La ESI se ha convertido en el centro de la polémica en Argentina. ¿Es una herramienta para la educación sexual integral o un vehículo para la difusión de una ideología particular?
Desde 2018, la Educación Sexual Integral (ESI) se ha convertido en el foco de atención de la política educativa argentina, relegando a un segundo plano la enseñanza de materias básicas como matemática y lengua. Mientras 8 de cada 10 estudiantes del último año del secundario tienen dificultades para resolver ejercicios simples de matemática y 4 de cada 10 no leen de corrido, la ESI se ha erigido como la principal preocupación de las autoridades educativas, impregnando los contenidos de una ideología particular.
La ESI, originalmente concebida como un espacio para brindar información y herramientas para la salud sexual y reproductiva, ha mutado en un vehículo para la difusión de la ideología de género y el activismo queer. Desde una perspectiva sesgada, se busca deconstruir las nociones tradicionales de sexo y género, promoviendo la idea de que la identidad sexual no está determinada biológicamente, sino que es una construcción social.
Cuestionamientos a la ESI
La sobreexposición de la ESI en la currícula escolar genera críticas por diversos motivos:
- Desplazamiento de las materias básicas: La centralidad otorgada a la ESI ha relegado a un segundo plano la enseñanza de materias fundamentales para el desarrollo intelectual y académico de los estudiantes.
- Enfoque ideológico: La ESI se ha convertido en un instrumento para la difusión de una ideología particular, en lugar de brindar información objetiva y científica sobre la sexualidad.
- Adoctrinamiento infantil: Se busca inculcar en niños y niñas desde temprana edad una visión de la sexualidad que no se ajusta a la realidad biológica y social.
- Injerencia en la esfera familiar: La ESI invade la esfera de la familia, pretendiendo suplantar el rol de los padres en la educación sexual de sus hijos.
Exageración y desinformación
La narrativa oficial presenta la ESI como una necesidad imperiosa, ignorando el fracaso de las políticas educativas en áreas prioritarias. Se exagera la existencia de “violencias sexogenéricas” y se culpabiliza al “patriarcado” por problemas sociales complejos. Se promueve la “desprivatización” de la sexualidad, ignorando el derecho a la intimidad y la privacidad.
La ESI, en su versión actual, desnaturaliza la función de la escuela, que debe enfocarse en la transmisión del conocimiento y el desarrollo de habilidades intelectuales. Se pretende convertir la escuela en un espacio de activismo político y deconstrucción de las identidades.
Es necesario reorientar la ESI hacia su objetivo original: brindar información y herramientas para la salud sexual y reproductiva, con un enfoque científico y sin sesgos ideológicos. Se debe respetar el derecho de los padres a educar a sus hijos en materia de sexualidad de acuerdo a sus valores y creencias. La escuela debe recuperar su rol central en la transmisión del conocimiento y la formación integral de los ciudadanos.
En defensa de la educación
Es hora de defender la educación de la ideologización y el adoctrinamiento. La escuela debe ser un espacio para el aprendizaje, el desarrollo intelectual y la formación crítica de los ciudadanos. La ESI no debe ser un instrumento para la imposición de una visión particular del mundo, sino una herramienta para la formación de personas responsables, autónomas y con capacidad de tomar decisiones informadas sobre su sexualidad.
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