Artículo de opinión Periodista Lucía Fernández Buitrago para Vivirconsabiduría.Uno
Quiero referirme a un tema muy sensible, el cual ha impactado en los medios por estos días, por el desprecio que muestra hacia el medio ambiente y hacia los principios más elementales de respeto a la vida de otras especies y su preservación: la caza y comercio de aletas de tiburón.
Estaba leyendo acerca del desperdicio de alimentos en el mundo, el cual según la máxima autoridad alimentaria (FAO), asciende a 1300 millones de toneladas de comida que, lamentablemente terminan en la basura. De pronto se me apareció una noticia que me estremeció y me llevó a reflexionar en una frase y a la vez pregunta, “el ambiente es de todos”. Se trataba de la caza y comercio de aletas de tiburón, la cual promueve la tortura y la condena a muerte de seres vivos dentro de su propio hábitat.
Pero, en realidad, la frase “el ambiente es de todos”, ¿nos da el derecho a matar? Aunque en algunos países se autoriza dicha práctica, me refiero específicamente a Colombia, que mediante la resolución 350 de 2019, autoriza” la pesca artesanal y para individuos con aletas adheridas al cuerpo”. Recientemente, el ministerio de ambiente y desarrollo sostenible de Colombia, debido a la polémica desatada al respecto y por la indignación de muchas personas, emitió un comunicado el pasado 29 de octubre; me remito al cuarto punto del mismo: “desde el año 2010, se reconoce la cuota de pesca artesanal sobre tiburones en Colombia, la cual no ha aumentado desde entonces, manteniéndose en un porcentaje que no afecta la sostenibilidad de las especies”. Razón que a mí en particular no me hace sentir mejor, ni me hace aceptar esta práctica. Sólo basta pensar en la escena del tiburón al que regresan al agua luego de que sus aletas son cortadas.
Sin embargo, el primer punto del comunicado dice: “La convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres (CITES) de la cual Colombia forma parte desde 1961, tiene como objetivo velar por la conservación y uso sostenible de las especies de flora y fauna silvestres que son objeto de comercio internacional, permitiendo la comercialización de los tiburones (peces condrictios) amparados bajo el apéndice II de esta convención” y dice también que, “Colombia, ha sido un abanderado en la inclusión de estas especies en el listado CITES para su conservación y aprovechamiento sostenible” Y el punto 2 del comunicado, continúa, “la protección de los tiburones es una política nacional, enmarcada dentro del plan de acción nacional para la conservación y manejo de tiburones , rayas y quimeras de Colombia, adoptado mediante el decreto 1124 de 2013”. Entonces, amables oyentes, la pregunta sería: realmente proteger al medio ambiente y conservar estas especies, es permitir que a los tiburones les amputen las aletas condenándolos a una muerte agónica y dolorosa?. En realidad, ¿podemos segar la vida en pro del “aprovechamiento sostenible”?
Para quienes no lo saben, la función de las aletas del tiburón, es darle estabilidad, evitando que gire sobre sí mismo. Las aletas de tiburón son vendidas a precios muy alto, especialmente en Asia. Así mismo, allí practican una modalidad de pesca llamada finning, que consiste en cortarle las aletas al tiburón todavía vivo, para en seguida regresarlo al mar.
Para finalizar, pienso que en vez de apoyar estas prácticas, se debía controlar el desperdicio de alimentos y enseñarnos a nosotros mismos y a nuestros niños a tomar consciencia sobre el respeto por la naturaleza y la vida; así mismo, a promover la gratitud por los recursos naturales que disfrutamos, porque parece que el significado de la frase “el ambiente es de todos” se alteró y ahora significa que el hombre tiene la autoridad y el poder para crear resoluciones para torturar y violar unos principios de convivencia y respeto al derecho número uno de todo ser viviente del universo, el cual es la vida, en pro del aprovechamiento sostenible de los recursos.
Nota. El artículo expresa la opinión personal de la periodista.