
No te dejes influenciar por palabras malintencionadas; analiza antes de actuar, pues las verdaderas amistades se basan en la cooperación y el respeto.
En una pequeña finca en las montañas de Colombia, vivía una pareja de campesinos, acompañados de una vaca que les proveía la leche para su sustento y un perro que cuidaba la propiedad. En el pequeño potrero, rodeado de una cerca de alambre de púas siempre estaba la vaca comiendo pasto y cerca de ella, el perro que ya tenía sus años y se la pasaba echado la mayor parte del día.
Todas las mañanas llegaba al potrero una garza blanca, de las llamadas garzas bueyeras o garzas de ganado. Está garza se pasaba sobre el lomo de la vaca y mientras buscaba garrapatas en la piel de su amiga, conversaban sobre sus vidas. La garza le contaba sobre lo que veía en otras fincas y la vaca, que no tenía mucho que contar, escuchaba sus historias y le contaba lo contentos que estaban sus dueños por la calidad de su leche. Tras comer una docena de garrapatas, la garza se despedía y alzaba vuelo, perdiéndose en el cielo azul, para desaparecer hasta el día siguiente. El perro levantaba la cabeza y emitía un débil latido para despedirla.
Un día apenas se despidió la garza, la vaca seguía masticando pasto cuando oyó una voz ronca que salía por debajo de la cerca:
Croac, croac… Oye vaca, ¡no te das cuenta como se aprovecha de ti esa garza!
– ¡Que, que, que!… ¿Quién dijo eso? – Preguntó la vaca un poco asustada y sorprendida.
El pasto se movió y apareció de un brinco un sapo, se le acercó a la vaca y le dijo:
Croac, croac. Soy yo, el sapo que vive en la quebrada. He estado viendo como esta garza se aprovecha de ti y creo que deberías detenerla. –
La vaca asombrada dejó de comer y se acercó aún más al sapo diciéndole:
– ¿Por qué crees que se aprovecha de mí? muuuuu –
– ¿Cómo qué por qué? – Replicó el sapo y continuó:
-La muy bribona viene cada mañana, se para en tu lomo y se come las garrapatas que llevas en tu piel. ¡La estás alimentando y no te paga nada! ¿O acaso tomas los chismes que te cuenta cómo pago? –
La vaca se quedó pensativa y apenas murmuró:
-Nunca lo había visto de esa manera.
El sapo agregó:
-¡Claro! Se aprovecha de ti. Deberías exigirle un pago o que no vuelva por acá. No seas bobita mi querida vaca. – Croac, croac.
Y de un salto volvió a salir de la cerca y se perdió en la maleza. La vaca se quedó el resto del día reflexionando y entre más lo pensaba, más furiosa se sentía, pues creyó que la garza definitivamente estaba abusando de su inocencia.
A la mañana siguiente, como siempre, llegó la garza aleteando y aterrizó sobre el lomo de la vaca, la cual se sacudió fuerte y la garza cayó al piso.
-Hey amiga, tranquila, soy yo. – Dijo la garza reponiéndose del golpe.
-Sí, ya sé que eres tú, pero ya no te quiero sobre mi lomo. – Respondió la vaca con tono de ofendida. La garza extrañada le preguntó:
-Pero ¿qué pasó amiga? –
¿Qué pasó? Que me di cuenta de tu abuso. Vienes aquí todos los días a desayunar con mis garrapatas y crees que contándome un par de chismes de las vacas de otras fincas… ¿Con eso me puedes pagar? ¡Pues se te acabó el juego, no puedes volver a comerte mis garrapatas! –
Tras esa respuesta contundente de la vaca, la garza trató de hacerle entrar en razón, pero al intentar hablar, la vaca agregó:
– ¡No trates de engañarme más! Ya me di cuenta de todo y no quiero que vuelvas por acá. – Y se fue caminando hacia el otro lado del potrero.
La garza seguía muy sorprendida miró al perro, pero este estaba tan extrañado como ella y apenas podía encogerse de hombros. Sin más remedio, la garza alzó vuelo y se marchó.
El resto del día la vaca siguió molesta. El perro trató de iniciar una conversación, pero ella contestó con furia y el canino, que ya era mayor y tenía la sabiduría que dan los años, la dejó tranquila hasta que estuviera en mejor disposición para hablar.
Al día siguiente, el perro observó a la vaca para ver si podía acercarse a conversar, pero ella seguía incluso más molesta, pues tenía una rasquiña que no la dejaba comer pasto en paz. Así transcurrió el día, con la vaca comiendo y rascándose, mientras el perro la observaba del otro lado del potrero.
Salió el sol nuevamente y la vaca lucía desesperada por la picazón. Utilizaba su cola para tratar de calmar la rasquiña y trataba de lamerse el lomo, pero la lengua no alcanzaba a llegar.
Tras otro despertar, el perro vio con sorpresa como la vaca trataba de rodar en el pasto, pues no podía más con la rasquiña. El canino se acercó y le preguntó:
-Amiga vaca, ¿Cómo puedo ayudarte? Veo que estás desesperada. –
-Ay sí, ¡por favor ráscame! Por la barriga… en el lomo… en la pata… Ay aquí, aquí, en las orejas. ¡Por todas partes! – Ay, ay cómo pica.
El perro la rascó por donde pudo, pero la vaca no se aliviaba de su malestar. En medio de esto la vaca decidió hablar de su altercado con la garza y le contó cómo el sapo la había incitado y que por eso ocurrió todo. El perro la aconsejó:
-Amiga, creo que te dejaste llevar por un concepto equivocado. En la naturaleza, todos los animales tenemos una función, las abejas toman el néctar de las flores, pero de esa forma se llevan el polen que esparcen para que haya nuevas plantas naciendo, al igual que cuando algunos pájaros comen frutos de los árboles y después esparcen sus semillas. De esa misma forma las garzas se alimentan de las garrapatas de las vacas, pero a su vez las benefician porque las están librando de esos parásitos, que además de provocar rasquiña, cuando son muchas, pueden causar enfermedades. –
La vaca quedó tan sorprendida con las sabias palabras del perro que hasta se olvidó de la rasquiña y se detuvo a pensar. El perro continuó:
-Cobrarle a la garza por comerse tus garrapatas es injusto, ella también te está beneficiando. Es como si le cobraras a nuestros amos por la leche que ordeñan, cuando ellos son quienes te alimentan, te bañan, te dan un lugar donde vivir y te consienten; hasta te cantan cuando te ordeñan. –
Tras un momento de reflexión, la vaca exclamó:
-Vaya, cuanta verdad hay en tus palabras querido perro… me dejé llevar por ese sapo malvado y no pensé bien lo que le dije a la garza… ahora no tengo a nadie que me quite las garrapatas. Muuu, muuu,muuuaaa.
El perro sintió pena por su amiga y le dijo:
-Mira, soy viejo y hace rato que no salgo de la finca, pero puedo ir a buscar a la garza a ver si acepta volver. Por mi olfato se ha cual finca va, así que iré a ver si puedo encontrarla. –
– ¿De verdad harías eso por mí? – Dijo la vaca se ilusionada.
-Claro que sí, para eso están los amigos. – Respondió el perro y se escabulló por debajo de la cerca con gran dificultad.
La vaca mientras esperaba se rascaba con la cerca, rodando por el piso y pegándose con la cola, hasta que de pronto escuchó un aleteo y vio a la garza que aterrizó a pocos metros de ella.
-¡Hola garcita! Qué alegría verte. – Saludó la vaca un tanto emocionada y a la vez avergonzada.
-Hola vaca, tu amigo me convenció de venir a hablar contigo. – Dijo la garza sin mostrar mucha alegría y agregó: -Pues ¿Qué es lo que tienes que decir? –
La vaca agachó la cabeza y no sabía por dónde empezar.
-Mmm… pues… es que… quiero disculparme por la forma en que te traté. –
Me he dejado convencer de las malas intenciones del sapo y hasta ahora vengo a entender cómo funciona su relación en la naturaleza.
-Y aparte de nuestra relación natural de vacas y garzas, la verdad es que ya te había cogido mucho cariño y te he extrañado bastante. Perdóname por favor… y si estás de acuerdo, puedes venir cuando quieras a comerte mis garrapatas. –
La garza sonrió y dijo:
-Amiga, yo también te extrañé y me sentí mal por lo que me dijiste, pero dejemos eso en el pasado y volvamos a ser como antes. –
Aleteó y se levantó en el aire hasta que se posó sobre el lomo de la vaca y sorprendida le advirtió:
– ¡Vaya! Estás llena de garrapatas, debes estar sufriendo. Yo sola no podría comérmelas todas, voy a llamar a otras amigas garzas para que me ayuden y te podamos dejar limpia otra vez, espérame aquí. –
La garza se fue volando y un rato después, apareció el perro metiéndose con gran esfuerzo por debajo de la cerca. La vaca le agradeció y le contó lo que había pasado, a lo que el perro afirmó:
-Me alegra mucho amiga vaca. Recuerda entonces no volver a creer en lo que te diga algún malintencionado, debes analizar antes de actuar impulsivamente. –
Al terminar de decir eso, aterrizó la amiga garza, acompañada por 3 más de su especie y con el permiso de la vaca, empezaron a devorar todas las garrapatas.
Al día siguiente, como todos los días de ahí en adelante, la garza llegó a donde su amiga vaca, comió garrapatas y se contaron sus experiencias más recientes, rieron e hicieron su amistad más fuerte. Todo siendo observado por el sabio y bondadoso perro, que, echado en el piso, les sonreía a sus dos amigas.
Cuento escrito para VCSmedia.net por Jaime Rincón
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