8 minutos. Xi Jinping, amparado en orientaciones globalistas, está estructurando leyes para acabar con las religiones, sus templos, estatuas, e incluso las vidas de personas de fe.
Desde que el partido comunista se toma el poder violentamente en China, el objetivo principal de Mao Zedong fue el de erradicar las religiones y borrar del país cualquier vestigio de espiritualidad.
En estos momentos el programa del partido comunista chino en cabeza del líder Xi Jinping, está estructurando nuevas leyes, amparado en las orientaciones globalistas, para acabar con las religiones, sus templos, estatuas, e incluso las vidas de personas de fe.
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En 1989, Deng Xiaoping, hace varias reformas al Estado Comunista y se crea la famosa apertura económica para dar más confianza a sus proyecciones, dando cierta legalidad a las religiones de acuerdo a la constitución Nacional, concediendo permisos especiales, pero con estricto control y vigilancia para su respectivo funcionamiento.
Así, algunos lograron mantener o construir sus templos y conservarlos bajo las leyes que empezaron a regir en ese momento, pero muchos decidieron la clandestinidad.
En ese momento histórico, la inmensa población china, nuevamente se volcó a las religiones y de acuerdo a lo registrado por las estadísticas realizadas por algunos medios como Bitter Winter, aciprensa, diariojud, entre otros, indican que más de 370 millones de chinos han entrado en los dos últimos años a practicar alguna religión o disciplina espiritual.
Cuando Xi Jinping sube al poder, inicia sus políticas expansionistas y decide alinearse al grupo Globalista, el cual es una élite que quiere proyectar al mundo un nuevo orden mundial, con base a los principios comunistas: un mundo sin fronteras, una sola moneda y una sola religión mundial, etc.
Es aquí donde el Partido ve como una excelente oportunidad para sus intereses de dominación y destrucción de la moral humana y acabar con la fe tradicional.
Xi tardó menos de dos años para implementar las reformas que ordenan la nueva ley para acabar de raíz todo grupo religioso o espiritual con la consigna de que en China empieza una “nueva era” y el pueblo necesita una sola religión. Ahí comenzó la destrucción de miles de templos, instrumentos religiosos y estatuas de divinidades antiguas, y en el presente año, la situación para las comunidades espirituales se ha vuelto una feroz persecución.
El medio Bitter Winter registra en un artículo reciente, algunas de las medidas y formas de actuar de las autoridades para demoler, clausurar, encarcelar y expropiar los distintos centros religiosos:
– Utilizar lemas sensibles como, “Todas las Sectas son las culpables de los desastres en china, por lo tanto, hay que acabarlas”. Esta frase fue utilizada por el partido recientemente cuando aumentaron las protestas por las reformas educativas.
– Ofrecer recompensas para quienes denuncien lugares religiosos, con el fin de evitar que las personas puedan reunirse, ubicar los lugares religiosos no registrados, y aumentar las medidas restrictivas para su control.
– Lavar el cerebro del pueblo utilizando frases como: “En China, “civilizado” significa no tener nada que ver con la religión”, y ofreciendo recompensas en dinero.
– Los lugares de culto aprobados por el Estado están obligados a efectuar donaciones al gobierno (impuestos onerosos fuera de los establecidos normalmente), como el ‘impuesto del coronavirus’.
– Si hay resistencia de los creyentes que protegen los templos, la autoridad puede utilizar la fuerza contra las personas que intenten evitar la demolición de los templos o lugares de culto.
– Deben incluirse letreros en las puertas de las sedes religiosas legalmente reconocidas, como “Prohibida la entrada a menores de 12 años”, con el fin de que la nueva juventud rechace cualquier intento de acercarse a la espiritualidad, o de tener el ánimo de orar por iniciativa propia.
Con estas medidas y exigencias, la fuerza militar y gubernativa de China está acabando con un legado patrimonial de alto valor cultural, histórico y religioso de más de cinco mil años de historia.
Como muestra de esta destrucción patrimonial, el gobierno ordenó dinamitar una estatua de la Diosa Guanyin de 59.5 metros de altura esculpida en un acantilado, en la región central de China donde diariamente iban miles de personas a venerarla.
En el pasado mes de mayo, el PCCh comenzó otra campaña de destrucción a templos Taoístas en Wuhan, aplicando medidas drásticas contra personas creyentes del Taoísmo.
Aciprensa también denunció que, en la provincia de Jinan, hubo hace pocos días una demolición de un templo cristiano:
“Alrededor de 40 policías y trabajadores del gobierno ingresaron a la Iglesia Católica Liangwang en la mañana del 17 de julio del 2021 expulsando a tres mujeres que cuidaban el lugar”, denunció Aciprensa.
Asimismo, según Radio Free Asia, personas de la etnia uigur y practicantes de la disciplina espiritual Falun Dafa están en campos de trabajo forzado en Xinjiang.
Últimamente en China están sucediendo fuertes catástrofes naturales nunca antes vistas, tales como tormentas de arena que desaparecen ciudades, inundaciones que derriban represas, huracanes que devastan ciudades (como en Shanghái), plagas de langostas que arrasan cultivos, y hasta el oscurecimiento del sol en pleno día, como sucedió en Beijín.
Entonces, es inevitable preguntarse si todo eso ¿no es producto de ir en contra de la naturaleza y de lo divino?
(Fuente: Bitter Winter, aciprensa, diariojud y Radio free Asia)
Artículo escrito por Álvaro Sierra A. para VCSradio.net
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