5:45 minutos de lectura. Cuando Miguel Ángel observó el enorme mármol que se le ofrecía, comprendió que se trataba de un gran reto. Pero su genio se impuso sobre la rebelde piedra.
Miguel Ángel Buonarroti esculpió su David entre 1501 y 1504, el cual, una vez terminado, se convirtió no solamente en una de sus más espectaculares obras, lo cual ya es mucho decir, sino en una de las más grandiosas del arte escultórico.
Cuando el artista inició la escultura, tenía 26 años y ya había realizado la Piedad para la Basílica de San Pedro en Roma, pero en su patria chica aún no tenía el reconocimiento que esperaba. Y sería el gigantesco David, extraído de un mármol defectuoso, el que lo llevaría a la inmortalidad.
El mármol desechado
A mediados del siglo XIV, se impulsó un proyecto para decorar el exterior de la Catedral de Santa María del Fiore, en Florencia, con doce esculturas. Para el ábside norte trajeron desde una cantera de Carrara, un bloque de mármol de 5,50 mts de altura.
Pero el escultor Agostino di Duccio trató de tallarlo, dejándolo deteriorado e inconcluso en 1466. En 1476 Antonio Rosellino trató infructuosamente de continuar el trabajo. Después de esto, el mármol se dio por inservible y permaneció abandonado hasta 1501, cuando el Gremio de los Tejedores de Florencia decidió retomar el proyecto.
Pocos deseaban probar este gigantesco bloque, por el deterioro a que había sido sometido. Finalmente, la obra fue asignada a Miguel Ángel, quien superó a Andrea Sansovino y Leonardo da Vinci, aunque se dice que este último rechazó la oferta, pues consideraba la escultura como un arte menor.
Nace un coloso
Aunque el contrato para la ejecución de la obra no especificaba qué personaje debía representar, Miguel Ángel, desde el principio pensó en el David bíblico. Él había estudiado todas las esculturas que representaban al joven guerrero, incluyendo la muy famosa de Donatello, pero todos parecían niños débiles. Miguel Ángel quería representar al David joven, pero también poderoso y decidido, capaz de estrangular un oso, como decía la Biblia.
Con esto en mente, perfiló su obra, haciendo otro cambio importante: a David siempre se le representaba con el pie sobre la cabeza del vencido Goliat. Pero el artista quiso mostrarnos el instante anterior al combate, cuando David, con los músculos en tensión medía a su adversario con la mirada, antes de preparar la honda.
Durante casi tres años, Miguel Ángel se aisló en su taller, solo permitiendo el acceso a pocas personas. Trabajaba hasta 20 horas diarias, lamentando el tiempo que desperdiciaba alimentándose o durmiendo. Debió ser muy cuidadoso en el manejo del mármol, pues por los defectos que presentaba, corría el riesgo de estropearlo completamente.
Cuando, en septiembre de 1504, la escultura fue descubierta ante el público en la Plaza Vecchio, todos pudieron observar la obra que sería orgullo de Florencia. Miguel Ángel había sacado de ese enorme bloque de mármol, el verdadero gigante que se ocultaba dentro.
Esto porque nos encontramos ante la representación de un joven seguro de sí, quien sabe que puede vencer al gigante Goliat; su mirada busca el punto débil de su enemigo. Las manos, un poco más grandes de lo normal, denotan la fortaleza con que enfrenta su batalla. Todos sus músculos, sus venas y tendones se aprecian augurando el próximo desenlace de esa, en apariencia, desigual pelea. Es un cuerpo con una gran energía acumulada, próxima a estallar.
Lo perfecto a partir de lo imperfecto
En el David, Miguel Ángel nos mostró cómo una roca, supuestamente inerte, puede cobrar vida si se maneja con verdadero corazón.
Esto nos deja la enseñanza de que, a través de una gran voluntad podemos forjar grandes cosas. Y cómo, sin importar que el material de base sea imperfecto, se puede lograr la perfección. Solo se necesita la decisión y la verdadera diligencia.
Por ello, debemos entender que nosotros mismos, seres imperfectos y débiles ante nuestras bajas pasiones, podemos obtener, si lo deseamos, la verdadera perfección. Para ello debemos retirar, con el cincel espiritual, como pacientes escultores, toda la materia sucia que nos ata, hasta dejar expuesta la verdadera obra maestra.
Escrito por Carlos Morales G. Para VCSradio.net
Tema musical: Fugue 6 J.S. Bach BWV 851
Foto de portada: David de Miguel Ángel, detalle – Wikimedia Commons
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