El pasado 28 de mayo se aprobó en Beijing, por parte del Congreso Nacional del Pueblo (APN), del Partido Comunista Chino, la ley de seguridad sobre Hong Kong, lo cual ha causado amplia controversia en el mundo, pues se ve como un zarpazo definitivo para coartar las libertades de las que goza esta región autónoma.
Dicha ley de seguridad tiene como fin prohibir la “traición, la secesión, la sedición y la subversión” en la, hasta ahora, pacífica isla. De hecho, tan solo una manifestación exigiendo libertad de expresión, podrá tomarse ahora como un acto subversivo, tal como ocurre en China continental.
Ahora bien, este hecho se produce después de que, en 1997, el Reino Unido hizo entrega de la soberanía de Hong Kong al régimen chino, después de más de un siglo de haberlo tenido bajo su dominio. Sin embargo, esta entrega se hizo bajo el compromiso de que la rica ciudad se regiría bajo la modalidad de “Un país, dos sistemas”, en la cual Hong Kong conservaría una administración democrática, y no estaría cobijado por las arbitrarias leyes comunistas del régimen de Beijing.
Este modelo, según lo acordado, debía permanecer vigente hasta 2047, cuando China incorporaría a Hong Kong al sistema político del país. Pero con esta ley de seguridad aprobada, los hongkoneses sienten que perderán totalmente la libertad de expresión y el derecho judicial de los que hasta la fecha han gozado.
En realidad, el régimen comunista chino siempre se ha asegurado de que Hong Kong esté gobernada por mandatarios afectos al régimen, al punto de ser realmente títeres del PCCh. Simultáneamente, el PCCh ha pactado con la oligarquía hongkonesa, para garantizar el control de la economía y obstaculizar el avance de las fuerzas pro democráticas en la isla.
Esta falta de independencia, llevó en 2014 a la llamada revolución de los paraguas, cuando se pedía mayor autonomía y libertad, las cuales claramente ya se percibían como cada vez más precarias.
Desafortunadamente, estas manifestaciones sólo condujeron al PCCh a endurecer su posición, y así es como, en medio de la pandemia surgida en Wuhan, lanzó la ley de seguridad, aprovechando que, por el confinamiento, la resistencia por parte de la población sería mínima.
Adicional a esto, aprovechó que, los países democráticos que podrían formar un bloque contra estas medidas invasivas también estarían, como en efecto sucedió, demasiado ocupados controlando la pandemia, y no querrían otra confrontación en medio de la preocupación por el caos que se vive.
Sobre esto, Chris Patten, quien fuera el último gobernador británico de Hong Kong, afirma que “El mundo simplemente no puede confiar en este régimen chino. Las democracias liberales y los amigos de Hong Kong en todas partes deben dejar en claro que respaldarán a esta ciudad grandiosa, libre y dinámica. Luego del anuncio de la nueva ley por parte de China, más de 512 parlamentarios y autoridades jerárquicas de 32 países han firmado una declaración en apoyo de Hong Kong”.
Aunque lo anterior es cierto, también es verdad que hasta ahora sólo el presidente Trump y el primer ministro británico Boris Johnson han sido contundentes en sus declaraciones, y se han mostrado dispuestos a tomar medidas ejemplares, al punto que ya provocaron la reacción del régimen chino, el cual amenaza a su vez con tomar represalias por la “interferencia en los asuntos internos de China”.
No hay duda que, en momentos en que muchos líderes mundiales dudan sobre la confiabilidad del PCCh, después del manejo oscuro que le dio a la información sobre la pandemia del covid-19, con esta medida desafiante contra la libertad de Hong Kong, el régimen chino pone a prueba la cohesión del mundo libre de occidente, así como a su capacidad de respuesta ante esta clase de provocaciones.
Muchos países tienen grandes intereses económicos en China y esa es una de las mayores cartas que se juega este gobierno totalitario. Está por verse qué tantas capacidades de discernimiento tienen los líderes occidentales, para entender que, si ceden ante los avances del PCCh por dichos intereses, en un futuro no tan lejano, podrían perder no solo esos grandes negocios, sino su misma autonomía, cuando las leyes de mercado se dicten desde Beijing.
Redacción: Carlos Morales para Vivir con Sabiduría.uno con información de El Tiempo, BBC News y El Mundo.es
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