5 minutos de lectura. Actualmente la cultura de la cancelación ha llegado a extremos delirantes. Pero que un gobierno considere un delito orar en silencio parecería un chiste si no se tratara del peor atropello imaginable.
Puede escuchar o leer este artículo a continuación:
Recientemente en la ciudad británica de Birmingham fue detenida una mujer por el delito de orar en silencio. Esta noticia, de aspecto surrealista, no es otra cosa que la consecuencia de las nuevas medidas en el Reino Unido para proteger el aborto.
Se trata de la activista provida Isabel Vaughan-Spruce, quien dirige la sede de Birmingham de la ONG “40 días por la Vida”. En esta ONG primordialmente se reza para pedir por el fin del aborto.
El episodio ocurrido en esta ciudad se debe a la Orden de protección del espacio público (PSPO), por medio de la cual se considera un delito cualquier acción percibida como interferencia con el aborto. Por tal razón, se protege a las clínicas abortistas con una “zona de amortiguamiento”. Dentro de esta, actividades como la oración y otras similares son consideradas intimidatorias hacia las usuarias de los servicios abortivos.
La señora Isabel Vaughan-Spruce estaba cerca de la Clínica BPAS Robert en Kings Norton, de pie, con los ojos cerrados y sumida en sus pensamientos. En esos momentos, la clínica abortista se encontraba cerrada, y no había ninguna persona buscando tales servicios.
Aparentemente alguien se quejó de su actitud sospechosa, y fue abordada por la policía. Después de que ella aclaró que no estaba protestando, le preguntaron si estaba rezando. Ella simplemente contestó que podría estar orando en silencio.
Después de esto fue registrada y acusada de romper la norma relativa a la “zona de amortiguamiento”. Entre otras cosas, se le dictó una prohibición de participar públicamente en oraciones, inclusive fuera de los límites de 150 metros alrededor de las zonas PSPO.
Todo esto podría interpretarse como un exceso por parte de policías celosos del el cumplimiento de alguna ley, si se tratara de un hecho aislado. Pero lo cierto es que ya se está cursando en Inglaterra un proyecto de ley para condenar hasta con dos años de prisión a quienes sean considerados de interferir en las actividades abortivas.
De hecho, esta ley ya existe en España. Allí recientemente se enjuició a una pareja de ancianos por ayudar a una mujer que decidió desistir de abortar. A pesar de que ella testificó a su favor, el proceso continuó, en un esfuerzo por sentar un precedente.
Esta clase de acciones adelantadas por gobiernos influidos por las doctrinas que buscan reducir la población a cualquier precio, muestran claramente cómo en países que se dicen democráticos se atropellan los derechos de quienes piensan diferente. Esto sucede con la complacencia de los grandes medios y quienes tienen poder de influencia sobre la población.
Es claro que, se está criminalizando a quienes defienden el derecho a la vida de los no nacidos. De este modo, el asesinato ha adquirido legalidad, mientras la defensa de la vida es un crimen.
Muchos analistas hablan del cumplimiento de lo profetizado por George Orwell en su novela ‘1984’, donde expone crímenes de pensamiento en una sociedad futurista autoritaria; sin embargo, lo que se ve ahora es aún peor. Se trata de la inversión total de los valores éticos frente al derecho a la vida y a la muerte.
A la par con todo esto, avanza la represión hacia las creencias religiosas y espirituales, las cuales se ven como enemigas peligrosas de este nuevo orden, y es China la abanderada en este tema.
Ampliamente se ha denunciado al Partido Comunista Chino por la persecución despiadada a los practicantes de la meditación Falun Gong a quienes consideran perturbadores del orden social por pensar diferente.
Sin embargo, lo que más preocupa en el caso de que nos ocupa hoy, es que se trata de un país occidental donde se supone que las libertades individuales son respetadas. Se ha llegado a este grado de intolerancia por el extremismo de las ideas promovidas por el progresismo.
Quienes piensan diferente, son calificados de extremistas de derecha, fanáticos religiosos o promotores del odio.
Todo esto debe llevarnos a pensar en el peligro que corre una sociedad que da la espalda a los valores más fundamentales sobre los cuales se ha edificado la civilización. Lo más grave es que no se trata de una sociedad aislada.
Parece ser un movimiento global, donde los que no participan activamente en la promoción de tales ideas destructivas, miran lo que sucede con indiferencia. Y, naturalmente, quienes se atreven a protestar, si es que rezar en silencio puede ser una protesta, son tratados como criminales.
Tal vez lo más racional debería ser que todos nos uniéramos a Isabel Vaughan-Spruce en una oración que pueda detener la locura en la que está cayendo el mundo entero. Porque parecería que ya solo queda rezar o meditar, en silencio, aunque esto se pueda considerar subversivo.
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
Foto de portada: Isabel Vaughan-Spruce orando frente a un centro de aborto en Kings Norton, Birmingham, antes de ser detenida. Foto de Infovaticana.com.