Un cuento antiguo relata que una persona visitó una vez a un adivino para que le hablara sobre su vida. El adivino tomó sus datos de nacimiento y se asombró:
“Vaya, usted tiene la mejor fortuna que he visto en esta vida. Está predestinado a ser muy rico. No solo tendrá riqueza para gozar durante toda su vida, sino también gloria, ¡realmente tiene una vida tan buena! Según veo, ¡en menos de cinco años su riqueza puede ser la más grande del país!”
Esta persona se quedó sin aliento y se puso loca de contenta. Le pagó bien al adivino y, desde entonces, no hizo nada más. Todos los días andaba por todos lados simplemente para pasar el tiempo o se quedaba durmiendo en su casa, esperando su fortuna.
Los cinco años pasaron muy rápido, pero él no sólo no se hizo rico, sino que, como no trabajaba, gastó todo lo que tenía para subsistir. Al final, murió enfermo y en la pobreza. Era tan pobre, que ni siquiera le quedó dinero para que alguien arreglara su funeral.
Ya en el inframundo, su espíritu amargado, reclamó al Rey del Infierno, acusando el daño que le había causado el adivino. El Rey del Infierno revisó el registro de vivos y muertos y vio que allí estaba asentado que esta persona debía vivir hasta los ochenta y nueve años, además debía tener riqueza ilimitada, tierras, etcétera.
Al lado de su nombre en el registro de vivos y muertos había unas palabras en letra pequeña que decían que que, esta persona había acumulado virtud por tres generaciones, por eso, en cierto año y cierto mes de su vida, debía recibir ciento veinte mil onzas de plata.
El Rey sintió que el asunto no era simple y tuvo que reportarlo al Emperador de Jade. El Emperador de Jade también quedó perplejo y llamó a la deidad de la fortuna para consultarle.
La deidad de la fortuna reportó que, cuando buscó su nombre entre todos los comerciantes, para entregarle las 20 mil onzas de plata, no lo encontró listado. Temiendo haberse equivocado sobre su profesión, derivó el caso a la deidad de los funcionarios, Wen Chang.
La deidad Wen Chang recordó este caso y dijo que él había recibido la plata para darle a esa persona, pero que buscó su nombre entre todos los registros de funcionarios y no lo encontró, por eso tuvo que redirigir el caso a la deidad de las profesiones humanas, Shen Guang.
Shen Guan también reconoció que recibió la plata, pero dijo que no encontró a esta persona en el registro de todas las trescientas sesenta profesiones listadas para los humanos; por lo tanto, reenvió el caso a la deidad de la Tierra.
La deidad de la Tierra con mucho miedo, se arrodilló y contó lo sucedido. Dijo que esta persona no estaba en ninguna profesión en la sociedad de los mortales y tampoco produjo nada. Entonces tuvo que poner la plata debajo de su cama. Pero esta persona ni siquiera se agachó alguna vez para barrer la tierra debajo de su cama, así que nunca vio lo que había allí porque era un perezoso; así, finalmente murió enfermo y pobre.
El emperador de Jade se enojó cuando escuchó esto y dijo: “Esta persona solo sabe esperar para recibir, es tan vaga que no hizo absolutamente nada para poder recibir lo que le fue otorgado.
Según la Ley, tiene que ir al infierno para sufrir y arrepentirse, pero por la virtud que acumuló en tres generaciones, lo sentencio a que el Rey de la Reencarnación arregle que en la próxima vida sea un cerdo, que coma todos los días y no haga nada. Así cumplirá lo que quiso ser en esta vida”.
Aunque la riqueza o la buena fortuna están predeterminados, aún se necesita la voluntad y esfuerzo para obtenerlos o, en otras palabras, mostrar a los dioses la virtud necesaria para recibir esta riqueza.
Relato adaptado para https://vcsradio.net/
Narración, César Múnera
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