5:50 minutos. Un ermitaño, quien permanecía en profunda meditación decía ser alguien muy ocupado. Veamos en qué actividades permanecía ocupado.
En el risco más alto de una remota montaña, habitaba un reputado ermitaño, a quien muy pocos habían visto, pues no solía salir demasiado lejos de su refugio. En realidad, jamás bajaba a la aldea, y los vecinos piadosos le dejaban los alimentos necesarios en un sitio cerca de su cueva. Tenía fama de vivir muy ocupado, además de estar entregado permanentemente a la oración y a la contemplación.
Cierto día, un caminante curioso decidió acercarse hasta su retiro, con el ánimo de conocer cuáles eran sus, tan mencionadas, importantes ocupaciones.
Una vez en su presencia, lo encontró sentado meditando y, al observar que vivía en una forma muy sencilla, y no se veía ningún tipo de herramienta, después de saludarlo respetuosamente, le preguntó:
-Venerable, quisiera que me resolvieras una duda. Todos dicen que eres alguien muy ocupado, pero, viviendo solo y con tan pocas pertenencias, ¿en qué te ocupas tanto como dicen?
El ermitaño, sin cambiar de postura, le respondió:
-Claro que te lo puedo explicar. Hay seis cosas muy arduas que hago día a día, lo cual ocupa todo mi tiempo, a saber:
– Entreno dos halcones
– Entreno dos águilas
– Debo apaciguar dos conejos
– Disciplino una serpiente
– Estimulo a un burro y, por último:
– Domo a un león.
El visitante, sorprendido, le respondió:
-Pero no veo ninguno de los animales que mencionas. ¿Dónde se encuentran?
Entonces, el ermitaño le contestó:
-Aparentemente no los ves, aunque todos los llevamos permanentemente con nosotros. Ahora verás:
– Tengo dos halcones que constantemente se abalanzan sobre todo lo que pasa frente a ellos, sin importar que sea bueno o malo. Por lo tanto, debo entrenarlos para que solo se concentren en las cosas buenas. Esos halcones son mis ojos.
– Las dos águilas que poseo, con sus garras destruyen y desgarran cuanto está a su alcance. Entonces, las entreno para que sean útiles y ayuden sin dañar. Se trata de mis manos.
– Los dos conejos son muy inquietos, todo el tiempo desean tomar cualquier camino, siempre evitando aquello que les parece difícil. Debo apaciguarlos para que se tranquilicen, sin importar las situaciones que deban enfrentar, para que se conduzcan calmadamente y con sabiduría. Ellos son mis pies.
– La serpiente es tal vez la más rebelde. Aunque la mantengo encerrada en una jaula de marfil, ella se encuentra dispuesta para atacar en cualquier momento en que yo baje la guardia. Siempre quiere morder y envenenar; su veneno es como un virus, se difunde rápidamente una vez es inoculado. Por eso debo disciplinarla con mucha fortaleza. Esa serpiente es mi lengua.
– El burro que debo estimular es demasiado terco e indolente. Siempre parece cansado y no muestra deseo de cumplir con sus obligaciones. Diariamente debe llevar su carga, pero nunca desea hacerlo. Se trata de mi cuerpo.
– Por último, se trata del león. Él se cree el rey del cosmos, permanentemente presume de sí mismo, la vanidad hace que cuando se mira al espejo, se vea más hermoso y grande de lo que realmente es. Como es orgulloso, desea ser el primero en todo y piensa que es el mejor. El león es mi ego.
– De modo pues, querido viajero, que ya puedes ver que mi trabajo es mucho y muy arduo. Con tantas cosas por hacer, no puedo relajarme ni un instante.
Cuento anónimo adaptado para VCSmedia.net
Portada: Carlos Morales Galvis
Narración: Javier Hernández
Música: Un entorno espiritual – SchwartzSound
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