9:50 minutos de lectura. La peste negra del siglo XIV fue tal vez la má smortífera de la historia. Pero el desastre causado cambió la historia de Europa.
Origen de una maldición
La llamada peste negra o peste bubónica asoló a Europa entre los años 1346 y 1353. En esos seis años se extendió por todo el continente con una virulencia pavorosa, por la cual millones morían sin entender su procedencia ni conocer ninguna cura.
Encontrándose Europa en plena Edad Media, los conocimientos médicos eran muy limitados, por lo que era imposible descifrar su origen. Algunos creían que era producida por determinada conjunción planetaria o por el paso de cometas de mal augurio.
En medio de todo, la creencia de que se trataba de un castigo divino, podría ser la más acertada, en una época de costumbres relajadas.
Pero la causa inmediata realmente fue la llamada bacteria yersinia pestis, la cual era inoculada a los seres humanos por las pulgas que vivían en los cuerpos de las ratas negras, las cuales eran afectadas por tal bacteria.
Conociendo las condiciones higiénicas de la época, no es de extrañar la rápida expansión de la terrible peste.
La cuna de la peste
Al parecer, la también llamada muerte negra se expandió desde la ciudad de Caffa, sobre el mar Negro en la península de Crimea. En ese entonces dicha ciudad se encontraba asediada por los mongoles, entre quienes, al parecer, se originó la enfermedad.
Investigaciones recientes hacen pensar que la peste negra tuvo su origen en las montañas Tien Shan, cercanas al valle de Chüy, ubicado en la actual Kirguistán. De hecho, dicha región se encontraba bajo el dominio mongol por esa época, y es posible que a su ejército se hubieran integrado algunos de sus hombres.
De todos modos, se dice que los mongoles, con el fin de vencer a los asediados de Caffa, lanzaban con catapultas a los muertos por la peste, sobre las murallas de la ciudad. Ante esto, cuando la peste comenzó a propagarse, los habitantes huyeron en todas direcciones, diseminando la enfermedad.
Entre ellos había muchos comerciantes genoveses que la llevaron a Italia y, por barco, a otros destinos de Europa.
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La muerte negra se expande
Una vez los comerciantes comenzaron a llegar a los grandes puertos europeos, llevaban consigo la plaga, ya fuera en sus cuerpos o con las ratas que infestaban los barcos. Dichas ciudades se convertían en focos de infección, ya que allí acudían cientos de personas de los burgos vecinos a adquirir mercancías.
De esta forma, se fue expandiendo hacia el interior del continente, llegando hasta las pequeñas villas y el campo. De este modo, en poco tiempo ya no se encontró hacia dónde huir.
Muchos de los habitantes de las grandes ciudades, en el afán por escapar de una muerte casi segura, se trasladaron a las zonas rurales. Pero allí, debido a la baja densidad de la población, se encontraron más expuestos, convirtiéndose en víctimas más seguras del implacable asesino.
Indudablemente, la vía más efectiva para la expansión de la plaga fue el comercio, especialmente el marítimo, debido a las grandes distancias que recorrían los barcos.
Ante este panorama, las regiones más frías como Islandia o Finlandia, fueron las únicas con un bajo índice de propagación, puesto que dicho clima frenaba la difusión de la plaga. Pero durante las estaciones cálidas el azote era más intenso y la velocidad de propagación más rápida.
De esta forma, en un tiempo relativamente breve, y pese a los esfuerzos de los médicos que trataban de aprender sobre la marcha, toda Europa y la cuenca del Mediterráneo se vieron invadidas por la peste.
Una muerte delirante
La manifestación externa más reconocida de la peste, era la inflamación de los ganglios linfáticos. Una vez de inflamaban, recibían de nombre de bubones, de donde procede la denominación de peste bubónica. Esto se presentaba en las axilas, las ingles o el cuello.
Simultáneamente se presentaba una fiebre elevada que derivaba en escalofríos y delirio. Muchos pacientes tenían visiones que los llevaban a creer que la enfermedad era provocada por seres del inframundo.
Esta era la llamada peste bubónica primaria, la cual tomaba de 15 a 23 días para presentar los primeros síntomas y hasta cinco más para provocar la muerte. Debido a esto, tenía suficiente tiempo para expandirse entre toda una familia o un vecindario, antes de que fuera advertida su presencia.
Existían otras variantes, como la septicémica, en la cual el contagio se transmitía a la sangre y se manifestaba por medio de manchas negras en la piel. De estas manchas procede el nombre de peste negra.
Otra variante era la peste neumónica, que se materializaba en los pulmones, provocando una fuerte tos expectorante. Esta era muy virulenta, pues se diseminaba a través del aire. Otra cosa notable es que estas dos últimas variables eran totalmente mortales.
Estragos y consecuencias
La peste negra está considerada la peor tragedia de la humanidad, debido a la gran extensión territorial que abarcó.
Aunque las cifras reales son difíciles de precisar, se considera que murieron entre 80 y 200 millones de personas contando Europa, norte de África y el cercano Oriente. Esto representó entre el 30% y el 60% de la población.
Las cifras más optimistas para Europa hablan de un tercio de la población, pero cálculos más realistas fijan las muertes en un 60%. De acuerdo con esto, la población se redujo de 80 millones a tan solo 30 millones.
Estas cifras, para la época que referimos, fueron realmente desastrosas, con lo que se presentó un despoblamiento repentino que trajo enormes consecuencias.
Muchos campesinos migraron a las ciudades, con lo cual estas renovaron su dinamismo. Pero ante la escasez de mano de obra, los salarios se dispararon, a pesar de que no había una gran producción.
También se presentó el fenómeno de que muchas tierras quedaron baldías, lo cual permitió a campesinos pobres posicionarse de ellas. Esto, con el tiempo, dio nuevo impulso a la labor agrícola.
Toda esta migración y movilidad social condujeron paulatinamente a la renovación de los intercambios sociales, lo cual finalmente desembocó en el Renacimiento.
De manera que, después de una tragedia tan inimaginable como esta, se puede concluir que la naturaleza, en su sabiduría, provocó un cambio profundo de la sociedad. Y de este cambio surgió un mundo moderno, que dejó atrás la sociedad feudal y unas costumbres que ya comenzaban a ser obsoletas.
Claro que acá mencionamos la sabiduría de la naturaleza. Pero, ¿estamos seguros de que tal naturaleza actúa por iniciativa propia? Tal vez, realmente, seres superiores observan el devenir humano y corrigen a tiempo aquello que comienza a desviarse.
Esta es una enseñanza que debemos considerar cuidadosamente para los tiempos que vivimos.
Escrito por Carlos Morales Galvis para VCSradio.net
Narración: Javier Hernández
Música de fondo: World Funeral – Envato
Foto de portada: Miniatura de Pierart dou Tielt que ilustra el Tractatus quartus bu Gilles li Muisit (Tournai, c. 1353). La gente de Tournai entierra a las víctimas de la Peste Negra. Wikimedia Common – Dominio público
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