Llama la atención ver que, en la actualidad, a través de varios medios y plataformas de videos, se ridiculiza, y difama abiertamente el nombre de Jesús, y los cristianos muestran cierta tibieza y cobardía para defenderlo.
Es triste ver que muchos representantes de las iglesias cristianas, al atender entrevistas en los medios, no hablan abiertamente a favor de su Dios y solo en voz baja expresan con timidez su descontento, con el fin de evitar enfrentamientos. Dan la impresión de que se avergüenzan de ser cristianos.
Cuando en privado se les pregunta a ellos por qué no han defendido la imagen de Jesús, contestan que el mismo Señor Jesús enseñó la compasión, el poner la otra mejilla, y el perdón a los enemigos, etc. Esta deslealtad lo que refleja realmente, es una falta de compromiso con su fe.
Hagamos una corta recopilación de las producciones que atacan la imagen de Jesús:
Por ejemplo, está Netflix, abanderada en ridiculizar a Jesús, sin ninguna consecuencia. No pasó nada cuando presentó el episodio de Paradise P.D. titulado «Trigger Warning”, donde se muestra a Jesús descendiendo de la Cruz para matar con ametralladoras a quienes lo perseguían, para después tener sexo con dos mujeres. O, cuando se presentó el filme brasileño ‘La primera tentación de Cristo’, donde se muestra un Jesucristo ‘gay’, manteniendo relaciones con el demonio, y una virgen María lujuriosa que tiene sexo con ‘Dios’; sus discípulos son todos unos borrachos.
Tampoco ha pasado nada cuando otras productoras muestran a Jesús como libertino, rockero, alcohólico y consumidor de drogas. Y, lo más reciente, la película «Habit», -que está por estrenarse-, la cual muestra a «Jesucristo» como una mujer lesbiana, manteniendo relaciones con una narcotraficante disfrazada de monja.
De hecho, esas irreverencias no son de ahora. Comenzaron en 1973, con la película «Jesucristo Superstar», en la cual aparecía Jesús cantando en un musical pop lleno de droga. Luego, en 1979, la película «La vida de Brian», ridiculiza a Jesús, hasta el punto de ser prohibida en varios países.
En 1988, se presentó «La última tentación de Cristo», de Martin Scorsese, donde Jesús renuncia a ser Dios para vivir una vida mundana con María Magdalena. En 1999, la película «Dogma» muestra a dos ángeles vengativos al lado de Jesús haciendo chistes subidos de tono sobre la religión.
Todo lo anterior, sin contar que en la actualidad hay infinidad de caricaturas blasfemas, música con letras ofensivas hacia la fe, comercialización de ropa con imágenes cristianas sagradas, etc. Medios como la revista Charlie Hebdo que defiende el “derecho a la blasfemia” con caricaturas grotescas sobre Jesús y la virgen María.
El arte moderno también está incluido en las ofensas a la fe cristiana, con pinturas de cristos desnudos, con senos de mujer, cuerpos deformes, etc
Y para rematar, están los actos de profanación de templos e imágenes sagradas en diversos países de Europa y Latinoamérica, que las nuevas ideologías llevan a cabo en sus protestas.
Si bien es cierto que hay algunas voces y grupos organizados que piden que estas blasfemias cesen, tienen tan poca adherencia de los creyentes, que no alcanzan a tener el impacto suficiente para lograr resultados satisfactorios. Además, los creadores de estos contenidos se escudan en la libertad de expresión y la ley los ampara.
Entonces, ¿no hay nada que hacer?
Pensemos un poco. ¿Por qué no se atreven a difamar al dios de los musulmanes? Porque ellos no tienen problema en poner bombas y decapitar a quien le falte al respeto a Alá o a Mahoma. Entre ellos hay grupos extremistas, y por eso los respetan. Pero no hay que llegar a esos extremos para que los cristianos sean respetados.
Hay tantos millones de creyentes en Cristo en todo el mundo que, si ejercieran la presión suficiente, las cosas y las leyes cambiarían. Por ejemplo, si todos reaccionaran en forma unánime para boicotear pacíficamente estas industrias cinematográficas, artistas y medios de comunicación, seguro que la realidad sería otra. Si se les afecta el bolsillo, los ofensores pensarán dos veces antes de crear material ofensivo.
Así mismo, si se uniera el pueblo cristiano, podría hacer cosas importantes para llamar la atención de la sociedad y presionar a las autoridades. Por ejemplo, recoger firmas, hacer manifestaciones masivas pacíficas en todo el mundo, denunciar legalmente los irrespetos, etc.
Además, los sacerdotes y pastores, deberían responsabilizarse de crear conciencia desde el púlpito para que los creyentes hagan respetar a Jesús, enseñarles que siempre deben hablar. También, hacer alianzas con otras iglesias o religiones para brindarse apoyo mutuo.
Los altos jerarcas y líderes evangélicos deberían, además, responsabilizarse por la imagen de su Dios, haciendo gestión a niveles gubernamentales, liderando demandas; sencillamente salir a ‘dar la lucha’.
Defender la fe y a su Dios es un deber de todo creyente, de cualquier religión, y es la demostración de lealtad hacia su Creador. Pero se necesita determinación y coraje. No se puede ser pasivos y neutrales ante las vejaciones de lo sagrado. Se necesita acción. Y, si los cristianos quieren seguir el ejemplo de Jesús, habría que recordar que Él fue un ejemplo de mansedumbre, pero no de debilidad. Es un compromiso con las futuras generaciones.
Editorial VCSradio.net