
6:00 minutos. Para el Rey y el Sufí Consejero no hay consejos tontos.
Cuento del rey y el sufí consejero
En la antigüedad, cierto día un rey se encontraba dando un paseo por las cercanías de su palacio, acompañado de su séquito y de algunos cortesanos. De pronto, observó a un anciano sufí errante quien, sentado al lado del camino, hablaba en voz alta, diciendo:
-Tengo muchos buenos consejos para dar. Solo páguenme cien dinares y podrán tener uno de ellos.
Movido por la curiosidad, el rey se acercó y le dijo:
-¿Qué buen consejo tiene para darme, venerable anciano?
-Su majestad. – repuso el sufí – Solo ordene que me entreguen los cien dinares y tendrá su consejo.
Inmediatamente el rey le hizo entregar el dinero, y aguardó atentamente. Toda la comitiva calló, esperando escuchar algunas sabias palabras. Entonces, el sufí habló:
-Mi consejo, señor, es este: antes de emprender cualquier acción, reflexione primero cuál será la consecuencia de ella.
Al escuchar esto, todos los presentes rieron de buena gana. Se miraban unos a otros, mientras comentaban divertidos, cómo el sufí había sido lo suficientemente astuto para pedir la paga por adelantado, ante semejante consejo. No obstante, el rey pidió silencio y les dijo:
-No debían reírse por lo que dijo este sufí. Parece muy obvio que debemos pensar bien antes de hacer alguna cosa. Pero generalmente nunca lo recordamos, y eso suele acarrearnos muy malas consecuencias. Estoy seguro de que es un buen consejo, y lo agradezco.
Una vez en su palacio, el rey, convencido de que no debía olvidar el consejo, ordenó que se grabara en placas de mármol que se colocarían en las paredes más visibles. No satisfecho del todo, también mandó que se grabaran en su vajilla de plata.
Sucede que uno de sus cortesanos, aconsejado por el demonio de la ambición, decidió matar al rey para arrebatarle el trono. Como sabía que todas las semanas, el monarca se mandaba a hacer unas sangrías, decidió sobornar al cirujano real. Lo convenció de que, si le clavaba una aguja envenenada al rey, lo nombraría primer ministro en cuanto tuviera el poder en sus manos.
Cuando el cirujano acudió para extraerle la sangre al monarca, colocó cuidadosamente la jofaina que había de recoger la sangre. Entre sus instrumentos, ya tenía preparada la aguja envenenada. Pero repentinamente, observó las palabras grabadas en el fondo de la jofaina: “Antes de emprender cualquier acción, reflexione primero cuál será la consecuencia de ella”.
Instantáneamente, como una revelación, le vino un pensamiento inquietante: si el cortesano conjurado reemplazaba al rey una vez este muriera, su primera acción sería ejecutarlo a él. De este modo, eliminaría un testigo peligroso, a la vez que evitaba cumplirle lo prometido.
Pensando en esto, comenzó a temblar, mostrándose muy nervioso e indeciso. Al rey no se le escapó esta extraña actitud, y le preguntó con firmeza qué estaba sucediendo. Entonces el cirujano, arrepentido del crimen que estaba por cometer, le confesó los planes del cortesano traidor.
Inmediatamente, éste fue capturado y enviado a prisión mientras se decidía su suerte. Después, el rey convocó a todos los que lo habían acompañado el día que el sufí le había vendido el consejo, y les dijo:
-Ya vieron cómo, gracias a que el cirujano reflexionó sobre la consecuencia que le traería lo que pensaba hacer, aun puedo hablar ante ustedes. Ahora, ¿alguien desea seguir riendo del consejo del sufí?
Reflexión: un consejo no necesita estar basado en profundidades filosóficas para ser bueno. Por lo tanto, no debemos reírnos de lo que podría parecernos obvio.
Cuento anónimo árabe, adaptado para VCSradio.net
Foto de portada: Castillo de Schwerin en Mecklemburgo-Pomerania Occidental – Creative Commons
Tema musical: Alex Khaskin – Misteries of Ancient world 14
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