Hace aproximadamente cien años, en el escenario mundial apareció una sustancia que desde entonces se viene utilizando en diferentes formas y por motivos diversos, sin que haya producido ningún tipo de daños a la salud; por lo contrario, ha servido para potabilizar el agua, desinfectar las bolsas de sangre para transfusión y ha acompañado la sanitización profunda de espacios, medios, alimentos y superficies para que la humanidad continúe su proceso de existencia normal. Se trata del Clorito Sódico, mineral que, al unirse a un ácido, reacciona dando lugar al Dióxido de Cloro, forma que en la actualidad cobra una vigencia inusitada, no porque haya sido desconocida, sino por su utilidad en esta fase crítica de la pandemia.
Las confirmaciones de quienes lo han usado a título preventivo y también con carácter curativo llenan las redes sociales por estos días. A la vez estas mismas son objeto de escrutinio de parte de quienes no lo han experimentado en su familia o en su propia salud; algunos desconfían por el hecho de ignorar sus beneficios, sus propiedades y bondades excepcionales y otros, por razón de intereses de índole poco clara, que se entreveran en la profusión de comentarios y aprovechan para demeritarlo como ha ocurrido en otras oportunidades con sistemas médicos y sustancias medicinales, que por ser alternativos, no contaban con el beneplácito de algunos sectores del sistema sanitario ni de la medicina convencional, o para ser más exactos, de la industria farmacéutica, como sucedió con la acupuntura, la homeopatía, la terapia neural, las medicinas complementarias, los remedios herbales y preparaciones biológicas y tantas otras formas que hoy van llenando con éxito el escenario de la salud.
Lo sucedido con el Clorito Sódico no puede pasar desapercibido para la humanidad en estos momentos en que las vacunas han entrado en una fase de confiabilidad relativa, por sus efectos secundarios y, más aún, cuando para el caso presente del COVID-19, todavía no se vislumbra posibilidad cercana de que algún medicamento pueda satisfacer la necesidad masiva de salvar las vidas que cada día resultan contagiadas.
Puesto que se han realizado suficientes estudios e investigaciones y estos han dado lugar a varias patentes para el uso del ClO2 en personas o en animales y su eficacia no puede ser desvirtuada, algunos gobiernos han autorizado que se formalicen las fases de pruebas clínicas aparte de las ya realizadas, como lo confirma el científico alemán Andreas Ludwig Kalcker, uno de sus más fervientes defensores y en el momento quien a escala mundial goza del mayor reconocimiento en el tema. Este investigador, con verdadero sentido humanitario, así como otras personas del ambiente facultativo, ha dedicado trece años de su vida a comprobar y a difundir las propiedades de dicha sustancia. Al mismo tiempo ha plasmado las conclusiones de su indagación y de su trabajo de laboratorio en publicaciones científicas y libros y cuenta con soporte documental para avalar sus afirmaciones y sus experiencias.
Por la misma razón de seguridad, experticia y confianza en el uso de dicho producto, un número creciente de profesionales médicos alópatas y alternativos, terapeutas y practicantes de la medicina integrativa, en Europa, Asia y Latinoamérica han optado por avalar con sus testimonios escritos, audios y videos el valor terapéutico de la sustancia conocida como MMS (Precursora) y CDS (Solución de Dióxido de Cloro). Sin contar con este acúmulo de argumentos, tanto Andreas Kalcker como otros expertos, han soportado la persecución de agentes cuyos intereses no son el objeto de este escrito.
Con el paso del tiempo el Dióxido de Cloro ha recibido mejoras para adaptarlo al gusto de los usuarios: se presenta en una solución, resultante de la reacción del Clorito con un agente activador que luego se lleva en forma de gas a un medio, en este caso agua destilada, en la cual resulta la Solución de Dióxido de Cloro, sustancia de aspecto ambarino, disponible en el momento para su aplicación tanto oral como externa. Vale mencionar que para fines hospitalarios ya cuenta también con una patente que permite su uso en presentación inyectable, cuando las condiciones lo requieren.
A pesar de la amplia difusión y del reconocimiento de que goza el dióxido de cloro, la presencia de materiales de procedencia tendenciosa y de productos fraudulentos subidos a la internet con publicidad engañosa, han hecho que exista incertidumbre en el círculo médico, sin considerar que como resultado se priva a la población que lo necesita para tratar sus afecciones, infecciones y afugias, incluso las propias de la pandemia del coronavirus. También los medios, por desconocimiento, ayudan a cerrarle el paso, pues suponen que la promoción afecta sus propósitos económicos.
No se puede entrar en tolerancia con las prácticas restrictivas, pues la severidad del contagio actual merece que se adopten medidas responsables y urgentes a gran escala o al menos nacionales o territoriales, en favor de esa población a la que no puede privarse de la oportunidad de utilizar, en uso de su legítimo derecho, otra opción para salvar su vida, no solo en esta coyuntura sanitaria sino en otras que lo requieran.
Por otra parte, en el mismo sentido del clamor de los usuarios y del cuerpo médico, resulta válido mencionar la previsión estatutaria legal de que cuando a un profesional de la salud no le queda alternativa para preservar la existencia de un ser humano, le es lícito acudir al medio disponible, aunque su decisión no concuerde con el canon establecido o con las restricciones del sistema.
Redacción Jorge Hernández para Vivir con sabiduria.uno
Música Ambiental #16 Brahe