La creciente narrativa de género está llevando a miles de niñas a someterse a mastectomías y tratamientos irreversibles. ¿Qué está ocurriendo en la sociedad moderna y cómo afecta a las futuras generaciones de mujeres?
En los últimos años, la sociedad ha sido testigo de una preocupante tendencia: la patologización del proceso natural que lleva a las niñas a convertirse en mujeres. Este fenómeno, impulsado por la hegemonía de la narrativa de género en la comunidad educativa, médica y científica, ha transformado lo que debería ser un viaje de descubrimiento y crecimiento en una experiencia traumática y, en muchos casos, patológica.
La narrativa de género, reforzada por los medios de comunicación y las redes sociales, ha contribuido al crecimiento exponencial del fenómeno de la “incomodidad de género” entre las niñas y adolescentes. Un informe reciente del Manhattan Institute reveló que las mastectomías realizadas en menores de 18 años como parte de tratamientos de “afirmación de género” se han vuelto sorprendentemente comunes. Entre 5,000 y 6,000 niñas y adolescentes en los EE. UU. se han sometido a mastectomías dobles en los últimos cinco años, cifras que apenas representan la punta del iceberg, considerando los procedimientos no registrados.
Este aumento en los procedimientos quirúrgicos está directamente relacionado con la popularidad del enfoque transgénero, que promueve la autoidentificación de género en niños, incluso en los más pequeños. Es especialmente alarmante la prevalencia de mujeres jóvenes afectadas por este fenómeno, que cada vez más recurren a la cirugía como respuesta a la disforia de género.
En décadas anteriores, las niñas que rechazaban ciertos aspectos de la feminidad estereotipada, como jugar con muñecas o preferir vestidos, simplemente eran vistas como niñas con intereses diferentes. Sin embargo, la narrativa actual ha transformado estas preferencias en signos potenciales de disforia de género. Aunque muchos casos de disforia infantil se resuelven naturalmente antes de la adolescencia, la presión para someterse a tratamientos irreversibles ha aumentado, con consecuencias devastadoras para las niñas que luego se arrepienten de sus decisiones.
El progresismo ha tomado un enfoque militante hacia el sexo y el género, utilizando estereotipos que antes eran despreciados para formar colectivos y promover la idea de que la autoidentificación de género es la clave para resolver la disforia. Sin embargo, esto ha llevado a la patologización de lo que no es una enfermedad, sometiendo a las niñas a tratamientos invasivos y traumáticos que las mutilan y les roban su capacidad de disfrutar de una vida sexual plena en el futuro.
Además, el activismo trans ha luchado activamente contra las restricciones en los tratamientos de cambio de sexo para menores, ignorando los informes que cuestionan la calidad de la evidencia y las implicaciones éticas de tales procedimientos. El resultado ha sido una generación de niñas que crecen bajo la creencia de que convertirse en mujer es un riesgo innecesario y peligroso, una narrativa que ha moldeado sus identidades y su percepción del mundo de manera profundamente negativa.
Es crucial que la sociedad reevalúe el impacto de estas narrativas y proteja a las niñas de la politización de su desarrollo femenino. La adolescencia debería ser un tiempo de esperanza y crecimiento, no de miedo y patologización. Debemos trabajar para desmantelar esta ideología que ha causado tanto daño y asegurar que las futuras generaciones de mujeres puedan crecer en un ambiente que celebre y apoye su transición a la adultez de manera saludable y positiva.
Artículo escrito con información de La Gaceta
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