El cuento enseña que la verdadera felicidad se encuentra en el trabajo con propósito y la conexión con quienes nos rodean. Xiomy aprende que huir de sus responsabilidades no le da libertad, sino que su verdadero hogar y bienestar están en su comunidad
Xiomy era una hormiguita muy graciosa que trabajaba todos los días en un hormiguero de las sabanas africanas.
Era una trabajadora incansable que día a día desempeñaba en forma dedicada las diferentes labores que se le asignaba.
Hoy tengo que hacer la comida para los miles de compañeras obreras; mañana trituraré las hojas con mis colmillos filosos y después las usaré como soporte del hormiguero. Decía muy concentrada en sus labores.
Otras veces se desempeñaba como cargadora de comida, llevando sobre su lomo cargas tan pesadas que incluso superaban el peso de su cuerpo.
Sin embargo, Xiomy jamás se quejaba. A pesar del pesado trabajo, siempre estaba sonriente y cantaba mientras hacía sus labores.
Cada vez que salía a conseguir comida en el bosque, se inventaba una canción, mientras llenaba su canastilla con ricas hojas de abedul, se apartaba por momentos y saltaba mirando al cielo y con las manos dirigidas al sol reía, entonando sus estribillos pegajosos.
¡Gracias bosque por tener tantas cosas bellas para cargar en mi espalda! Todas mis hermanas van a comer y sobreviremos el invierno.
¡Me siento tan feliz y agradecida con la vida, por mis amigas obreras, por mis trabajos al aire libre y por mi labor en cuidar a la reina! Decía muy entusiasmada.
La jefe de la sección de Xiomy, estaba muy orgullosa por tener a alguien tan diligente en el grupo y a veces le decía: sal a ver el atardecer durante unos minutos para que descanses un poco.
Todas sus compañeras de trabajo admiraban el brillo de sus ojos cuando se dirigía al bosque a trabajar, no había nada que la hiciera más feliz.
¡Qué radiante me siento hoy, voy a cargar ricos brotes de abedul para todas mis hermanas, qué feliz soy!
En la noche se acostaba muy cansada por las largas horas de actividad, pero contenta por haber cumplido su misión. Yo he nacido para construir mi sociedad hormiguera, de mí y de las demás depende la supervivencia de mi especie. Por eso me esfuerzo con alegría.
Así pasaba Xiomy su vida, de tarea en tarea y los resultados eran evidentes: su hormiguero era próspero, con miles y miles de hermanas hormigas laborando en estricto orden, comiendo nutritivas hojas. Jamás se preocupaba por nada más que por cumplir con el compromiso de ser hormiga.
Hasta que un día, cuando se dirigía a su trabajo en el bosque, apareció una cigarra, quien la miró con desprecio y le pregunto:
¿A dónde te diriges hormiga? Te veo muy contenta. ¿Vas a alguna fiesta o banquete?
No, señora cigarra, voy a mi lugar de trabajo, en el bosque de abedules, contestó Xiomy sonriente.
Ah, ¿entonces por qué sonríes y saltas de alegría? Mmm, eres muy rara. Tu trabajas duro, pero en vez de quejarte y exigir tus derechos te pones a cantar.
Oh no, mi felicidad consiste en ver a mi especie sana y muy abundante. No me quejo, al contrario, soy agradecida con la naturaleza que me permite cumplir con la misión de toda hormiga honorable.
¡Qué tonta eres hormiga! Acaso no te das cuenta que trabajas mucho y que no puedes descansar. Deberías pedir vacaciones para descansar.
Yo me canso del trabajo, pero en la noche duermo y amanezco muy bien lista para seguir en mi labor.
¡Eres muy tonta! Podrías ser libre como yo, correr por el bosque sin pensar en regresar al hormiguero. Dormir todas las horas que quieras y comer en cualquier momento, cantar y bailar cuanto quieras. No tendrías que echarte esa carga de miles de bocas para alimentar.
Día a día, la cigarra le insistía persistentemente a Xiomy con el mismo discurso.
Después de un tiempo, Xiomy comenzó a cambiar su conducta. Ya no cantaba y cuando se dirigía al trabajo fruncía la frente con desagrado. Ayyy, me siento muy agotada, como si estuviera enferma. Ya no me gusta mucho mi hormiguero, lo veo demasiado feo. Decía muy desanimada.
Comenzó a pensar: Quiero estar en nuevas praderas, sin hormigas a mi lado que me miren, sin hormiga jefe que me dirija. Las palabras de la cigarra calaron en su mente. Ya no quiero llevarle comida a los bebés hormiga, tampoco quiero compartir mis hojas frescas cortadas con tanto esmero. No quiero cargar tierra para ampliar y cubrir el piso del hormiguero. Seguía quejándose.
Poco a poco el inconformismo entró en el corazón de la pequeña Xiomy y ya no podía descansar en la noche pensando en cómo salir del hormiguero para ser libre.
Todas las amigas le decían:
Qué te está pasando Xiomy, ya no cantas ni bailas como antes. Permaneces triste y si te hablamos, nos contestas con un grito.
Nosotras te queremos mucho, siempre fuiste la alegría del hormiguero con tus canciones y bailes. Ahora todo es triste. Incluso los bebés preguntan por ti.
Yo estoy bien. Ya no me interesa trabajar ni estar en el hormiguero, quiero ser libre y correr por el campo sin tener que trabajar tanto.
Pero Xiomy, ¿qué estás diciendo? Dijo alarmada una hormiga anciana que la escuchó. El trabajo es nuestra esencia fundamental, eso es lo que nos hace a nosotras tan valiosas. Nuestra alegría radica en ver a nuestras colonias crecer, en tener comida para el invierno, en construir nuestro hormiguero. Esa es nuestra misión.
Además, nosotras ayudamos a oxigenar la tierra, dispersamos semillas y ayudamos a polinizar algunas plantas, añadió otra hormiga macho que se acercó para hablar.
Siii, por eso es que trabajamos tanto, para cumplir con nuestra misión en la naturaleza.
Xiomy se quedó pensando por un momento, pero las palabras de la cigarra retumbaban en su mente: ¡tienes que descansar! Entonces se volteó y dijo levantando la voz:
Ya no quiero trabajar, me voy a ser libre, ustedes no me van a convencer de cambiar de idea. Se volteó alejándose ofendida.
Llegó el día de su partida y sus amigas estaban muy tristes. Incluso la jefe hormiga le dijo que se quedara, pero Xiomy no escuchó.
Con lágrimas en los ojos las amigas le dieron el adiós y le desearon suerte.
Xiomy salió contenta del hormiguero y buscó a su amiga la cigarra, pero no estaba por ninguna parte. Así que siguió su camino cantando y bailando, celebrando su libertad y preparándose para disfrutar de la vida.
Esa noche, hizo mucho frio porque estaba entrando el otoño, así que Xiomy se refugió detrás de un viejo árbol caído para dormir. En esas, salió un abejorro malhumorado y le dijo:
Vete de aquí hormiga, no puedes venir a invadir nuestro espacio, aquí no puedes dormir… ¡fuera!
Xiomy se retiró a dormir cerca de un pozo donde había una piedra que la protegía. Allí pudo ver a algunas arañas sobre el agua. Se veían tan contentas. Les recordó un poco a sus amigas, pero pronto se durmió.
Cuando se despertó escuchó la algarabía de algunas hormigas coloradas que estaban transportando un pedazo de fruta a su hormiguero. Vio cómo se movían con decisión y poniendo tanto empeño. Estaban felices porque habían logrado entrar el pedazo de fruta al hormiguero sin mucho esfuerzo. No pudo evitar pensar en sus días que hacía lo mismo.
Xiomy siguió su camino en busca de su libertad. Cuando sintió hambre quiso comer de una banana que encontró. En ese momento apareció un loro gigante y le dijo:
-No te acerques a mi comida, ve a buscar la tuya en tu hormiguero. Ni creas que yo te voy a dar ni un poco
Asustada huyó lejos. Quiso comenzar a cantar y bailar, pero no podía, su corazón estaba muy triste. Había dormido mal y no tenía qué comer.
Se recostó en una raíz de un árbol y comenzó a recordar a su hormiguero.
– Allá en mi hormiguero siempre había comida, y todos me querían. Eran muy alegres conmigo. Ahora me siento sola y triste.
En ese momento apareció una mantis religiosa quien, al ver a la Xiomy sola, se dispuso a desayunar ese día con una rica hormiga. Con sigilo se acercó a su presa y le hizo el primer ataque. Xiomy saltó rápidamente y corrió con todas las fuerzas de sus seis patas. La mantis la persiguió y le hizo otro ataque fuerte, pero Xiomy pudo escapar metiéndose en un hueco profundo que por suerte encontró. La Mantis la buscó, pero no la encontró, así que regresó a su casa.
Con el corazón agitado y las patas temblorosas, Xiomy tomó aire profundamente y se quedó quieta hasta que desapareció la mantis. Allí escondida se puso a reflexionar…
– Fui muy necia en dejarme engañar por la cigarra. La tal llamada libertad es una ilusión. Desde que salí del protector hormiguero solo he estado huyendo de la muerte y del hambre. Esto no tiene sentido. Fui muy ingrata con mi familia y amigas.
Salió a la superficie y miró todo el paisaje. Se dijo a sí misma
– Yo no quiero disfrutar del cálido sol mañanero ni de la bella primavera sola. Quiero ir con mi colonia. El hormiguero es mi hogar, buuuuaaaa.
Dicho esto, se puso a llorar amargamente, con un sentimiento de vergüenza y arrepentimiento. Sentía que se había traicionado a sí misma y a su familia.
Fue así como emprendió su regreso a casa.
Cuando sus amigas la vieron regresar, saltaban de felicidad y le dieron la bienvenida. Cansada, con hambre y arrepentida, Xiomy solo dijo:
He regresado a casa, estaba equivocada, aquí es donde debo estar.
Escrito para VCSmedia.net por Beatriz Rodríguez Cely
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