11 minutos de lectura. Los rumores y noticias sobre la existencia de una ciudad llamada El Dorado despertó la ambición de los conquistadores españoles en América. Pero lo que encontraron fue más valioso que el deseado oro.
La Ciudad de El Dorado, la Ciudad del Oro, es el mítico lugar que logra generar un sinnúmero de expediciones organizadas por los conquistadores españoles y las coronas europeas existentes en América durante el siglo XVI y XVII.
Obtener sus tesoros, se convierte en un delirante objetivo y deseo inalcanzable de los aguerridos conquistadores. El rumor que se propagó entre los colonos indicaba que la Ciudad de El Dorado se ubicaba territorio adentro de América del Sur, en un lugar indeterminado, probablemente cerca a lo que, antiguamente, fue denominado el Virreinato de Nueva Granada.
En sus recorridos y hazañas de conquista, habían podido apreciar que el Imperio Inca y EL Azteca, entre otros, extendidos a lo largo del territorio americano, poseían oro en abundancia y otros metales preciosos.
Así que era razonable pensar que, con certeza, existía un imperio superior a los ya conocidos, donde el oro era tan abundante que el cacique supremo se daba el gusto de vivir en medio de calles y edificaciones construidas con tan preciado metal.
Además, que, como lo habían escuchado, si los indígenas tenían por costumbre arrojar el oro al fondo de los lagos, debía ser incalculable lo atesorado en aquellos lugares.
Ante esto, se emprendieron diversas cruzadas de búsqueda, partiendo desde Perú, Quito, Coro (Venezuela) y Santa Marta (Colombia).
El Hombre Dorado
Juan Rodríguez Freyle, en su libro El Carnero, escrito en 1636, narra en detalle las hazañas y expediciones realizadas por los conquistadores en búsqueda de El Dorado, hecho que contribuye a difundir la leyenda y a incentivar las expediciones a lo largo de los subsiguientes siglos al XVI.
Se dice que el sustento histórico del mito de El Dorado, se origina con un rito de iniciación y nombramiento del sucesor del jeque o Zipa Muisca, denominado el Hombre Dorado.
El pueblo Muisca, localizado en la región de los hoy departamentos de Cundinamarca y Boyacá, en la Cordillera Oriental de Colombia, solía realizar sus ceremonias y ofrendas a los dioses en la consagrada laguna de Guatavita.
El designado a Zipa se desnudaba totalmente y su cuerpo era cubierto con una resina y oro en polvo. Su apariencia era la de un cuerpo resplandeciente. Exactamente, era el Hombre Dorado.
La Balsa Muisca
El Zipa se subía en una balsa ataviada con esmeraldas y oro, que simbolizaban las ofrendas a los dioses. Junto al él iban varios súbditos, también adornados con materiales preciosos.
Alrededor de la laguna la población se congregaba y en medio de cantos y tocata de instrumentos musicales participaban del ritual.
La balsa se desplazaba hasta en centro de la laguna, estando allí, arrojaban todas las ofrendas a la laguna sagrada. El Zipa, de igual forma, se sumergía y emergía del agua, desprendiéndose de todo el oro, como símbolo de purificación y renovación ritual.
La figura de la balsa muisca, hecha en oro, es el prototipo de orfebrería de este pueblo nativo, símbolo del culto de iniciación del Zipa o el llamado ritual de El Dorado. Una pieza orfebre de la balsa se encontró en Pasca, Cundinamarca, en 1969 y actualmente se exhibe en el Museo del Oro en Bogotá.
Expediciones
La búsqueda de El Dorado suscitó múltiples expediciones que resultaron ser hazañas infructuosas ya que ninguna encontró la quimérica ciudad.
En los viajes participaron no solo los españoles, también estuvieron los ingleses, portugueses y alemanes.
Sebastián de Belalcázar
Con Sebastián de Belalcázar se inicia la primera expedición acreditada por la Corona Española en búsqueda de El Dorado. Entre 1536 y 1539 recorre las intricadas tierras con el fin de llegar al mar Caribe, donde suponía, se encontraba la mítica ciudad.
En el largo trayecto, incursiona la provincia de Pasto, funda Popayán y Cali, pasa por el valle de Neiva y llega a la sabana de Bogotá.
Sin hallar la anhelada ciudad de metal, se encuentra con las expediciones de Nicolás de Federmann y Gonzalo Jiménez de Quesada, que venían de Coro y Santa Marta, en las tierras altas de lo que es hoy la sabana de Bogotá.
Tal encuentro derivó en una disputa por el territorio descubierto. Los tres deciden dirimir el asunto directamente en España. Este hecho aleja a Belalcázar de continuar con su pesquisa.
Francisco de Orellana
Esta expedición se caracterizó porque en la incesante búsqueda del Dorado, descubre el río más caudaloso del mundo, el Amazonas.
En 1541 sale de Quito, recorre los ríos Coca y Napo y avanza por las estribaciones de la selva sin apartarse del cause del río Grande.
En 1542, rumbo a la desembocadura del río, se enfrenta a un grupo de guerreras armadas de flechas. Este evento le recordó a las amazonas de la mitología grecorromana, razón por la cual, denomina al río como el Amazonas.
No obstante, tras fracasar en sus intentos por encontrar la ciudad del oro, falleció en 1546.
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Drenaje de la laguna de Guatavita
El obstinado deseo de adquirir todo el oro y esmeraldas que se creía que los indígenas habían vertido en la laguna de Guatavita, conllevó a que intentaran drenar la laguna.
Se dice que el primer explorador que logra sustraer oro de la laguna, fue Hernán Jiménez de Quesada. En 1545 aprovecha la temporada seca para desaguar la laguna. Se dice que duraron tres meses para bajar el nivel del agua y extraer unos tres mil a cuatro mil objetos de oro y piedras preciosas.
También se da el caso, a finales del siglo XVI, de Antonio de Sepúlveda, quien obtuvo la autorización de la corona española para desaguar, por segunda vez, la laguna. Según archivos, logró desenterrar pectorales de oro, figurillas de oro, y una esmeralda del tamaño de un huevo de gallina.
En 1625 los mineros residentes en el Real de Minas de Santa Ana, cerca a Mariquita, obtienen los permisos de la Real Audiencia para el desagüe de la laguna de Guatavita y extraer el oro y todos los objetos preciosos que ésta debía contener.
No obstante, el drenaje se debería hacer en seis meses y, durante ocho años consecutivos informar sobre las utilidades logradas y entregar el porcentaje de tributación correspondiente a la corona española. Desafortunadamente no existe documentación histórica sobre los resultados de este desagüe y la extracción de oro.
Los intentos por vaciar la laguna persistieron en los subsiguientes siglos. Se utilizaron métodos y técnicas avanzadas para la extracción del oro.
Es tan solo en 1965, cuando el Gobierno Colombiano declara a la laguna de Guatavita patrimonio histórico y cultural de la nación, con lo que logra frenar su explotación.
El Legado
Los logros y desaciertos de las expediciones en búsqueda de El Dorado son incalculables.
El conocimiento territorial minucioso de la denominada región de tierra adentro es uno de los aportes significativos de las múltiples búsquedas.
No importaban las diferencias geográficas, la quimérica ciudad podía estar inserta en lugares tan opuestos como lo son la selva amazónica, los Llanos Orientales o la Sabana de Bogotá.
Se levantaron y documentaron los primeros mapas topográficos e hidrográficos, que poco a poco se fueron perfeccionando, de territorios como: la Guayana, los Llanos Orientales y la intrincada red de vertientes del río Orinoco y Meta, la cuenca del río Amazonas y el Guaviare, entre otros lugares.
Podemos decir, en definitiva, que esos exploradores que ansiosamente buscaron un Dorado de oro puro, nunca sospecharon que el verdadero tesoro se encontraba bajo sus pies, representado en esas nuevas tierras llenas de posibilidades para construir un futuro promisorio.
Pero con su incesante correr por llanos, selvas y montañas, iniciaron, sin proponérselo, la construcción de ese nuevo mundo que se llama América.
Escrito por Patricia Morales G. para VCSradio.net
Locución: Javier Hernández
Música de fondo: Romantic South American Flute – Envato
Foto de portada: Balsa Muisca de Oro hallada en Pasca Cundinamarca – Museo del Oro, Bogotá – Autor: Mariordo (Mario Roberto Duran Ortiz) – Wikimedia Commons
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