Los niños en la guerra: “Aprendimos a usar armas, aprendimos a matar gente y a atarlos”, dice Derly (No es su nombre real), niña indígena de 13 años reclutada por las FARC. Y agrega: “Siempre decían que esta vida era para los tipos duros. Tuve que conducir una moto mientras ejecutaban a alguien. Nunca quise hacer eso, pero si no lo hacías, te castigaban o te mataban”.
Este es apenas un episodio de los muchos que enfrentan los niños y adolescentes reclutados por grupos criminales y guerrilleros para alimentar la máquina de una guerra sin sentido.
Historia del reclutamiento infantil en Colombia
Colombia, aunque con una tradición democrática sólida, ha permanecido en situación de violencia por más de 100 años. Y desgraciadamente, los niños han sido constantemente utilizados en esa guerra perpetua.
A pesar de los diferentes tratados de paz que se han firmado, el reclutamiento de los niños en estos grupos criminales no ha cesado, y las victimas no han recibido reparación. Nadie paga por estos crímenes de lesa humanidad y las secuelas aun producen sufrimiento en los niños abusados.
Cifras del terror
No vamos a hablar de los aproximadamente 200.000 muertos que ha dejado la guerra en Colombia en los últimos 60 años. Solo veamos brevemente las relativas al reclutamiento de menores de edad por parte de los actores de este conflicto armado.
A través de los años se han emitido toda clase de leyes encaminadas a proteger los derechos de los niños en el conflicto y de ofrecerles reparación a quienes han sufrido tal flagelo. Pero en general podemos decir que tantas leyes son solo letra muera, pues tal reparación solo alcanza a unos pocos.
Según el Centro de Memoria Histórica, se estima que entre 1958 y 2020 hubo 17.866 menores de edad víctimas de reclutamiento forzado en Colombia. Al dictador ruso Josef Stalin se le atribuye haber dicho: “Una muerte es una tragedia, un millón es solo es estadística”. Desafortunadamente esta frase contiene mucho de verdad, cuando vemos las enormes cifras de víctimas de los conflictos, cuyos rostros nunca serán conocidos. Para el común de la gente son solo una cifra.
En un documento conjunto reciente del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), analizaron la situación de 2.181 menores víctimas de reclutamiento y atendidos por el ICBF entre 2013 y 2022.
Estos niños son solo un fragmento de los miles que continúan en manos de grupos criminales. El documento exhorta al respeto de los derechos de la población infantil, especialmente en las zonas rurales.
Pero, ¿cómo puede esperarse que grupos criminales que durante décadas se han dedicado a todo tipo de actividades ilegales, desde secuestros, asesinatos selectivos, hasta masacres, puedan considerar respetar a los menores?
Un crimen global
Desafortunadamente este problema no es exclusivo de Colombia. Aunque en este país es notorio por la persistencia de grupos al margen de la ley a través de décadas, en muchos países que sufren el yugo de organizaciones terroristas es algo cotidiano.
Recientemente se ha puesto nuevamente en el ojo de la opinión pública el caso del grupo palestino Hamás. Desde hace años se ha señalado a este grupo terrorista por adoctrinar y reclutar menores. Pero, lejos de modificar esta conducta, al día de hoy cada vez es mayor la presencia de niños en la guerra.
Es el mismo caso del grupo islamista Boko Haram en Nigeria. Constantemente se conocen casos de secuestro de menores para sus fines terroristas. Aunque muchos logran ser rescatados, la mayoría pierden su infancia al lado de hombres que se encargan de transmitirles odio hacia quienes consideran sus enemigos.
Este flagelo daña la mente de miles de niños por todo el mundo, dejándolos al margen de la sociedad, sin posibilidad de recuperar una vida normal al lado se sus familias.
El robo de la infancia
Todos deberíamos tener claro que el reclutamiento de menores es uno de los mayores crímenes en cualquier conflicto. Cuando se separa a un niño de su entorno familiar y se le impide el derecho a estudiar y a crecer con otros niños, se le está entorpeciendo el natural desarrollo como persona.
Un niño en tales condiciones queda fragmentado, y cuando crezca ya no podrá recuperar la infancia y adolescencia que le robaron. Además, por medio del adoctrinamiento no le queda otro camino que el del odio y resentimiento que inculcan estos grupos.
Los niños han sido, entre otras cosas, utilizados como escudos humanos para acusar al gobierno de asesinarlos. Especialmente, durante el gobierno de Iván Duque, este fue un argumento esgrimido por la oposición.
Senadores cercanos a la guerrilla izquierdista alzaban las voces para señalar al ejército de asesinar niños durante bombardeos a campamentos guerrilleros. De este modo, lograron que los ataques se suspendieran, con lo que tales grupos se podían mover más cómodamente en zonas selváticas de difícil acceso para los militares.
El presidente Petro anunció recientemente que se suspendían definitivamente los bombardeos a la guerrilla. El argumento, lógicamente, fue el de la muerte de niños. “A mí me preocupa más que maten a los niños reclutados”.
Esta declaración causó polémica, pues es evidente que tal medida deja en claro que reclutar menores no es ninguna infracción reprochable. Por otro lado, estimula el reclutamiento.
Los niños no son para la guerra
Pero los grupos al margen de la ley no parecen entender que los niños deben tener un proceso de crecimiento normal. Si un adulto considera que lo mejor que puede hacer es unirse a determinado grupo ilegal, es una decisión personal. Sin embargo, un niño no tiene opción, se le fuerza.
Constantemente los jefes de esos grupos justifican diciendo que los niños se integran voluntariamente a sus acciones de guerra. Pero, ¿qué opción puede tener un niño? Muchas veces proceden de hogares descompuestos o muy pobres.
Esto es aprovechado por quienes les ofrecen una supuesta vida de aventura y dinero. Pero una vez están allí, ya no tienen escapatoria. El caso de los niños indígenas asesinados por las disidencias de Iván Mordisco, por pretender escapar, son un claro ejemplo.
Tales niños son inducidos al asesinato sin comprender aún por qué deben hacer tal cosa. Las niñas suelen ser convertidas en objetos sexuales, que deben abortar cada vez que sean embarazadas. Todos ellos crecen teniendo como figuras paternas a hombres que solo les pueden transmitir al amor a la violencia y a la ilegalidad.
¿Hay futuro?
Cómo terminar con este flagelo es el interrogante que aún no tiene respuesta. Mientras existan grupos que actúan al margen de la ley, el reclutamiento de menores será una de sus estrategias. Claramente a un gobierno legítimo se le puede exigir que respete los derechos de los niños. Pero, ¿cómo se les exige a quienes justamente desean contravenir el orden social?
Por tal motivo, solo con la desaparición de todo tipo de actores armados sería posible. Pero en Colombia se han llevado a cabo procesos de paz con tales grupos desde mediados del siglo XX, y aún se sigue mencionando el anhelo de lograr una paz duradera.
Finalmente, ¿qué se les puede decir a los padres de los niños que viven en zonas de conflicto? Esos mismos padres también se encuentran desamparados ante el poder de los violentos. Para ellos es muy difícil proteger a sus hijos, en ese entorno.
Debería ser el gobierno el que velara por la seguridad y los derechos de los menores de edad. Pero en un mundo cada vez más ideologizado, con gobiernos cercanos a los intereses de quienes promueven la violencia, parece cada vez más difícil protegerlos.
Escrito por Carlos Morales G. para VCSradio.net
Portada: Envato
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