5:30 minutos. Es conocido como un bárbaro que sembró el terror al final del imperio romano. Pero es justo decir algo en defensa de Atila, el azote de Dios.
En defensa de Atila, el azote de Dios
El nombre de Atila aún resuena, después de 1600 años, como un látigo siniestro que surge de las tinieblas para asolar a Europa.
Los Hunos fueron un pueblo seminómada, cuyo origen se discute, pero probablemente provenían del pueblo Xiongnu, asentado en las estepas de la actual Mongolia. Hacia la época del nacimiento de Atila, en 395 d.C., parte de ésta etnia se había desplazado hacia Europa.
Para entonces, ocupaban grandes territorios entre los ríos Don, Volga y Danubio, y los mares Báltico y Negro. Indudablemente, se trataba de un pueblo guerrero, acostumbrado por siglos a las duras batallas. Se les consideraba grandes jinetes, y desde muy pequeños se entrenaban tanto en el oficio de la caballería como en el manejo del arco, con el cual eran muy diestros.
De manera que, para esa época, solo faltaba un líder que los condujera hacia la conquista de Europa y, en último término, de la misma Roma. Y ese líder se llamó Atila, quien en el año 434 heredó, en compañía de su hermano Bleda, la corona de su padre. En 445, a la muerte de Bleda, inició su reinado en solitario.
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Desde un comienzo buscó expandir su imperio, y así se dirigió a Constantinopla, pero aún era muy temprano para que las murallas de esta ciudad fueran vencidas. Entonces recorrió los Balcanes, y finalmente llegó hasta la actual Orleans en Francia, conformando el imperio europeo más grande de su tiempo.
Atila ante Roma
Antes de seguir, debemos recordar que, para esta época, el imperio romano se encontraba en franca decadencia. El emperador Valentiniano III trataba de mantener su imperio a flote, desde Rávena, ya que la permanencia en Roma era insostenible.
Esta situación se veía agravada por el continuo asedio de los bárbaros, como Roma llamaba a los pueblos europeos que anteriormente habían sido sus colonias. Se trataba de los íberos, visigodos, francos, germanos y, por supuesto, los mismos hunos. Con todos ellos, Roma tenía constantes enfrentamientos y alianzas, para tratar de contenerlos en su acometida hacia el centro del imperio.
Por tal motivo, Atila colaboró con Roma en la lucha contra algunos de estos pueblos, pero exigiendo un elevado tributo que incomodaba al poderoso aliado.
En medio de esta situación, y por las constantes luchas internas de poder en Roma, la hermana del emperador Valentiniano III, Honoria, pidió ayuda a Atila para reivindicar su derecho a la herencia del imperio.
Ésta oportunidad no fue desaprovechada por el rey huno, quien exigió que se le entregara a Honoria como esposa y la mitad del imperio como dote. Esto fue, naturalmente, rechazado por Valentiniano, ante lo cual, Atila inició el avance por Europa. Avanzó rápidamente sobre Maguncia, Tréveris, Colonia y Reims, entre otras.
Pero el ejército romano, conformado por tropas de diferentes pueblos bárbaros además de los romanos, y al mando de Aecio, lo enfrentó en la batalla de los Campos Cataláunicos, Francia, en junio de 451.
Esta batalla terminó en tablas, con muchas bajas en ambos ejércitos. Pero Atila no se detuvo, y avanzó hacia Roma, arrasando las poblaciones que encontraba a su paso. Ya tenía cercada la ciudad, pero según las fuentes, el Papa León I, cerca de Mantua, logró disuadirlo.
Final de un conquistador
Lo cierto es que Atila regresó a Panonia, en la actual Hungría, donde murió en 453, durante la celebración de su matrimonio.
Esta muerte, sin duda alguna, significó un alivio para el emperador romano. Y a partir de entonces, la historia la escribieron los romanos, puesto que no existen registros del pueblo huno. Atila, en consecuencia, fue dibujado como un personaje diabólico, de extrema crueldad, entregado a la rapiña y la destrucción. Pero lo cierto es que se trató de otro gran guerrero, seguramente bárbaro, en un tiempo de hombres bárbaros. De hecho, algunos aseguran que fue un gran gobernante.
Finalmente, el imperio que conformó se desintegró a los pocos años de su muerte, a manos de sus herederos. Por su lado, al poderoso imperio romano solo le quedaban, en ese momento, poco más de veinte años de vida.
Escrito por Carlos Morales para VCSmedia.net.
Narración: Viviana Núñez
Foto de portada: Encuentro entre el papa León I (pintado como un retrato de León X) y Atila – Raphael – Stanza di Eliodoro, Palazzi Pontifici, Vatican – Creative Commons
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