Recuerdo que siendo niño estaba en la casa de una compañera que tenía un ave dentro de una jaula, el ave era la mascota preferida de la pequeña y asumí que debía brindarle parte del pastel de chocolate que estaba comiendo en ese momento.
Mi presunción era una respuesta inconsciente para fortalecer la amistad y tener una excusa que me permitiera tocar el ave, no sabía que el animal podría morir con el alimento que intenté ofrecerle. Menos mal ella sabía que no debía comer ese alimento y le retiró el pastel al ave. Después me dijo bondadosamente que ese alimento no era bueno para su pequeña mascota.
Mi intuición me decía una cosa, pero la realidad necesitaba que yo actuara de otra manera. Necesitaba enfocarme en lo que realmente le podía hacer bien al lado animal y eso iba, en ese momento, en contra de mi intuición.
Lo que me ocurrió no es una situación esporádica que casi nunca ocurre, en realidad es algo que pasa rutinariamente y que, desafortunadamente, se vuelve costumbre en muchos dueños de mascotas.
Mascotas con exceso de peso, hiperactivas, bulímicas, depresivas, sádicas y rabiosas, pudieron adquirir su condición a causa de una disposición errónea de sus respectivos dueños, disposición que pudo haber surgido por una buena intensión que rompía la realidad contraintuitiva requerida para la crianza del animal.
Un ejemplo que da claridad sobre esta situación lo podemos representar con la dueña de una mascota obesa. Al principio pudo pensar que era bueno calmar la tensión de su labrador con comida, pero no llegó a pensar en las consecuencias de la sobrealimentación, tampoco en las causas de la tensión en el animal. Solo se centró en calmar su angustia momentánea con comida.
Podemos ver que el pobre labrador tiene todo para calmar su apetito inmediato, pero no tiene a alguien que le ayude a superar su tensión/angustia. Y debido a esto, al no pensar en la psicología de nuestras mascotas, se termina haciendo un desastre con sus vidas.
La respuesta apropiada para este caso y para los casos que viven muchos otros animales, está en analizar el rol que asumimos frente a ellos para que ellos asuman el rol que, como mascotas, les ayudará a ser felices.
El rol del dueño de un perro es el de amo, este rol exige del animal dinamismo, responsabilidad, atención, respeto y protección. Cuando el rol de un perro y el de su amo están en el marco apropiado tanto el animal como su dueño actúan en conformidad.
Un amo en su rol evitaría malcriar a su mascota sobrealimentándola y si ve alguna disparidad en la psiquis del animal, primero debe analizar que tan bien está desempeñándose en su rol, ¿pasea a su perro? ¿lo ejercita? ¿le enseña rutinas y lugares puntuales para sus necesidades?
La forma en la que el amo asuma su rol reflejará el comportamiento de su mascota.
Pensar que una mascota debe recibir determinado trato puede hacer de ella un ser feliz o desgraciado, todo depende del rol que asumimos frente a ella.
La naturaleza de nuestro rol es esencialmente humana, si lo asumimos y no equiparamos a una mascota a nuestra naturaleza, podemos responder a sus requerimientos efectivamente, sin causarle desequilibrios en su posición, cierta y concretamente subordinada.
Artículo, Sebastián Puerta para VCS radio.net