10 minutos de lectura. Las catedrales góticas son consideradas unos de los monumentos más impresionantes de Europa. Y la de Chartres destaca entre muchas por su belleza y misterio.
La catedral de Chartres, a 80 kilómetros de París, es una de las más simbólicas de la arquitectura gótica francesa. Erigida entre 1194 y 1220, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979.
Origen de la catedral de Chartres
En el sitio que actualmente ocupa la catedral de Chartres se levantaron sucesivamente varios templos, incluso desde antes de la era cristiana. Se cree que allí se emplazaba un santuario druida dedicado a la diosa madre de la mitología de tal pueblo. A partir de este hecho, Chartres se convirtió en un centro de veneración a la Virgen María.
Puede decirse que a esto contribuyó enormemente el obsequio a la ciudad de un supuesto manto de la Virgen, traído desde la Tierra Santa y entregado por Carlos el Calvo en 876. Por este motivo, la ciudad se convirtió en lugar de peregrinaje y veneración mariana.
Pero ya desde el año 350 se habían construido diversos templos en dicho sitio, los cuales fueron desapareciendo uno tras otro por incendios o a consecuencia de las guerras.
El más inmediato a la catedral gótica fue erigido por el obispo Fulberto de Chartres, quien en 1020 inició las obras de una catedral de estilo románico. Después de su muerte en 1029, Geoffroy de Lèves terminó las obras en 1037.
En 1194 se produce un incendio que destruye la catedral del obispo Fulberto. Del edificio románico solo se conservan la fachada y la cripta que alojaba la reliquia mariana. A partir de estas ruinas, conservando esos dos elementos, se inicia la reconstrucción definitiva de la catedral.
De este modo, surge una de las catedrales góticas más innovadoras y representativas de Francia. La obra demora 26 años, tiempo muy corto para una edificación de esa magnitud, y en 1260, en presencia del rey Luis IX El Santo, se consagra definitivamente.
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Sorprendente arquitectura
La planta de la catedral tiene un trazado de cruz latina, con tres naves longitudinales y un crucero, casi en el centro, también con tres naves. Gracias al sistema estructural con columnas y muros muy esbeltos, los espacios internos son muy generosos.
Así mismo, la nave central alcanza una gran altura, lo cual permite que se perciba un sentido de verticalidad, muy característico de las catedrales góticas.
Todo esto se logra por la mayor innovación del estilo gótico, que es el sistema de arcos ojivales, los cuales ayudan a elevar la construcción. Por otro lado, las cubiertas conforman bóvedas de crucería, compuestas por cuatro nervios; el espacio entre ellos, se rellena con material liviano.
Pero la mayor innovación son los arbotantes exteriores, los cuales reciben la carga y la trasladan a los contrafuertes. Esto, finalmente permite liberar una gran cantidad de espacio interior, y genera unos muros que, por no ser estructurales, permiten grandes aberturas.
Con lo anterior se logra superar la pesada y oscura apariencia de las iglesias románicas, y se transmite una sensación etérea, que lleva al peregrino hacia las alturas, donde las enormes vidrieras multicolores lo reciben ofreciéndole una sensación de luz celestial.
Todo esto, sumado a las novedades que en su momento ofreció Chartres, la convirtieron en una obra maestra que sirvió como modelo para muchas otras catedrales que se construyeron posteriormente por toda Europa.
Simbolismo hermético
Además de su importancia arquitectónica que la convirtió en un ícono de la construcción religiosa, la catedral de Chartres no ha dejado de estar envuelta por las leyendas sobre el simbolismo que encierra.
No podemos olvidar el inquietante libro “el misterio de las catedrales”, escrito por Fulcanelli, conocido como el último alquimista. Allí se hace un minucioso análisis de las catedrales de Notre Dame de París, Amiens y Chartres, desde el punto de vista de la filosofía hermética, tan en boga durante la Edad Media.
De todas formas, sean ciertos o no todos los señalamientos que se hacen allí respecto a esta catedral, es claro que en muchos aspectos posee elementos decorativos que no son propiamente cristianos.
Por supuesto que, en los primeros siglos del cristianismo, se tomaron muchos elementos procedentes de las creencias locales de los pueblos donde se comenzaba a extender la religión, con el fin de que ésta fuera más fácilmente asimilada.
En esta simbología se destaca el laberinto de 13 metros de diámetro, ubicado en el eje de la nave central. Sus múltiples circunvoluciones llevan al centro, donde en otra época había una placa de bronce con figuras de la mitología griega. Esta placa fue desmontada durante la Revolución Francesa para fabricar cañones.
Aunque los laberintos en las iglesias de la edad Media eran comunes, el de Chartres se destaca por su buen estado de conservación. Se considera que representa el camino que debe recorrer el peregrino en la búsqueda de la iluminación espiritual, pero también hay detrás de él profundos significados esotéricos provenientes de Oriente.
El laberinto tiene el mismo diámetro del rosetón occidental, y si la fachada se extendiera sobre el suelo interior, ambos elementos coincidirían exactamente.
No debemos olvidar que muchos de los maestros constructores de la Edad Media estaban iniciados en los secretos de la alquimia, y así fue como dejaron su huella en las catedrales y palacios de esa época.
Simbolismo cristiano
Más cercano a nosotros es el simbolismo cristiano expresado en la catedral, la cual también enseña un lenguaje rico en mensajes religiosos. Es de anotar que la mayoría de los peregrinos eran personas iletradas, y por tal motivo las imágenes y elementos transmitían en forma gráfica las enseñanzas evangélicas.
Lo más notorio que observamos en principio, es la orientación de la catedral. La fachada principal se ubica hacia el poniente, considerado el lado de la oscuridad y el pecado y representa el apocalipsis. Desde allí se sigue hacia el altar, ubicado en el ala Este, donde se encuentra la luz del mundo, donde sale el sol.
El ala norte representa el pasado, a través de los profetas del Antiguo Testamento, y presididos por la Virgen María. El ala sur, representa el mundo contemporáneo, con Cristo como eje, rodeado de historias del Nuevo Testamento.
Pero las vidrieras son definitivamente, el elemento más sorprendente de la catedral. Se trata de 140 paneles, los cuales conforman un total de 2.600 metros de vidrieras, algunas de las cuales son las más antiguas que se conservan en el mundo.
Las historias se narran en forma de rosa, comenzando de abajo hacia arriba, después de izquierda a derecha, para terminar en la parte superior.
De este modo, a través de todos estos paneles coloridos, se hace un extenso viaje por la historia de la Biblia, mientras la catedral se llena de luz, como si fuera el espíritu mismo de Dios el que atravesara por los hermosos vitrales para llevar su sabiduría a quienes llegan allí con verdadera devoción.
Un legado eterno
Entrar en este recinto sagrado es, para quien sabe apreciar lo que él transmite, una de las mayores experiencias espirituales posibles. Desde la sensación de verticalidad absoluta de los arcos ojivales, hasta la luz que emana de sus altos muros, parecen tender un puente entre la tierra y el cielo.
La catedral de Chartres ha sobrevivido a guerras y revoluciones, pero su imagen etérea sigue destacándose en el paisaje francés como un magnífico ejemplo de lo que puede hacer el hombre cuando lo impulsa el espíritu de la búsqueda de Dios.
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
Narración: Javier Hernández
Tema musical: Sinfonía en Do menor – Envato
Foto de portada:Catedral de Chartres , alto gótico – vista desde el sureste – Wikimedia Commons
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