El avance implacable de la pandemia del coronavirus de Wuhan ha provocado, el desabastecimiento de equipo de protección personal (EPP), imprescindible para la seguridad, tanto del personal médico como de la población de los países afectados. Esta situación está llevando a una especie de guerra no declarada entre los distintos gobiernos por la obtención de estos equipos, los cuales principalmente son producidos en China.
Veamos algunos ejemplos insólitos: Francia retiene 4 millones de mascarillas que iban con destino a Italia y España. EEUU le arrebata a Francia, en la pista de un aeropuerto en China, un cargamento de mascarillas, pagando en efectivo el triple del valor. Angela Merkel acusa a EEUU de arrebatarles un cargamento de mascarillas en un aeropuerto de Bangkok. Un intermediario alemán le gana la carrera a última hora a los funcionarios eslovacos y se queda con un cargamento suministrado por Ucrania. El Mosad de Israel ejecuta un operativo clandestino para obtener kits de detección del virus en un país no identificado.
Entre tanto, el que gana en medio de este caos y rapiña, es el régimen chino, quien tiene todos los ases de la baraja, por ser el mayor fabricante de equipos y materiales de protección. No es difícil imaginarlos mirando divertidos cómo su gigantesca industria provoca un “desmadre internacional”.
Si no fuera por el sufrimiento humano de este momento, esta situación podría ser graciosa, digna de una película de intriga internacional de humor negro, del corte del súper agente 86. Aunque, por otro lado, se entiende la angustia de los responsables de controlar el virus, por la carencia no solo de los elementos protectores y de detección, sino de camas de cuidados intensivos, respiradores y demás equipos esenciales.
Pero causa curiosidad que, mientras en todo el mundo se emiten mensajes de solidaridad y unión entre los pueblos, en realidad se aplica la ley del “sálvese quien pueda” y se apela a lo más burdo de la guerra sucia, con zancadillas y codazos, para obtener el mejor bocado.
Mientras todo esto pasa en el norte rico, en Latinoamérica, sin la artillería pesada necesaria, los presos fabrican los tapabocas, como en Ecuador, o como el caso de Colombia, lo hacen las madres cabeza de familia, los ex guerrilleros y los soldados. Es evidente que, en medio de esta gran tragedia, se alcanzan a ver los corazones, arrogantes unos, humildes otros, tanto de los pueblos como de las personas.
Fuentes: Infobae
Redacción: Carlos Morales para Vivir con sabiduría.uno