7 minutos. Las relaciones de EEUU y Latinoamérica parecen estar cada día más frías. ¿Nos estamos alejando definitivamente de nuestro antiguo aliado?
Las relaciones de EEUU con América Latina nunca han sido fáciles. Son como la amistad del vecino rico y el pobre, que mantienen reservas recíprocas, pero se necesitan mutuamente y se preocupaban por mostrar cierta cortesía. Sin embargo, cada día se siente más que EEUU está perdiendo a Latinoamérica.
Es difícil asegurar cuándo se inició el sentimiento antiamericano en nuestro continente. Pero ya desde 1829, el libertador Simón Bolívar expresaba su descontento en la carta que escribió a al coronel Patricio Campbell, desde Guayaquil:
“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.
Esta frase ha perdurado en las mentes del pueblo latinoamericano, como si fuera una profecía del ilustre libertador.
Pero la verdadera tensión puede decirse que se inició a partir de la anexión de buena parte del territorio mexicano por parte de EEUU a mediados del siglo XIX. Desde entonces muchos países del sur del continente sufrieron de una u otra manera el peso del intervencionismo norteamericano. Ya fuera por la protección a dictaduras despóticas, la explotación de recursos naturales; o la intervención directa, como el apoyo a Panamá para la separación de Colombia, se fue creando un clima de antipatía hacia el vecino del norte.
Sin embargo, como es natural, no todo ha sido malo a lo largo del camino.
El hecho de tener una gran cercanía geográfica, ha creado estrechos lazos de mutua dependencia, imposibles de ignorar. Sin importar la reciprocidad que pueda existir en las relaciones comerciales, de una u otra forma todos se han beneficiado. Y, por décadas, millones de latinoamericanos han encontrado un futuro promisorio en tierras del Tío Sam.
Aunque Latinoamérica casi siempre prefirió mantenerse neutral en los conflictos mundiales, nunca se puso en contra de EEUU.
En los momentos más difíciles de la guerra fría, EEUU tuvo el apoyo de Colombia en la guerra de Corea. Así mismo, tanto en la primera como en la segunda guerras mundiales, varios países no dudaron en apoyar a su vecino.
Todo lo anterior nos muestra un esfuerzo por mantener la confrontación lo más alejada posible.
A pesar de que América Latina siempre se ha considerado el “patio trasero” de EEUU, no se puede ocultar que lo que sucede en el país del norte, de alguna manera se refleja en nuestros países. Pero, ¿consideran los norteamericanos que lo que acá ocurre, puede afectarlos? A veces perece que no, pero es algo que tampoco se puede ocultar.
Los últimos gobiernos de EEUU se han venido preocupando por la creciente ola de migrantes que llegan desde América del Sur. Esto se ha vuelto tan inquietante, que puede decirse que la mayor parte de la atención de dichos gobiernos respecto al sur se ha centrado en ese problema. Pero todos sabemos que la gente no huye de su país con un par de maletas por simple diversión. Esa migración masiva no es otra cosa que el reflejo de una crisis que se profundiza cada día más.
Latinoamérica ha ido cayendo en manos de gobiernos populistas de izquierda, los cuales agravan la situación de miseria ya de por sí muy aguda.
Países cada vez más inviables como Venezuela, Haití o Cuba generan miles de migrantes que buscan un mejor futuro. Pero en el continente ya casi no hay hacia dónde huir. De manera que a pesar de que se vea con desconfianza al enorme vecino del norte, el sueño americano sigue vigente para muchos.
Lo grave es que, ante este panorama, EEUU siempre tiene tareas más urgentes qué atender. Está el triángulo de China-Rusia-Irán, además del conflicto del Medio Oriente, el terrorismo mundial o, por supuesto, la política interna.
Y mientras esto ocurre, China gana terreno en el continente, aprovechando tanto la antipatía hacia Norteamérica, como el desconocimiento que se tiene en Latinoamérica sobre el gobierno comunista chino.
Aunque EEUU sigue siendo el principal socio comercial de Suramérica, China ha ido ganando terreno. No solo en transacciones comerciales, sino como aliado de grandes proyectos y con préstamos bancarios. Con todo esto, de acuerdo a sus políticas externas, compromete a los gobiernos para que le presten su apoyo ante los organismos multilaterales.
Pero mientras esto ocurre, y cada vez más países latinoamericanos caen en la trampa populista de izquierda, desde Washington parece que América termina en su frontera sur. Solo hay que custodiarla, para que no sigan entrando muchedumbres hambrientas, sin inquietarse demasiado de lo que se encuentra detrás de todo ello.
A fin de cuentas, América Latina se ha convertido en un volcán con múltiples fumarolas. Algunas parecen más activas que otras, pero en el fondo, se trata de un solo volcán amenazando con hacer erupción en cualquier momento.
El exembajador colombiano Francisco Santos señaló hace poco en una entrevista:
“Yo recuerdo que leía cómo en el año 49 acusaban a Truman de haber perdido China. El presidente Biden puede ser el presidente que pierda la democracia en América Latina”.
Esta inquietante visión ya es muy común entre muchos observadores latinoamericanos que continuamente hacen llamados de atención sobre lo que ocurre en nuestros países.
Pero el presidente Biden sigue distraído, tratando de apaciguar las tormentas de países más importantes alrededor del mundo, mientras al lado de su casa un volcán sigue arrojando cenizas, como preludio de algo que puede explotar en cualquier momento.
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
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