10 minutos de lectura. Sobre la ira, Séneca y Aristóteles defendieron posiciones contrapuestas. Veamos de qué se trata.
La medicina define a la ira (enojo o enfado) como la emoción que se dispara cuando la persona se siente ofendida o atacada en sus intereses. La ira provoca una aceleración fisiológica, motora y cardiovascular. Activa el sistema nervioso simpático y el sistema endocrino, induciendo a la persona a actuar de manera agresiva. Al mismo tiempo hay sentimientos de venganza y violencia. Afecta tanto al cuerpo como a la mente.
La ira, puede ir creciendo en intensidad si se une con el hábito de la ‘rumiación’, que es pensar una y otra vez sobre el agravio, hasta volverse totalmente inmanejable por medios pacíficos.
Séneca, (4 a. C.- 65 d. C.), uno de los principales representantes del estoicismo, estudió extensamente el tema de la ira dentro del contexto de la filosofía estoica, escribiendo su obra ‘Sobre la ira’.
En nuestro artículo de hoy nos basamos en dicha obra, donde el autor nos presenta su concepción acerca de la ira, en contraposición abierta a las exposiciones de Aristóteles, 300 años antes.
Concepción de Aristóteles acerca de la ira
Aristóteles (384 a. C), padre de la filosofía occidental, concebía a la ira como una expresión natural y necesaria para la vida humana, pero que, para ser útil, debía ser controlada por la razón.
Resalta las bondades de la energía y la fuerza implícita en la ira para ganar batallas. El creía que, si se utilizaba de forma inteligente, conduciéndola de manera precisa y sobre el objetivo correcto, esta era excepcionalmente útil, porque sin ira, no se podía tener éxito en las luchas.
“Sin embargo, esta (la ira) debe ser utilizada, no como un general, sino como un soldado”. O sea que debía estar bajo el mando de la razón.
“Cualquiera puede enfadarse. Eso es muy fácil. Lo difícil es enfadarse con la persona adecuada, en el grado justo, en el momento oportuno, del modo más conveniente y con la intención clara y acertada”, afirmaba Aristóteles.
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Además, consideraba que en la guerra la ira ‘hace a los hombres más preparados para la lucha”, los vuelve más soberbios y atrevidos, algo valorado por los comandantes que llevan a los soldados a la guerra.
También justificaba el uso de la ira si era para llevar a cabo una venganza justa por un sufrimiento recibido, y como un arma de protección.
Él y sus seguidores defienden la tesis de que ella es lícita cuando se trata de proteger la vida propia y la de sus seres queridos, y de cuidar las propiedades. ‘Un hombre decente debería recurrir a ella para cumplir con su misión protectora de jefe de familia’.
Séneca discrepa de Aristóteles
Séneca escribe enfáticamente que está en desacuerdo total con Aristóteles. Concibe a la razón como la virtud suprema y a las pasiones como errores que hay que erradicar.
– Para Séneca La ira es una pasión, un vicio carente de toda racionalidad. No pertenece al plano de la razón porque ‘si fuera razonable, ya no sería ira’. Después de dejarla coger vuelo, no se deja controlar por la razón.
– Creía que la ira era un estado temporal de locura, donde la persona es impulsada a una acción violenta, que busca causar dolor físico, torturar, ver sangre; busca causar dolor sin importarle que en ello se arrastre a sí mismo hacia su muerte.
– Describe el momento de locura como un frenesí del rabioso, con descontrol, grosería, donde desconoce el parentesco y es sordo a las razones. El iracundo se ofende por trivialidades, pierde la noción de realidad y no puede cambiar la perspectiva.
– A nivel físico la ira tiene las manifestaciones de locura: un semblante amenazador y temerario, se desplaza en forma acelerada, le cambia el color de la piel a rojo porque le hierve la sangre, respira rápido, ojos rojos y centellantes, los labios tiemblan, los dientes están apretados, cabellos erizados, respiración sibilante, habla incoherente; todo refleja una mente perturbada.
– Anota Séneca que el descontrol de la ira es evidente. Muchas veces los violentos ni siquiera saben por qué están enojados, porque no han recibido agravio alguno ni ataques a su cuerpo, no necesitan vengarse, pero simplemente están furiosos, y una vez agreden, se apaciguan.
– Séneca suponía a la ira como ‘un vicio execrable y repugnante’, que se delata de inmediato en el semblante.
– Indica que no siempre la ira es para castigar por una agresión, sino por un daño que creen pueden llegar a sufrir: está dirigida hacia los más poderosos, por el solo hecho de ser poderosos.
No pertenece al plano de la naturaleza humana
Séneca consideraba que la ira no está de acuerdo con la naturaleza:
“La humanidad nace para la ayuda mutua, la ira para la ruina mutua.
La humanidad ama la sociedad, la ira ama el distanciamiento.
La humanidad ama hacer el bien, la ira ama hacer el mal.
La humanidad ayuda incluso a extraños, la ira ataca incluso a sus amigos más queridos”.
Resalta los efectos devastadores del vicio de la ira en la historia: ‘ninguna plaga es comparable’. Ha dejado huellas imborrables en la historia: matanzas, incendios dentro de ciudades amuralladas, saqueos de aldeas enteras, desolación del pueblo; no puede ser humana.
Cómo se corrige sin ira
Séneca atribuye a las leyes la función de corregir. Las leyes son justas y no aplican castigos con ira sino con justicia.
Afirma que el pecador debe ser corregido en forma gradual de acuerdo a su crimen. Puede ir desde una advertencia suave hasta métodos más duros, e incluso hasta la pena capital, pero siempre sin odio. Cuando no se logra corregir, debemos entender que, ‘Separar lo inútil de lo útil no es un acto de ira sino de razón’; esto, atribuible a las leyes. Aplicar castigos temporales para crímenes menores, y castigos severos para ‘crímenes extremos’.
El hombre bueno puede castigar al malo, pero no debe sentir placer al castigar ‘porque el sabio está lejos de la ferocidad’. Debe hacerlo sin duda ni temor, sin necesidad de hacer nada indigno de un hombre. ‘Aplicará justicia sin necesidad de recurrir a la ira… un buen juez condena los actos ilícitos, pero no los odia’.
¿Útil para la guerra?
Ante la afirmación de que la ira es útil para la guerra porque hace a los hombres más dispuestos a la lucha, Séneca disiente al decir que ‘la embriaguez también cumple con esta función, pero aquí la razón desaparece’; igual sucede con la pasión de la ira. La ira no ayuda al coraje, sino que toma su lugar’.
Afirma que, no se debe aceptar la ira por el hecho de creérsela útil por los supuestos réditos que deja en la guerra. ‘la ira no tiene nada útil en sí misma, y no despierta la mente a hechos bélicos: una virtud, siendo autosuficiente, nunca necesita la ayuda de un vicio’.
– Para quienes creen que es útil controlar la ira (no desterrarla), sino cortar sus excesos y así poder utilizarla con grandes provechos, él dice: ‘Es más fácil desterrar las pasiones peligrosas que gobernarlas’.
Porque la razón solo puede llevar las riendas cuando permanece alejada de las pasiones. Cuando la mente es excitada, va donde las pasiones la lleven.
Cuando se desarrolla la ira, nos arrastra al fondo por su propia fuerza. ‘Los que se arrojan por un precipicio no tienen control sobre sus movimientos, ni pueden parar o aflojar el paso.’
La ira no da lugar a la reflexión ni al remordimiento, y no puede evitar llevar a las personas a extremos increíbles. Si la mente acepta la ira, es incapaz de controlarse a sí misma. ‘el peso y la tendencia a las bajezas propias de los vicios, necesariamente lanza al hombre al abismo’.
Qué hacer, según Séneca
Lo recomendado por Séneca es ‘rechazar de inmediato las primeras provocaciones de la ira. Resistirla desde el comienzo mismo, antes de que alcance a desarrollarse. Hay que ver a la ira como una enemiga a la que se le debe enfrentar y rechazar para que no avance.
Si alcanza a meter un poco su cabeza, hay que ponerle límites a su victoria. Hay que verla desde afuera, detectarla, ver su avance y pararla en seco.
Como a cualquier vicio, hay que reprimirla, porque ella se va solo por su propia voluntad y cuando crece se queda.
Nunca se debe recurrir a la ira para ninguna intención noble. La naturaleza nos ha equipado suficientemente con la razón y debemos usarla como un arma que es fuerte e incorruptible, no es insegura ni se vuelve contra su amo.
La razón es suficiente para proteger nuestro futuro, y para administrar nuestra conducta. Entonces, ‘¿qué es más tonto que creer que la razón puede mendigar a la ira por protección?’.
Una pasión no puede dar protección confiable porque esta crece como el fuego, pero como él, se extingue rápidamente, es aquí cuando cesa la protección.
Jamás hay que darle espacio a la ira, porque ‘No conviene que la ira se acreciente, no conviene que exista en absoluto, nada que aumente la maldad puede ser algo bueno’.
Quienes imparten justicia, deben hacerlo sin pasiones, sin perturbaciones mentales, más aún cuando se trata de un asunto de vida o muerte. ‘La espada de la justicia está mal colocada en manos de un hombre enojado’.
Estas son las dos posiciones opuestas de dos grandes hombres que sobresalen por su sabiduría y nobleza de alma. Pero, a pesar de que ambos son admirables, es inevitable que nosotros nos inclinemos más por uno, que por el otro. Habría que pensar si, para nuestra protección o la de nuestro pueblo es más conveniente dejarnos llevar por la razón o por la ira.
¿Cuál de ellas dos nos pondrá al margen del peligro, sin el temor de incurrir en la injusticia? Eso es lo que realmente hay que reflexionar. ¿Qué opinas?
Escrito por Beatriz Rodríguez C. para VCSradio.net
Fuente: Libro ‘Sobre la ira‘ de Lucio Anneo Séneca – Libro primero
Fotos de portada: Wikimedia Commons – Libre de derechos