El término “matinée” evoca una sensación de entretenimiento y expectativa, arraigado en la tradición de las presentaciones artísticas diurnas. En los Estados Unidos de los años 30 y 40, las matinées eran un fenómeno popular que mantenía al público en vilo con episodios semanales de “sitcoms” llenos de aventuras y suspenso. Esta tradición llegó a Brasil en las décadas de 1950 y 1960, consolidando su lugar en la cultura popular.
Sin embargo, cuando trasladamos este concepto al ámbito político, particularmente al socialismo, la “matinée” adquiere un tinte sombrío. Al igual que las comedias de situación mantienen a la audiencia en la expectativa de la próxima entrega, el socialismo tiende a mantener a sus seguidores en una constante espera de mejoras que, en muchos casos, nunca llegan. Esta analogía refleja una realidad dolorosa para quienes depositan su esperanza en sistemas que, lejos de cumplir sus promesas, perpetúan un ciclo de dependencia y frustración.
Friedrich Hayek, en su obra “El Camino de Servidumbre”, advierte sobre la trampa que representa el socialismo. Lo que comienza con buenas intenciones, bajo la promesa de equidad y justicia, invariablemente conduce a un incremento del control estatal. Este control, en última instancia, erosiona las libertades individuales y abre la puerta a la tiranía gubernamental. Lo que se promete como un camino hacia la igualdad se convierte en una “matinée oscura”, un espectáculo repetitivo de decepción y opresión.
La Trampa del Socialismo
La narrativa socialista, en su esencia, es predecible y uniforme, sin importar el lugar donde se manifieste. Sus defensores suelen presentarse inicialmente como candidatos populistas, prometiendo soluciones a los problemas más acuciantes de la sociedad. Con el tiempo, logran una gran popularidad, atrayendo a diferentes sectores, incluidos militares, religiosos, intelectuales, la prensa y los nacionalistas. No obstante, cuando las políticas socialistas fallan en generar el crecimiento económico prometido, emergen las justificaciones: enemigos internos, intentos de golpe de Estado, y amenazas a la democracia.
Estos son los pasos previos al endurecimiento del régimen. La necesidad de “restablecer el orden” se convierte en la excusa para la supresión de las libertades que se interponen en el camino del aparato estatal. Como observó Hans-Hermann Hoppe, el socialismo se sostiene en la amenaza continua de violencia, pues solo mediante la coerción puede perpetuar su control.
El Ejemplo de Venezuela
Un ejemplo paradigmático de esta “matinée oscura” es Venezuela. El régimen de Nicolás Maduro sigue el guion trazado por Hugo Chávez, utilizando la propaganda y el control mediático para perpetuar su dominio. Las elecciones, claramente fraudulentas según observadores internacionales, se celebran bajo la sombra de un control estatal absoluto, donde cualquier intento de oposición es rápidamente sofocado.
En su intento por mantener el control, el régimen de Maduro ha implementado políticas draconianas, desde la prohibición de armas de fuego hasta la censura extrema de la información. Este control se extiende incluso a la narrativa internacional, donde se busca proyectar una imagen de normalidad que contrasta radicalmente con la realidad vivida por los venezolanos.
La Retórica y el Colapso
A medida que los regímenes socialistas consolidan su poder, también toman control de instituciones clave como el poder judicial, el ejército y los círculos intelectuales. La retórica se vuelve más radical, identificando y demonizando a los enemigos internos y externos, y utilizando cualquier medio para desviar la atención de sus fracasos económicos.
Como bien señaló Ludwig von Mises en “El cálculo económico en la mancomunidad socialista”, el socialismo está destinado al colapso debido a su incapacidad para generar un crecimiento sostenible y su dependencia de la violencia para mantenerse en el poder. Venezuela sigue este camino, con un régimen que, lejos de solucionar los problemas del país, ha llevado a la nación al borde de la guerra civil.
En conclusión, la “matinée oscura” del socialismo es un ciclo repetitivo de promesas incumplidas y opresión. Mientras que los regímenes intentan mantener la ilusión de progreso, la realidad es que el socialismo, en su esencia, conduce a la pérdida de libertades y a un estado de dependencia perpetua. La lección es clara: la libertad, no el control estatal, es el verdadero camino hacia la prosperidad y el progreso.
Artículo escrito con información del Instituto Mises.
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