11:30 minutos e lectura. La famosa escultura griega llamada Venus de Milo se distingue no solamente por su increible perfección artística. además de esto, se encuentra rodeada de misterio y leyenda.
La Venus de Milo es una escultura que representa a una de las más grandes diosas de la mitología grecorromana, la cual simboliza la belleza ideal, la sensualidad, la fertilidad y el amor. Los griegos la llamaban Afrodita y los romanos Venus.
Fue descubierta en 1820 en la isla de Milo, archipiélago de las Cícladas del mar Egeo, en Grecia; se trasladó y permanece desde 1821 en el parisino Museo de Louvre.
Dicha escultura se caracteriza por la ausencia de sus brazos.
Paradójicamente, pese a esta falencia, su relevancia en las esferas del arte mundial no se ha menoscabado en lo más mínimo; es considerada una de las más importantes y hermosas obras de la Antigua Grecia.
Esta pieza artística cobija diversas incógnitas que siguen vigentes en la historia del arte y en la cultura universal.
El período Helenístico
El período Helenístico se sitúa entre finales del siglo IV a.C., tras la conquista de Alejandro Magno sobre Grecia, hasta la época imperial romana (323 a.C. – 30 a. C).
Se estima como la etapa del gran auge de la cultura griega.
Entre las obras de arte helenístico están las llamadas “Siete Maravillas del Mundo”, con el Faro de Alejandría y el Coloso de Rodas.
En el ámbito de la escultura, se caracterizan las formas marcadas, el arqueo del cuerpo, trabajo detallado de ropajes, la transparencia de los vestidos y la flexibilidad en las actitudes, dejando así ver poses y expresiones corporales cercanas a las figuras reales.
Semidesnuda, descubierta la parte superior y cubierta la parte inferior del cuerpo por pliegues que dan la apariencia de una tela calada, la Venus de Milo acentúa sus formas (hombros, cintura, caderas), conservando un equilibrio armónico.
La expresión del rostro devela sus sentimientos. El torso resalta un mayor movimiento y postura natural. La escultura hecha en mármol blanco, mide 2,11 metros de alto y pesa unos 900 kilos. Se le considera una de las obras más representativas del período helenístico.
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Venus en la Mitología
Una de las características de la diosa del amor y la belleza, Afrodita o Venus, es la de sostener en una de sus manos la manzana dorada, símbolo de la victoria en el Juicio de Paris.
La historia cuenta que Paris, el príncipe Troyano, recibió una manzana de oro de Eris (diosa de la discordia), con el fin de que se la entregara a la más bella de las diosas. Atenea, Hera y Afrodita disputaron el triunfo.
Cada una de ellas trató de persuadir a Paris. Hera le prometió las regiones de Asia y Europa, Atenea le ofreció sabiduría y Afrodita, entregarle a la mujer mortal más hermosa.
Paris escoge a Afrodita, quien le entrega a la hermosa Helena de Esparta. De este modo, Afrodita recibe la manzana de oro y es elegida como la diosa más bella.
El creador de la Venus de Milo
No existe certeza alguna que permita señalar quién fue el autor de tan importante escultura. Algunos historiadores del arte se inclinan por afirmar que es obra de Alejandro de Antioquía, escultor del período Helenístico, reconocido por ser un artista errante.
Esta afirmación la sustentan al observar que, en el momento de su hallazgo, la escultura se encontraba en un pedestal que tenía grabado el nombre Andros (Alexandros o Agasandros) de Antioquía del Meandro.
Hallazgo de la escultura
Sobre el hallazgo y estado de la escultura de la Venus de Milo se han tejido infinidad de teorías que conducen al mundo de la leyenda, mezcladas entre la realidad y la fantasía.
Se afirma que la escultura la encontró Yórgos Kendrotas, lugareño de la Isla de Milos, el 8 de abril de 1820. Estaba semienterrada en un nicho cerca de las ruinas de un teatro.
Para ese entonces la isla estaba bajo el dominio del Imperio Otomano.
Yorgo, encantado con el hallazgo, se la lleva para su vivienda. Pronto el rumor de que el campesino guardaba con recelo una escultura antigua y al parecer de mucho valor, llegó a oídos de unos oficiales navales franceses y, por otro lado, de unos turcos cercanos al gobernador de la isla.
Los franceses le ofrecen una gran suma de dinero por la escultura y le prometen volver por la obra tan pronto tengan el total del valor ofrecido.
Los turcos, interesados en la escultura y quienes reclamaban por los derechos de su pertenencia por hallarse en su territorio, llegan a negociar con Yorgo.
El granjero, en aras de dejar contentos a las dos partes, opta por venderle la obra a los franceses y, por otro lado, también la negocia con los turcos.
En el instante de entregar la escultura a los franceses, estos se disponían a embarcarla cuando los turcos interrumpieron el evento y se enfrentaron en una fuerte disputa por el tesoro.
En el entrecruzamiento y jaloneo de la Venus, esta cae y pierde sus brazos. Los franceses logran finalmente, poner en marcha su navío y se van con la escultura.
A la postre, ésta es trasladada de la Isla de Milo a Constantinopla. Luego llega a Francia y es recibida por el Rey Luis XVIII quien la dona al Museo de Louvre en París. Allí permanece en exhibición al público hasta el día de hoy.
¿Cómo realmente perdió sus brazos?
Sobre este tema hay varios interrogantes que no se han podido posible resolver, pero sobre el cual surgen diversas hipótesis. Ante todo, el Museo de Louvre siempre ha sostenido que la Venus de Milo llegó al museo sin brazos.
La versión más aceptada dice que, en el momento del rifirrafe entre los oficiales franceses y los turcos, la escultura cae y se le rompen sus brazos.
De esta historia se desprenden dos teorías. Una, que los brazos van a dar al fondo del mar y nunca nadie hizo algún intento por rescatarlos.
Por otro lado, se plantea que los brazos quedaron en manos de los turcos, quienes los ocultaron en algún sitio de Milo. Se dice que el lugar donde fueron escondidos los brazos es un secreto que conservan tres familias turcas, las cuales se han encargado de transmitirlo de generación en generación.
En 1960 una comisión de arqueólogos turcos, apoyados por el informe del jurista Ahmed Rechim, solicitaron a Francia que entregaran la escultura a Turquía, argumentando que para 1820 la isla de Milo pertenecía al Imperio Otomano.
Advirtieron que, si Francia devolvía la escultura, Turquía se comprometía a desenterrar los brazos, con lo cual el mundo podría apreciar, por fin, la obra en toda su suntuosidad original.
Los franceses, en palabras del escritor André Malraux, contestaron que tal solicitud era un “chantaje cultural”. Con ello negaron toda posibilidad de devolver la obra.
También se especula que los brazos fueron hallados junto a la escultura y que, de igual forma, fueron enviados a Francia y entregados al museo.
No obstante, este consideró que no era pertinente restaurarlos ya que no existía certeza que pertenecieran en realidad a la Venus de Milo. Además, en lugar de recomponerla podrían afectar la belleza y armonía de la escultura. Pero esto nunca ha sido confirmado oficialmente.
Una belleza eterna
Tan vigente y controvertida como desde el momento de su descubrimiento, la Venus de Milo causa admiración y no deja de desencadenar emociones.
Porque definitivamente, el consenso general, es que uno de sus grandes atractivos es justamente la carencia de los brazos. Se trata del perfecto ejemplo de que aquello que nació bello nunca perderá su esencia original.
Escrito por Patricia Morales G. para VCSradio.net
Locución: Javier Hernández
Tema Musical de fondo: Classical Hope – Envato
Portada: Wikimedia Commons
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