Las grandes hazañas se logran mediante esfuerzos modestos pero continuos. De igual manera, grandes planes pueden ser interrumpidos por la creciente acumulación de pequeños errores.
El texto taoísta “Liezi” cuenta la historia de Yu Gong, de 90 años, quien niveló dos montañas con solo la fe y la perseverancia.
Yu Gong vivía cerca de dos montañas en la rivera norte del Río Amarillo. Tenían más de 1100 kilómetros de ancho y varios miles de kilómetros de alto. La gente que viajaba hacía o desde el río tenía que tomar un largo desvío alrededor de las montañas.
Luego de años de ver esto, Yu Gong decidió finalmente que la única solución era mover las montañas. Él y tres hijos y nietos fueron a las montañas a romper piedras y cavar la tierra. Luego transportaron las piedras y la tierra hasta las orillas del Mar Bohai.
Zhi Sou, quien vivía en la vuelta del río, se rió de Yu Gong. “Con esa minúscula mano de obra, ¿cómo esperan nivelar dos montañas?”
Yu Gong respondió: “Incluso luego de que muera, mis hijos continuarán el trabajo. Ellos tendrán nietos, quienes tendrán bisnietos. Mi familia siempre tendrá futuras generaciones que continúen, mientras que estas montañas no van a hacerse más altas. Ellas serán niveladas algún día. ¿De qué me tengo que preocupar?”
Zhi Sou no supo qué decir.
A pesar de su avanzada edad y limitada fuerza, Yu Gong no tenía duda de que su objetivo idealista sería alcanzable con esfuerzos firmes y continuos.
De hecho, su fe y determinación conmovieron al Dios Celestial, quien ordenó a las deidades poderosas que lo ayudaran a mover las montañas. Desde ese entonces, los viajantes pudieron alcanzar el Río Amarillo sin obstrucción.
Grandes derrotas comienzan con fallas menores
Sima Qian, historiador, registró que el Rey Zhou, el último rey de la Dinastía Shang (alrededor de 1556–1046 a. C.), recibió una vez un par de palillos de marfil que él adoraba.
Viendo esto, su consejero Qi Zi suspiró y dijo: “Cuanto más se preocupe el rey por estos palillos, más podría pensar que solo pueden ser usados con cuencos hechos de cuerno de rinoceronte y copas hechas de jade blanco”.
“Con una vajilla tan fina, él querrá que contenga solo las mejores exquisiteces. Al ser usadas con tales exquisiteces, él deseará solo las túnicas de seda más caras y los palacios más majestuosos”.
“A partir de esos palillos, ya puedo ver lo que ocurrirá. No puedo evitar preocuparme por el rey”.
La predicción de Qi Zi efectivamente se hizo realidad. Los gustos del Rey Zhou crecieron y crecieron. Él abandonó sus tareas y se entregó al lujo y a orgías ebrias. Cobró pesados impuestos para construir residencias opulentas con piscinas de vino y bosques de carne. Así perdió el respeto y el apoyo de la gente, lo que3 resultó en el derrocamiento de la Dinastía Shang.
Luego de su derrota, el Rey Zhou prendió fuego a su palacio y tesoros y se suicidó arrojándose a las llamas.
En vez de controlar sus deseos cuando aún eran pequeños, el Rey Zhou dejó que su avaricia creciera sin control. Lo que era una defecto menor se convirtió en una gran catástrofe, que al final le costó su reino y su vida. Su historia enseña una importante lección: hay que ser sabio y reflexionar, rectificar constantemente nuestras falencias antes de que se conviertan en asuntos serios o incluso desastres.
Redacción: La Gran Época