirtió en la reina que por más tiempo ostentó el título de soberana de los ingleses.
Sin embargo, durante esos 70 años de reinado, le tocó presenciar el declive de la monarquía acosada por multitud de escándalos y los grandes cambios sociales que se presentaron, no solo en Inglaterra, sino en el mundo.
El poderoso imperio británico prevaleció durante varios siglos, en una historia llena de guerras, ambiciones, rivalidad con otros imperios y continua expansión por el mundo. Con el imperio español prácticamente se dividieron la mayor parte de los nuevos territorios, en los siglos XVI y XVII.
De esta forma, se produjo la expansión del poder imperial y la extensión de la cultura anglosajona por naciones que, con el tiempo serían poderosos países, como EEUU, Canadá o Australia.
Con el devenir de los tiempos, al igual que sucedió con todos los otros reinos europeos, los imperios se fueron desmembrando hasta quedar casi reducidos a nada. Sin embargo, Gran Bretaña aún conserva la influencia monárquica a través de la Mancomunidad de Naciones o Commonwealth of Nations, sobre 54 países que tienen lazos históricos con el antiguo imperio.
Sin embargo, puede decirse que esto es más por una nostalgia hacia la antigua monarquía, que por una verdadera ascendencia sobre dichas naciones. Sus efectos prácticos son en realidad nulos.
Es así que, aunque aún existen otras monarquías en el mundo, la de Gran Bretaña es hoy día un símbolo de la grandeza del pasado. Pero que aún sigue luchado por mantenerse al margen de la corriente que unifica a todos los países, como una masa informe sin identidad propia.
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También es cierto que dentro de la Gran Bretaña existe una fuerte tendencia a querer desmotar la figura de la monarquía, a la que consideran obsoleta y fuera de lugar en nuestro tiempo.
Su figura siempre fue controversial, criticada por unos y amada por muchos. Desde el comienzo de su reinado, a los 26 años de edad, se caracterizó por su estricto apego a los protocolos y tradiciones reales.
Así mismo, cuando tenía 21 años de edad, siendo todavía una princesa, dijo: “Declaro ante ustedes, que toda mi vida, ya sea larga o corta, estará dedicada a servirles”. Esta declaración fue la norma que marcó toda su vida, tanto en la pública como en el entorno privado.
Este fue el motivo, por el cual muchos de su círculo familiar, incluyendo el nuevo monarca Carlos III, la consideraron fría y distante. En realidad, era poco dada a las demostraciones emotivas o de afecto. La persona más cercana a ella fue su esposo el príncipe Felipe, quien compartía su idea de que los deberes de la corona estaban por encima de las necesidades familiares.
La reina tenía muy claro que antes que madre, esposa o pariente era, ante todo, la reina de todos sus súbditos, y era a ellos a quienes debía todo su fervor y atención.
Mucha gente del pueblo sí comprendía su actitud, que, sumada a su conducta intachable, libre de escándalos mundanos, le atrajo un gran respeto. Su figura fue siempre la de una verdadera reina, distante como persona, pero siempre presente como reina cuando se le requería.
Una de las mayores controversias durante su reinado fue la difícil relación con la princesa Diana, esposa fallida del príncipe heredero. La conducta de Diana era más cercana a una plebeya que a una reina, y fue adorada por muchos, pues se le veía más humana y cercana a la gente.
Sin embargo, con el paso de los años, muchos llegaron a entender que una reina debía tener el comportamiento de Isabel y no el de la bella y trágica Diana.
Esta conducta de Diana se repitió con el príncipe Harry y su esposa Meghan, quienes fueron aplaudidos en países extranjeros, pero duramente criticados en su propia patria. Porque un personaje real debe saber que él se debe al pueblo que lo sitúa en un trono y no a sus caprichos, y menos si estos son de carácter plebeyo.
Este entendimiento alejado del carácter de la monarquía hizo que los últimos años del reinado de Isabel II no fueran fáciles. Los divorcios, los escándalos familiares, los ataques de muchos que desean ver acabada la monarquía, pusieron a prueba la paciencia de la reina.
Pero afortunadamente, Isabel supo preservar su carácter real, y se mantuvo por encima de los chismes y presiones mediáticas, alejada de aquellas cosas que no eran de la incumbencia de su posición.
La discreción real de Isabel le ayudó a ganarse el respeto, aún de muchos de sus adversarios.
Entendiendo todo esto, sabemos que la tarea que le espera al rey Carlos no es fácil. Porque ser respetado sin despertar antipatía no es nada fácil. Y hasta ahora, él no ha podido probar que en ese aspecto se encuentre a la altura de su madre.
Lograr ese respeto es fundamental, más ahora cuando muchos desean terminar con la monarquía británica.
Aunque la monarquía inglesa sea obsoleta en la sociedad actual, si Gran Bretaña pierde a sus reyes, podría significar que definitivamente la edad de su grandeza ha desaparecido para siempre.
Esperemos que los nuevos herederos de la corona inglesa entiendan esto y que los súbditos se den cuenta que la existencia de la monarquía es la que permite que, todavía, Gran Bretaña sea grande ante el mundo.
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
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