Tiempo de lectura 7 minutos. “Las decisiones rectas traen buena retribución, las egoístas acarrean sufrimiento. Esto es karma”
Hay un refrán popular que reza así: “Las decisiones rectas traen buena retribución, las egoístas acarrean sufrimiento. Esto es karma”. Un erudito de la dinastía Qing llamado Zeng Yandong escribió una historia que ilustra perfectamente este dicho popular.
Cuenta el erudito que en la ciudad de Suzhou, provincia de Jiangsu, existió un hombre bueno llamado Jin, quien era jorobado de nacimiento, pero lo que le faltaba a su cuerpo le sobraba en buena suerte, algo envidiado por los vecinos y conocidos.
Cerca de los predios de Jin vivía un aldeano rico y codicioso, llamado Qin, quien dia a dia observaba la tierra de jin con codicia. Deseaba ser dueño de tan fértil suelo. Ofreció bastante dinero para comprarle la tierra, pero Jin este no aceptó, se sentía muy feliz con sus posesiones y no deseaba darlas a ningún precio.
El vengativo y ambicioso Qin difamó y demandó a Jin ante las autoridades, y desafortunadamente esto hizo que Jin tuviera que vender sus tierras a mitad de precio, siendo Qin el feliz comprador.
A partir de este dia, Jin el jorobado, fue poco a poco perdiendo su fortuna y un tiempo después ya estaba viviendo en la pobreza. Un día mientras pasaba triste por enfrente de lo que antes era su propiedad, un vecino se le acercó y le contó la verdad sobre la forma ilícita e inmoral como Qin había adquirido sus tierras a mitad de precio. Todo había sido una trampa.
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Jin, quien siempre fue tan sereno y bondadoso, perdió su temperamento y entro en furia extrema. Juro matar a Qin tan pronto lo encontrara. Alistó un filoso cuchillo que guardó en su bolsillo, y comenzó a buscar a su enemigo por todo lado.
Un día, Jin se ocultó al lado de un camino a esperar a su enemigo que debía pasar por allí de regreso a su casa. Tenía su cuchillo listo para atacar y terminar con la vida de quien lo dejo en la ruina.
Sin embargo, Qin no aparecía, y por más que Jin se desesperaba por cumplir su cometido, tuvo que sentarse y reflexionar con cabeza fría.
“Qin hizo algo terrible cuando se apoderó de mis tierras de esa forma, pero, aunque lo mate y me ‘vengue’, no recuperaré esas tierras. Y no sólo eso, tendré que pagar por este delito con mi propia vida. No, no merece la pena”. Corrió y tiró el cuchillo al río y abandonó definitivamente la idea de la venganza.
De camino a casa, ya sin el peso del odio y la venganza en su corazón, al pasar por un puente de piedra, se dio cuenta de cuan bien se siente cuando se perdona. Entre tanto, se oyó una voz que decía: “Jin lingote de oro está aquí“.
Se extrañó escuchar su apodo en una voz misteriosa pero no precisaba de donde venía. En ese instante, Jin sintió un tirón desde atrás, como si lo enderezaran a la fuerza. Sintió que alguien lo amarró en medio de dos tablas, con una gran fuerza dejándolo entablillado. Uno a uno, los huesos de la espalda y piernas se enderezaron con un chasquido sumamente doloroso. Se desmayó de dolor y no supo cuánto tiempo estuvo inconsciente.
Cuando despertó, su joroba había desaparecido totalmente, y su estatura aumentó casi el doble, volviéndose un hombre guapo. En ese instante Jin supo que había sido bendecido por Dios por haber abandonado su afán de venganza y perdonar a su enemigo.
La historia de Jin fue ampliamente conocida en toda la región, y todos querían verlo y tocarle la espalda para verificar el milagro.
A partir de ese día la vida de Jin cambió. Todos querían hacer negocios con él y pronto su situación económica mejoró.
A pesar de que todos los aldeanos admiraban la transformación de Jin, nadie sabía la razón de lo sucedido, pues cuando le preguntaban por qué había acontecido, él solo se limitaba a decir que era una receta secreta.
Entre tanto, Qin vivía una desgracia. Se quiso acercar a Jin para pedirle ayuda y le entregó muchos obsequios. Su amabilidad desconcertó a todos, pues ya conocían su hipocresía. Jin se negó a recibirlo, pero Qin insistió una y otra vez para que lo recibiera.
Después de mucha insistencia, Jin no tuvo otra opción que recibirlo.
Qin le llevó regalos y comida deliciosa. En privado le contó el motivo de su desgracia. Arrodillado le imploró con lágrimas en los ojos que ayudara a su pequeño hijo de 7 años de edad quien había sufrido una caída que le fracturó la columna dejándolo jorobado. El dolor de este hombre era tan grande que no podía pensar que su hijo, la luz de sus ojos, quedara jorobado para siempre.
“Mi mujer y yo estamos sufriendo amargamente. Te suplico que nos permita saber el remedio que usaste para quitar tu joroba. Tú tienes una receta secreta, te daremos lo que nos pidas para curar a mi hijo. Te daré cien lingotes de oro”.
Al oír la historia de Qin, Jin sintió compasión en su corazón y supo que lo sucedido al niño era una retribución kármica por la maldad del padre. El día que el niño tuvo el accidente fue el mismo que él recuperó su columna.
Levantó la vista al cielo y sus ojos se llenaron de lágrimas.
– “Si no es suficiente, te puedo dar más oro”, añadió desesperado Qin.
– “No, no es eso. No quiero tu dinero”, respondió Jin.
Al recordar sus años como jorobado, Jin se entristeció. Contó a Qin que el milagro había sucedido en el mismo instante que el niño se había caído.
“Ese día, para vengarme de tu maldad de quitarme las tierras, yo planeé matarte esperándote con un cuchillo. Afortunadamente no pasaste por el camino, y yo tuve tiempo de recapacitar y mejor decidí perdonarte y seguir mi vida. Esa buena decisión me trajo buen karma, me quitó la joroba”.
Conmovido Qin, supo que sus malas acciones fueron las que produjeron el sufrimiento de su hijo. Lloró amargamente y con gran remordimiento pidió perdón a Jin y a su hijo.
Para compensar su error, Qin devolvió las tierras a Jin y desde entonces brindó protección a su familia, y se convirtió en un generoso y leal amigo.
Con el tiempo, la joroba del pequeño hijo de Qin desapareció sin dejar rastro.
Las personas que se enteraron de la historia milagrosa reconocieron que solo el arrepentimiento verdadero puede revertir las malas consecuencias de las decisiones egoístas.
Relato adaptado para https://vcsradio.net/
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Narración, César Múnera
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