5 minutos. China – Talibanes, claramente una alianza de conveniencia entre dos vecinos que se miran con desconfianza.
Ante la toma del poder en Afganistán por parte de los talibanes, el mundo se encuentra a la expectativa de las consecuencias que esto traerá. Mientras tanto, el régimen chino se ha apresurado a dar legitimidad al nuevo gobierno de Kabul, dispuesto a mantener sus intereses a cualquier precio.
Cuando el gobierno de Biden decidió apresurar la salida de las tropas norteamericanas asentadas en Afganistán, nunca pensó que los Talibanes se apoderarían tan rápido del país. En una operación relámpago que sorprendió incluso a los líderes talibanes, solo les llevó dos semanas para llegar a Kabul.
Esta situación, ha generado que los gobiernos occidentales teman la reaparición de los grupos extremistas islámicos. Aunque el Talibán asegura que impondrá un gobierno más moderado que el de hace 20 años, tales afirmaciones son poco creíbles. De hecho, este grupo ya han comenzado a tomar represalias contra los afganos que colaboraron con el anterior gobierno.
Pero nada de todo esto parece haber inquietado al gobierno chino. China comparte con Afganistán una frontera de 76 kilómetros, muy cercana a la provincia de Xinjiang. Esta provincia es el territorio de la etnia musulmana Uigur, fuertemente perseguida por el Partido Comunista Chino, PCCh. Es así que Afganistán se convierte en un país estratégico para continuar las políticas expansionistas y unificadoras del PCCh.
Lo cierto es que, desde la reunión de una delegación talibán con el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wand Yi en Tianjin, el pasado 28 de julio, el ministro chino ha mantenido una intensa agenda con líderes talibanes.
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Es notoria la preocupación del PCCh por el desarrollo de los acontecimientos en el país vecino, por varios elementos importantes.
En primer lugar, está el factor Uigur. Aunque los talibanes no han mostrado mucho interés en defender a sus hermanos musulmanes de China, grupos más extremos como ISIS-K y el Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (MITO), podrían cruzar la frontera para ejecutar actos terroristas.
En segundo lugar, se encuentran las riquezas minerales de Afganistán, como petróleo, cobre, carbón, cobalto, litio y mercurio. Aunque la explotación de estos minerales puede ser lenta y costosa, China, tan ávido de materias primas, no dejará de aprovechar esta oportunidad. Si asegura una alianza conveniente, podría explotar toda esta riqueza en forma exclusiva.
Así mismo, China aprovecharía la posibilidad de consolidar su presencia en la región; con ello fortalecería el proyecto de la Ruta de la Seda, uno de los más importantes de su programa expansionista.
A cambio de todo esto, China podría ofrecer a los talibanes una cierta legitimidad y apoyo ante la comunidad internacional, así como el músculo financiero que tanto necesitan ahora.
Sin embargo, nada de esto es tan fácil. Los aliados del régimen chino, como Irán, Norcorea o Rusia, son gobiernos impredecibles; y más aún lo pueden ser los Talibanes, quienes ya tienen antecedentes de falta de respeto a las normas internacionales, y extremismo al considerar enemigos a todos los que no comparten sus creencias.
Por supuesto la desconfianza es mutua, pues para los talibanes es claro que con el PCCh solo comparte su odio hacia EEUU. Pero, considerando la situación actual, puede decirse que China es el mejor aliado.
Finalmente, es válido pensar que para el gobierno de Biden, quien se ha mostrado débil y vacilante, existe aquí un nuevo motivo de preocupación. Ya China ha enviado el mensaje de que el EEUU actual no es un aliado fiable, mientras mira con deseo hacia Taiwán.
Entre tanto, el régimen chino sigue de cerca los movimientos americanos y europeos en el Cercano Oriente, pendiente de las ganancias que se presenten para sus propios intereses globales.
Editorial VCSradio.net
Foto: Wikimedia Commons
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