5 minutos de lectura. Las protestas en Irán, causadas por la muerte de Masha Amini mientras estaba en manos de la policía, han venido creciendo día a día. Ahora son las mujeres quienes ponen a temblar al régimen patriarcal de los ayatolás.
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La muerte de Mahsa Amini recientemente, mientras estaba bajo arresto por parte de la “policía de la moral” en Irán, luego de ser acusada de uso inadecuado del hiyab o velo que cubre la cara, desató en todo el país una serie de protestas que han ido escalando con el pasar de los días.
Desde 1979, cuando se fundó la República Islámica de Irán, este país ha estado bajo el férreo mandato de un régimen teocrático, que impone una estricta observancia de las leyes islámicas sobre sus ciudadanos.
Pero no solo se trata de la represión hacia el interior. También ha apoyado grupos terroristas en otros países, manteniendo constantes tensiones con occidente, especialmente con EEUU.
Todo este tipo de problemas políticos, incluyendo las sanciones impuestas al régimen iraní por la sospecha de estar procesando uranio con fines bélicos, han desviado la atención del mundo de los problemas internos que se viven allí.
La imposición de la Sharía o ley islámica, de obligatorio cumplimiento, especialmente para las mujeres, se ha convertido en un mecanismo de opresión. La observancia de esta ley está a cargo del líder supremo, quien rige los destinos del país.
Desde los inicios de la república, solamente ha habido dos líderes supremos: el ayatolá Ruhollah Jomeini, quien murió en 1989. Y desde entonces, el ayatolá Alí Jamenei. Aunque existe un régimen presidencial, su poder es limitado y las leyes islámicas controlan la forma de vida de los ciudadanos.
Uno de los mecanismos de control de este régimen es la “policía de la moral“, la cual se encarga de vigilar el cumplimiento del código de conducta islámico en público. A pesar de que se supone que el comportamiento adecuado es para todos, se enfoca realmente en las mujeres.
Sin embargo, con el tiempo, ellas han mostrado cada vez más abiertamente su descontento ante esta imposición opresiva, desafiando en muchas ocasiones el exigente control de la policía de la moral. Especialmente respecto al uso del hiyab o velo, hay cada día mayor rechazo.
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Pero en esta ocasión, la muerte de la joven Mahsa Amini no pasó desapercibida para los ciudadanos iraníes. Rápidamente centenares de mujeres comenzaron a manifestarse, e incluso muchos hombres las apoyaron. Ante la represión policial, las protestas se extendieron a las universidades y, finalmente, a los colegios, donde las niñas se rebelaron también masivamente.
El conflicto ha dejado más de 159 civiles muertos, incluyendo menores de edad. Pero la protesta femenina crece y parece que es el régimen -más que ellas- quien tiene miedo. No es la primera vez en años recientes que Irán se ve envuelto en protestas masivas, pero este caso parece haber alcanzado otro nivel.
La razón es, que las manifestaciones ya no piden libertad ni protestan por el costo de la vida. Literalmente, ahora se está pidiendo el fin del régimen de los ayatolás. Por todas partes se destruyen fotos de Jomeini y de Jamenei, y se protesta incluso contra la república islámica.
Todo este movimiento, liderado por mujeres cansadas de la opresión, ha tenido repercusiones internacionales. Tanto EEUU como la Unión Europea anuncian nuevas sanciones contra Irán, mientras los organismos de derechos humanos denuncian una vez más los atropellos cometidos por la policía del régimen.
Ante todo esto, solamente llama la atención el silencio de los movimientos feministas. En el mundo occidental estos alzan su voz pidiendo más libertades, mientras son financiados por gobiernos y multinacionales.
Pero esta actitud deja muy en claro que el interés de dichos grupos feministas no es la defensa de la mujer ni la reivindicación de sus derechos más fundamentales. Lo que realmente les interesa es imponer su ideología pro aborto, el odio entre hombres y mujeres y la destrucción de la familia como base de la estructura social.
Mientras tanto, las mujeres iraníes luchan por derechos tan básicos como ser tratadas dignamente, tener acceso igualitario a la educación y al trabajo, y dejar de ser apenas un apéndice de sus familiares masculinos.
No obstante, en medio de esta lucha que es prácticamente por la supervivencia, están poniendo a temblar a un régimen autoritario que ha venido sembrando por décadas el odio y prohibiendo el derecho a pensar diferente a lo que sus líderes consideran correcto.
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
Foto: Protestas en New York – Wikimedia Commons
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