12:30 minutos de lectura. Siempre pensamos en una competencia deportiva como un juego de fraternidad y conciliación. Pero allí también puede florecer la violencia. Veamos qué pasó en un poderoso imperio.
La competencia deportiva que puso en jaque a un imperio
En la era moderna la afición por los deportes ha encendido tantas pasiones, que incluso se han producido conflictos entre naciones alrededor de ellos. Un caso notorio fue la guerra del futbol entre El Salvador y Honduras, en 1969.
Aunque la causa real no fue el partido de fútbol que enfrentó a los dos países con miras al mundial de 1970, sí fue el detonante que inició las hostilidades entre ellos.
Pero este tipo de situaciones que parecen exclusivas de nuestra era, ya se producían en la antigüedad. La llamada rebelión de Niká se presentó en Constantinopla en enero del año 532 d.C. y tuvo enormes repercusiones durante el reinado del emperador Justiniano.
Situación social del Imperio
El imperio romano de oriente o imperio bizantino tenía su sede en Constantinopla, la misma Estambul de hoy día. El emperador Justiniano I, llamado el Grande, había accedido a la corona en 527 y gobernaba sobre un vasto territorio. Este abarcaba la península de los Balcanes, Asia Menor, Siria e inclusive Egipto.
Pese a los problemas externos que significaba controlar un imperio de ese tamaño, para la época que tratamos, los mayores conflictos los enfrentaba en su propio territorio. Además del descontento social por la gran cantidad de inmigrantes que llegaban continuamente a la capital y por los altos impuestos, debía lidiar con las facciones religiosas.
Los mayores enfrentamientos se presentaban entre los católicos y los monifisitas, quienes en muchas ocasiones tenían violentas peleas que terminaban con algunos de ellos muertos.
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Las carreras de cuadrigas
Las carreras de carros o de cuadrigas eran, sin duda, el deporte más popular en la pujante ciudad imperial. Como en todo deporte de competición, se formaban equipos, dirigidos por hábiles aurigas que arriesgaban sus vidas en cada competencia.
Cada equipo pintaba sus carros de un color que los identificaba, y alrededor de ellos se formaban grupos de seguidores, quienes los animaban en las contiendas. Dichas competencias tenían lugar en el hipódromo, el cual era colmado por un público entusiasta en cada justa, presidida por el emperador.
Las dos facciones más importantes eran la de los azules, con los católicos como seguidores y los verdes, con los monofisitas como sus fanáticos. Estos grupos se habían convertido en especie de pandillas que además del deporte y la religión, tomaban partido político. Los azules apoyaban a Justiniano, por ser católico, y los verdes apoyaban a líderes monofisitas.
Unos condenados sobreviven milagrosamente
A principio de 532 d.C. una reyerta entre azules y verdes terminó con varios muertos y tres de los participantes fueron detenidos. En un rápido juicio por asesinato, se les condenó a la horca.
El 10 de enero se reunió una gran multitud para presenciar las ejecuciones. Pero la expectativa por el espectáculo se convirtió en estupor, cuando al abrirse las trampillas, dos de ellos cayeron al piso al romperse las sogas.
Rápidamente, el verdugo y sus ayudantes los subieron nuevamente al cadalso y repitieron la operación. Sin embargo, sorprendentemente las sogas se rompieron de nuevo. En medio de la confusión que se generó, unos monjes rescataron a los dos condenados, de los cuales uno era verde y otro azul, y les dieron refugio en el monasterio.
Después de esto, el prefecto de la ciudad envió a los guardias al monasterio para que capturaran a los reos y los pusieran bajo custodia. Esto exacerbó los ánimos populares, y después de pedir inútilmente que los liberaran, verdes y azules acordaron pedir clemencia al emperador.
¡Niká! ¡Niká!
Después de estos hechos, el 12 de enero, se celebraba una competencia de carros en el hipódromo. Estando presente el emperador, era el momento propicio para pedir la liberación de los condenados a muerte.
Pero el emperador ignoró la solicitud de perdón. La muchedumbre que llenaba el hipódromo entendió que no habría clemencia, y comenzaron a gritar vivas de larga vida a verdes y azules, unidos por vez primera en una sola voz.
En la noche, muchos de ellos se dirigieron a la prefectura para exigir nuevamente la liberación de los reos, pero el prefecto se negó. Rápidamente la muchedumbre se agolpó en el cuartel general y, después de asesinar a los guardias, liberaron a todos los prisioneros.
El motín se fue volviendo incontrolable y se dispersó por toda la ciudad. La muchedumbre comenzó a entonar el cántico con que animaban a las cuadrigas en el hipódromo: ¡Niká! ¡Niká! Este vocablo griego significa “¡victoria!”, o “¡vence!”, y se convirtió en el grito de guerra de la revolución que se formó. Por ello, los historiadores la llamaron después con el nombre de “rebelión de Niká”.
Las revueltas de esa noche terminaron con el incendio de muchos edificios, entre ellos la basílica de Santa Sofía. Las tropas comandadas por los generales Belisario y Mundus, no pudieron hacer nada y debieron replegarse.
La dignidad de una emperatriz
Atrincherado en su palacio, Justiniano comenzó a hacer propuestas para que cesara el motín, pero la turba ya no escuchaba razones. El 18 de enero, finalmente Justiniano fue al hipódromo para tratar de calmar los ánimos, pero ya ni verdes ni azules lo querían como emperador.
Los líderes de la revuelta buscaron a Hipatyus, quien era un senador que realmente no tenía ambiciones de poder. Pero ellos lo llevaron al hipódromo, con el fin de coronarlo emperador, en reemplazo de Justiniano. Ante este hecho, el rey regresó al palacio con sus allegados.
Temiendo que se aproximaba una usurpación del trono, con las consecuencias que eran de esperarse, Justiniano decidió huir. Fue entonces cuando intervino la emperatriz Theodora, mujer de gran inteligencia y valor. Cuando todos estaban dispuestos para la huida, ella le dijo a su marido:
“El momento presente es inoportuno para huir, a pesar de que ofrece seguridad. Sin embargo, piensa que, cuando te hayas escapado a un lugar seguro y estés a salvo, tal vez prefieras la muerte a la seguridad. Para un emperador es insoportable ser un fugitivo. Por mi parte, apruebo cierto dicho antiguo de que la púrpura es una excelente mortaja”.
Con esto último le hacía entender que es preferible morir luchando como un emperador que defiende y conserva su trono, en vez de huir temeroso y vivir exiliado.
Constantinopla tiembla
Este pequeño discurso conmovió a Justiniano y a sus seguidores, y se dispusieron a enfrentar la rebelión. Sabiendo que todos los insurrectos se encontraban en el hipódromo, el emperador ordenó a sus generales Mundus y Belisario dirigirse allí con sus tropas.
Esta vez, las cosas fueron diferentes, pues el ejército imperial los acorraló en ese sitio, derrotándolos rápidamente. Se dice que murieron 30.000 hombres, y la rebelión quedó completamente aplastada. Incluso Hipatyus, aunque coronado rey contra su voluntad, fue ejecutado junto con los líderes de la revuelta.
Este giro repentino de los sucesos encumbró a Justiniano, quien se ganó el respeto de sus ciudadanos y el temor de sus adversarios. A partir de entonces, su reinado fue próspero y dejó una huella imborrable en la historia.
Reconstruyó la ciudad, y levantó la basílica de Santa Sofía tal como la conocemos hoy día. Lo más importante fue la codificación el derecho romano, el cual se convirtió en el código de derecho civil y penal que hoy nos rige a casi todos.
En cuanto al hipódromo, continuó en uso por mucho tiempo. Más tarde, durante las cruzadas fue destruido y después de la toma de Constantinopla por los otomanos en 1453, definitivamente pasó al olvido. Sin embargo, sus ruinas se conservan y hoy día parte de ellas es visible.
Estas ruinas son mudo testimonio de los hechos que, hace 1.500 años se iniciaron y terminaron trágicamente allí mismo. Tal vez sus protagonistas nunca pensaron que una construcción elevada para reunirse amistosamente a disfrutar de una competencia, no debía mancillarse con la destrucción y la muerte.
Pero lo cierto es que esa lección sigue siendo ignorada hoy en día. Ojalá alguna vez entendamos que se puede disputar mostrando valor y capacidad para vencer al rival, sin acudir a la violencia. Porque, ¿qué otra cosa es el espíritu deportivo?
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
Locución: Javier Hernández
Tema musical de fondo: Epic War Trailer – Envato
Portada: The Chariot Race , atribuido a Alexander von Wagner-Wikimedia Commons
Fuentes: Curiosfera – Ciencia de hoy
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