5 minutos. El partido Comunista Chino , PCCh, ha estado ampliando sus influencia global, apelando a diferentes métodos según una agenda muy elaborada. En América Latina el foro de Sao Paulo se ha convertido en aliado indispensable.
El pasado 10 de mayo se reunieron en Beijing, 70 asistentes latinoamericanos de 15 países, con miembros del Departamento Internacional del Comité Central del Partido Comunista Chino, PCCh. Esta reunión hacía parte del ciclo llamado “Las relaciones entre China y América Latina en la Nueva Era”.
Pero no se trataba de una reunión de nivel presidencial promovida por los presidentes elegidos democráticamente en los diferentes países participantes. Se trataba realmente de “profundizar la cooperación partidista con el Foro de Sao Paulo y para discutir conjuntamente los nuevos enfoques de la cooperación entre China y los países latinoamericanos y caribeños”.
Lo anterior indica que, aunque se habla de cooperación mutua entre países que son tratados como iguales, los “enfoques de cooperación partidista” en realidad tenían una finalidad política y de penetración ideológica en la región.
Desde hace años, hemos podido ver cómo el gobierno comunista de China ha estado penetrando no solo las economías de los países latinoamericanos; también los ha hecho formar parte del plan de adoctrinamiento ideológico a través de los institutos Confucio.
Estos institutos, supuestamente creados para facilitar el aprendizaje del idioma chino, hacen alianzas con las universidades, especialmente de estratos altos. Pero su verdadera misión es llevar la cultura comunista a los estudiantes, a quienes se muestra el régimen chino como ejemplo de libertad y progreso. No mencionan los derechos humanos o la verdadera libertad de expresión.
La finalidad de todo esto es sacar totalmente a Latinoamérica de la órbita norteamericana, creando una dependencia económica e ideológica de China. Por eso vemos que países como Venezuela o Argentina se han convertido en depositarios de enormes préstamos, que se convierten casi en impagables.
Ante estas deudas, dichos países tienen que ceder sus recursos naturales a China en forma casi exclusiva; especialmente los energéticos y de materias primas tecnológicas como el litio y el cobalto. Además, se crean compromisos para establecer bases, como la controvertida de Ushuaia, al sur de Argentina.
Es obvio que para llevar a buen término todo su proyecto en América Latina, la presencia de gobiernos de centro derecha o derecha es un problema mayor. Esto aclara la razón de las reuniones llevadas a cabo, no con los gobiernos, sino con los representantes del foro de Sao Paulo.
La finalidad real del PCCh no es colaborar con el progreso material de los pueblos empobrecidos de América Latina, ni propender por su desarrollo e independencia económica. Por el contario, se trata de garantizar la dependencia económica, al mejor estilo del imperialismo que dicen combatir.
Es sabido que el Foro de Sao Paulo, establecido en 1991, busca la implantación de los gobiernos comunistas en todo el continente. Para esto los líderes de izquierda de todos los países latinoamericanos trazaron una agenda, que hasta ahora han venido cumpliendo, con resultados disparejos.
Por eso, para el Foro a China, es tan importante esta alianza. Es de anotar que el PCCh se unió a los intereses del Foro en 1993, solo dos años después de su fundación. De modo que se trata de una asociación cuyos resultados están proyectados a largo plazo.
El PCCh dota a los miembros del foro con los recursos necesarios para cumplir su agenda; una vez dichos miembros lleguen al poder, deben entregar las riquezas que el PCCh exija.
Todo esto es fácil de garantizar, puesto que las extremas izquierdas, por naturaleza, buscan perpetuarse en el poder. De tal modo que el régimen chino, no corre el riesgo de que cuando haya un cambio de gobierno, se le retiren los privilegios adquiridos.
Por otro lado, esos movimientos suelen llegar al poder ávidos de dinero, que los bancos occidentales no les entregan tan fácilmente como ellos quisieran. En cambio, los bancos chinos, respaldados por el gobierno, tienen el brazo largo a la hora de prestar. Ellos saben que cuando sus aliados no puedan responder, siempre habrá puertos marítimos, petróleo o minas de oro que entregarán a cambio de la deuda.
Todo lo anterior nos deja ver cómo, una vez más la historia de América Latina parece conducirse siempre en el círculo vicioso de la dependencia. Nuestros héroes patriotas lucharon hace doscientos años para liberarse del yugo español, y al final nuestros antepasados creyeron lograr la libertad.
Pero las luchas internas y un legado de malos gobiernos nos volvieron dependientes de las decisiones que se tomaban en EE.UU. Entonces, hace unos cincuenta años comenzaron los movimientos que buscaban, nuevamente, la libertad.
Pero desafortunadamente, muchos se apoyaron en las ideas marxistas que venían de Europa y se habían impuesto en la Unión soviética y China.
Ahora, paradójicamente, los ciudadanos ingenuos celebran que al fin nos estamos liberando del “imperialismo yanqui”. No perciben cómo sus nuevos libertadores se convierten en sátrapas de un imperio que solo conoce de la tiranía y la destrucción de la cultura.
Es hora de que entendamos esto claramente en nuestro continente. Todos esos líderes de izquierda que han surgido en las últimas dos décadas, que fomentan el odio y la división, y hacen propuestas imposibles de cumplir, no están realmente enfocados en el bienestar de la gente.
Su objetivo es, como todo lo que el comunismo toca, imponer su ideología, perseguir a sus contradictores y, en última instancia, entregar la soberanía al nuevo imperio emergente. Y debemos tener en cuenta que el régimen chino sí es un imperio real, en el cual no existe el derecho al disenso.
Ya hemos visto cómo en Venezuela, en Cuba y Nicaragua se amordaza a la prensa, se reprime a quienes osan contradecir al gobierno y se encarcela a los líderes de oposición. Para hacer esto, han tenido a grandes maestros en el arte de ejercer la dictadura, como lo ha hecho el PCCh durante más de sesenta años.
Es así que, como latinoamericanos, es deber nuestro escoger líderes que nos garanticen la libertad mientras nos conducen hacia el progreso. Porque salir de la pobreza, no se logra, convirtiéndonos en lacayos de un régimen que no se interesa más que por desangrar nuestros recursos y convertirnos en fichas para su ascenso a la primacía del poder global.
Escrito por Carlos Morales G.
Foto: Foro de Sao Paulo
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